domingo, 25 de marzo de 2012

Los sofistas y Sócrates: selección de vocabulario

LOS SOFISTAS Y SÓCRATES: SELECCIÓN DE VOCABULARIO
por
Peredur

Aidós: Vergüenza, pudor moral; la principal de las virtudes cívicas griegas en el siglo V a.C.
Areté: Virtud, excelencia [~> aristocracia]; en el siglo V a.C. la areté remite especialmente a las virtudes cívicas y políticas.
Asébeia: Literalmente, impiedad; delito contra la religión oficial de la pólis.
Concepto: La idea o concepción que alguien tiene sobre algo y a partir de la cual se puede comunicar y entender qué es ese algo; por ejemplo, el concepto de justicia.
Daímon: Divinidad intermedia e intermediaria entre los dioses y los hombres [~> demonio].
Díke: La justicia; la principal de las virtudes políticas griegas en el siglo V a.C. 
Hoplita: Soldado armado de a pie. Su introducción en Grecia en el siglo VII a.C. acabó con el predominio militar y social de la caballería y la nobleza.
Inducción: En Sócrates, operación mental que pretende definir universalmente un concepto determinado, como el de justicia, a partir de la observación y constatación de todo aquello que le atañe, esto es, de todo aquello que, por ejemplo, decimos ser justo.
Ironía: Burla, sarcasmo; Sócrates se servía de ésta para evitar contestar cualquier pregunta que se le planteara, obligando con ello a que fuera su interlocutor el que la respondiera.
Mayéutica: Oficio de comadrona; con él comparaba Sócrates su actividad educativa, pues decía “hacer parir” los conceptos a quienes se acercaban hasta él para aprender.
Nómos / nómoi: Las normas y costumbres de cada ciudad. En el siglo V a.C. se opone a phýsis
Phýsis: Naturaleza; orden natural de las cosas; ley universal. En el siglo V a.C. se opone a nómos.
Pólis: Estado, ciudad-Estado; por ejemplo, Atenas, Esparta, etc.
Refutación: Demostración de la invalidez de un argumento; Sócrates era un maestro de la refutación, pues, al igual que el pez torpedo que paraliza a sus presas con descargas eléctricas, utilizaba los argumentos de sus interlocutores contra ellos mismos, atontándoles y haciéndoles ver las contradicciones hacia las que conducían aquéllos. 
Relativismo ético, político y cultural: Postura sofística que niega la existencia de leyes éticas, políticas y culturales universales, pues considera que éstas dependen del convencionalismo social, esto es, de lo que cada pueblo considera oportuno.
Retórica: El arte de componer bellos discursos; pero, también, el arte de la persuasión y la manipulación a través de la palabra.
Sofistas: Educadores o maestros ambulantes que se ofrecían públicamente para enseñar sus conocimientos a cambio de dinero.
Subjetivismo cognoscitivo: Postura sofística que niega la existencia de verdades objetivas y universales, pues, en último término, cada cual aprehende e interpreta lo aprehendido a su manera.

"El hombre es la medida de todas las cosas" (Protágoras).

Los naturalistas presocráticos: selección de vocabulario

LOS NATURALISTAS PRESOCRÁTICOS: SELECCIÓN DE VOCABULARIO
por
Peredur

Ápeiron: Infinito; ilimitado. En Anaximandro, la sustancia ilimitada e indeterminada de la que todo procede.
Arché: Origen y fundamento de las cosas existentes.
Átomo: Literalmente, indivisible. En los atomistas, cada uno de los corpúsculos o partículas indivisibles que conforman el mundo y que son diferentes entre sí por razón de su forma, tamaño y posición.
Corrupción: Destrucción de un ser existente; a partir de Empédocles, separación de los elementos inmutables que lo componen.
Cosmogonía: Proceso de formación del cosmos.
Cosmología: Explicación mítica o racional de la estructura del cosmos.
Cosmos: Mundo, universo; pero también, el orden armónico del universo.
Devenir: En Heráclito, fluir constante de la realidad, el cual niega la existencia de cualquier sustancia o ser inmutable.
Física: Explicación racional tanto del proceso de surgimiento y desarrollo de la cosas existentes como de la realidad última de lo que percibimos.
Generación: Nacimiento o llegada a la existencia de un ser; a partir de Empédocles, agrupación de los elementos inmutables que habrán de componerlo.
Harmonía: En los pitagóricos, la manifestación del ordenamiento numérico y geométrico del cosmos.
Lógos: En Heráclito, elemento cósmico primario e ígneo que se halla presente en todas las cosas y del cual se componen las almas humanas; razón común.
Mecanicismo: Explicación de la interactuación de los componentes materiales del mundo a través de factores puramente mecánicos, como los de un reloj.
Mundo de la experiencia: El mundo que constatamos a través de los sentidos.
Naturaleza: Traducción de origen latino del término griego phýsis.
Noûs: En Anaxágoras, Mente, Espíritu, principio motor y rector del cosmos.
Ón ónta: Las cosas existentes; las realidades que constatamos a través de los sentidos; los entes. [~> ontología].
Phýsis: a) Proceso de surgimiento y desarrollo de las cosas existentes; y b) la realidad subyacente al mundo que percibimos a través de los sentidos.
Principio formal: Esencia incorpórea existente por sí misma y de naturaleza intelectual de la cual proceden y se componen en último término las cosas existentes.
Principio material: Sustancia corpórea existente por sí misma de la cual proceden y se componen en último término las cosas existentes.
Ser: En Parménides, lo existente; lo que pudiendo ser concebido y pensado, es y existe.
Spérmata: En Anaxágoras, las semillas infinitas en número e infinitamente divisibles que contienen infinitas porciones de todas las cosas.
Sustancia: Principio material.
Teleología: Explicación de la phýsis como si en ésta el desarrollo de los acontecimientos respondiera a un plan preconcebido.
Tetractýs: En los pitagóricos, los cuatro primeros números (1, 2, 3, 4) cuya suma da como resultado la década (10); el símbolo de la armonía del cosmos.

Rubens, Heráclito y Demócrito (1603).

sábado, 10 de marzo de 2012

El estoicismo

EL ESTOICISMO
por
Peredur

Origen y desarrollo del estoicismo durante el Período Helenístico.

A) Zenón de Citio, el fundador.

Zenón, coetáneo de Epicuro, nació en Citio, en la isla de Chipre, en el año 332 a.C. A los veintidós años se trasladó a Atenas, donde completó su formación filosófica. Sabemos que frecuentó la compañía del cínico Crates y que escuchó las lecciones del platónico Jenócrates en la Academia. La orientación ética de la filosofía de Zenón se encuentra sin embargo más próxima a la imagen de Sócrates que transmiten Antístenes y los cínicos que a la ofrecida por Platón en sus diálogos. Pregonó sus enseñanzas en la galería del ágora conocida como Stoa Poikile (“Pórtico Pintado”), la cual terminó dando nombre a toda la escuela: la Estoa. Murió en Atenas en el año 262 a.C.

B) Desarrollo histórico del estoicismo: períodos y principales maestros.

El estoicismo, que contó con numerosos seguidores y simpatizantes ya desde sus orígenes, suele ser dividido en tres períodos o etapas históricas con sus propias características identitarias: 1) la Estoa Antigua (siglo III a.C.), etapa en la que la filosofía del Pórtico se ve paulatinamente desarrollada y sistematizada por sus tres grandes maestros: Zenón de Citio, Cleantes de Assos y Crisipo de Solos; 2) la Estoa Media (siglos II y I a.C.), encabezada por Panecio de Rodas y Posidonio de Apamea y en la que la doctrina originaria se ve influenciada por elementos eclécticos; y 3) la Estoa Nueva (siglos I y II d.C. principalmente), cuyos máximos representantes fueron Séneca, Epicteto y el emperador romano Marco Aurelio, y en la que la vertiente ética termina desplazando definitivamente al resto de los componentes del sistema: la lógica y la física.

El ideal estoico de sabio.

Ante los sentimientos de inseguridad, desesperanza y turbación que imperan entre los individuos durante el Helenismo, Zenón y sus seguidores proclaman la existencia de un sentido superior que engloba y justifica las apariencias adversas. Tarea del sabio será, pues, comprender el sentido profundo del cosmos y, adecuándose a él, someterse con ánimo imperturbable a los designios del destino.

La filosofía estoica: lógica, física y ética.

A) Lógica y Teoría del conocimiento.

La dimensión que los estoicos conceden a la lógica hace de ésta tanto una ciencia del discurso racional como una teoría del conocimiento.

En cuanto a la ciencia del discurso racional ─la lógica propiamente dicha─, los estoicos la entienden como una ciencia del lógos, esto es, como una ciencia del razonamiento. Ahora bien, al hacer corresponder el lenguaje con las cosas significadas, esta ciencia del razonamiento pasa a ser también una ciencia sobre la estructura de la realidad. Por lo demás, el amplio desarrollo de la lógica por parte de los estoicos se debió principalmente a Crisipo de Solos.

En cuanto al conocimiento, para los estoicos ─al igual que para los epicúreos─ éste tiene su origen en la sensación (aísthesis). Todo conocimiento, por lo tanto, procede de las impresiones recibidas por nuestros sentidos. Cuando estas impresiones llegan al entendimiento, éste se forma una representación mental o imagen (phantasía) del objeto exterior. Esta imagen, sin embargo, no será reconocida por el entendimiento como verdadera mientras no se manifieste de forma clara. Así, pues, el reconocimiento (katálepsis) de la claridad de la imagen por parte del entendimiento será para los estoicos el criterio básico para la afirmación o negación de la verdad. Por último, a partir del recuerdo de las impresiones el entendimiento es capaz de formar conceptos generales (prolépseis). Éstos, sin embargo, no son para los estoicos ni verdaderos ni falsos, pues el criterio de verdad, como ya hemos dicho, se fundamenta sobre la percepción sensible.

B) Física.

Al igual que el epicureísmo, la postura de la Estoa ante el estudio de la phýsis se caracteriza por la adopción del materialismo como reacción ante el idealismo de la filosofía platónica. Como consecuencia, los estoicos tan sólo admiten como real aquello que existe corpóreamente, incluyendo en este grupo las impresiones sensibles, el alma humana y la propia divinidad. Ahora bien, en manifiesta oposición a Epicuro y su escuela, los estoicos consideran la naturaleza como provista de lógos, esto es, como dotada de un sentido racional que dirige todo el proceso cósmico, no ya como una fuerza exterior ─a la manera de las Ideas de Platón o del Primer Motor aristotélico─, sino como algo inmanente a la propia naturaleza física del universo. En este respecto, su filosofía se muestra deudora del pensamiento de Heráclito. Fatalidad y Providencia, esto es, concatenación necesaria de los acontecimientos y finalidad teleológica, son el resultado de la presencia de este lógos en el universo. Por otro lado, puesto que el estoicismo niega la existencia de lo espiritual, el lógos es considerado por los miembros de esta escuela como una entidad corpórea y material, lo cual no les impide pensarlo asimismo como divino. Considerado como una especie de hálito cálido ─combinación de fuego y aire: los elementos materiales más ligeros y móviles─, este alma del mundo que es el lógos está presente en todo el universo, dirigiéndolo y orientándolo desde dentro. Nos encontramos, pues, ante un panteísmo vitalista. En esta línea, la razón humana ─el lógos y el soplo vital de cada hombre─ no deja de ser sino una parte del lógos universal que será reabsorbida por éste tras la muerte del individuo. Por último, el devenir del cosmos se encontraría sometido a un proceso cíclico conforme al cual periódicamente se vería destruido en una gran conflagración universal para, acto seguido, volver a comenzar de nuevo. Este proceso reproduciría el devenir de cada ciclo de manera siempre idéntica en eterno retorno.

C) Ética.

c.1.) Vivir en acuerdo razonable con la naturaleza.

El primero y más importante de los principios éticos del estoicismo, tal y como hubo de formularlo Crisipo, es el de “vivir en acuerdo razonable con la naturaleza (homologouménos zên têi phýsei)”. Como ya vimos, para esta escuela la naturaleza se encuentra ordenada y dirigida de forma inmanente por el lógos divino, de ahí que vivir de acuerdo con la naturaleza no signifique para ellos sino vivir en armonía con la razón universal que todo lo gobierna y que, de forma individual, también se encuentra encarnada en el alma y razón de cada ser humano.

c.2.) Autosuficiencia en el ejercicio de la virtud.

Vivir en armonía con la razón universal no significa para los estoicos sino vivir de acuerdo con la virtud. Ésta, a la manera de las virtudes dianoéticas de Aristóteles, es entendida por ellos como virtud intelectual, esto es, virtud racional, pues el objetivo del sabio estoico, como ya vimos, pasa por comprender el lógos universal y adecuarse a él. Sólo en el ejercicio de la virtud puede el sabio encontrar la autosuficiencia que conduce a la felicidad, pues más allá de ésta no existe para el estoicismo garantía alguna de una vida buena o feliz, pudiendo el destino perfectamente volverse contra cualquiera. Sin embargo, quien pone su afán en la búsqueda de la virtud no puede sino admitir que ella es el único bien que depende por entero de nosotros mismos y que, por lo tanto, sólo en ella es posible hallar la tan preciada autárkeia. Por lo demás, la más importante de todas las virtudes intelectuales, aquella que englobaría a todas las demás, es para esta escuela la prudencia (phrónesis), esto es, la sensatez, el sentido común.

c.3.) La apátheia o impasividad del sabio.

Si para los estoicos la consecución de la vida buena depende por entero de la autosuficiencia que el sabio encuentra en el ejercicio de la virtud, dejarse llevar por las pasiones implicaría para ellos renunciar a esta última y, en consecuencia, renunciar también a la propia felicidad. Las pasiones, en tanto que deseos e impulsos irracionales, ponen en peligro la autosuficiencia del sabio, pues para satisfacerlas, al no depender ello de uno mismo, el sabio quedaría expuesto a elementos externos que podrían poner en peligro la serenidad de su ánimo. Para el estoicismo, por lo tanto, es esencial controlar las pasiones, no dejándose arrastrar por ellas. Así, de forma análoga a como la prudencia se impone en el terreno de la virtud intelectual, la impasividad (apátheia) es para esta escuela la más importante de las virtudes éticas. Esta impasividad, sin embargo, no debe ser interpretada como carencia absoluta de sentimientos. El sabio estoico, de hecho, no es en este respecto distinto al resto de seres humanos, salvo, tan sólo, en su capacidad de aplacar sus emociones y pasiones, poniéndoles freno.

c.4.) Amor fati o aceptación del destino.

Otro de los componentes éticos del estoicismo es la aceptación del destino personal. Ésta máxima se desprende del postulado fundamental de esta escuela, a saber, la existencia de un lógos universal que gobierna y dirige el cosmos de forma inmanente. Por ello, si todo lo que acaece se encuentra sometido a la Providencia de este lógos o razón universal, lo propio del ser humano, si desea adecuarse a él, es su sometimiento a la Fatalidad del destino, el cual, se acepte o no, resulta insoslayable. Séneca expresó esta máxima con la expresión latina “amor fati”, esto es, “amor al destino”, la cual sería retomada mucho después por Friedrich Nietzsche. El sabio estoico, por lo tanto, es aquel que acepta lo que el destino quiera depararle, sabedor, sin duda, de que sólo uno mismo puede causarse el mal.

c.5.) Cosmopolitismo: la comunidad humana universal.

Por último, otro de los componentes esenciales del estoicismo es su visión cosmopolita de la comunidad humana. Ya Diógenes de Sinope se había manifestado en este respecto como ciudadano del mundo. El estoicismo, por lo tanto, no hace sino recoger la máxima expresada por este último e insertarla en su sistema, donde viene a encajar perfectamente. En efecto, al encontrarse el universo entero sometido a la ley universal del lógos ─ley a un mismo tiempo natural y divina─, en último término todos los seres humanos compartirían la misma patria y el mismo gobernante. Este cosmopolitismo, sin embargo, no se vio acompañado entre los seguidores de la escuela estoica por ninguna propuesta notable de transformación de las condiciones económicas y sociales de su tiempo. La creencia estoica en la Providencia y la Fatalidad, creencia que sólo reconoce la libertad en la capacidad humana de buscar la virtud y aceptar el destino, suele ser aducida como la responsable de esta actitud conservadora.

Carlos García Gual y María Jesús Ímaz, La filosofía helenística, Síntesis.

El contrato social en la filosofía racionalista de Baruch Spinoza

EL CONTRATO SOCIAL EN LA FILOSOFÍA RACIONALISTA DE BARUCH SPINOZA
por
Peredur

Baruch Spinoza (1632-1677) nació en Amsterdam, en el seno de una familia de judíos españoles que se habían refugiado en Holanda desde Portugal. A medida que su pensamiento se fue configurando se hizo más evidente la imposibilidad de conciliarlo con el credo de la religión judía, por ello, tras varios choques con los teólogos de la sinagoga, fue finalmente excomulgado de ésta. Excluido socialmente por los suyos, tuvo que aprender a cortar y pulir vidrios ópticos para ganarse la vida, lo cual le permitió salir adelante modestamente. Aunque no enseñó de modo oficial en una cátedra, tuvo amigos y seguidores con los que pudo hablar de filosofía y con los que discutió sus escritos. Murió de tuberculosis a los 44 años de edad.

El estado de naturaleza.

El estado de derecho que Spinoza reconstruyó teóricamente parte de premisas muy semejantes a las de Hobbes. De acuerdo con la metafísica spinoziana, en la naturaleza todo se halla determinado a existir y obrar de una determinada manera. Los hombres no suponen ninguna excepción a esta regla, por ello, víctimas de sus pasiones, no pueden dejar de ser enemigos por naturaleza.

El pacto social: el fin del Estado es la libertad.

El deseo de sobrevivir y de protegerse al máximo de los continuos conflictos conduce a los seres humanos a estipular el pacto social. Éste, en consecuencia, se origina y funda sobre la utilidad que de él se deriva. Sin embargo, para Spinoza el Estado al que se le transfieren los derechos naturales individuales tras el pacto social no puede ser, como en Hobbes, un Estado absolutista, pues algunos de estos derechos son inalienables, de tal suerte que si el hombre renunciase a ellos renunciaría también a ser hombre. Tal es el caso de la libertad, motivo por el cual el Estado, lejos de caer en la tiranía absolutista, debe salvaguardar la libertad de sus ciudadanos.

¿Necesidad absoluta o libertad política?

La principal objeción que se le puede hacer a la filosofía política de Spinoza pone de manifiesto una contradicción inherente a su sistema filosófico, a saber, ¿cómo es posible que el filósofo de la necesidad absoluta se presente como teórico de libertad política y religiosa?

Baruch Spinoza (1632-1677)

El Racionalismo utópico y la Teoría del contrato social en Jean-Jacques Rousseau

EL RACIONALISMO UTÓPICO Y LA TEORÍA DEL CONTRATO SOCIAL EN JEAN-JACQUES ROUSSEAU
por
Peredur

Citado por Kant como el “Newton de la moral” y por el poeta Heinrich Heine como “la cabeza revolucionaria de la cual Robespierre no fue más que el brazo ejecutor”, Jean-Jacques Rousseau (Ginebra, 1712-1778) está considerado con razón como el pensador más importante de la Ilustración francesa. Su filosofía política puede ser nombrada como ‘Racionalismo utópico’ y se encuentra recogida en varios escritos, entre los que cabe destacar El contrato social (1762), el Emilio o sobre la educación (1762) y el Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres (1754). Tras su muerte, sus ideas sirvieron de inspiración a Thomas Jefferson ─autor de la “Declaración de Independencia” de los Estados Unidos─, a los revolucionarios franceses de 1789 y, ya en el siglo XIX, a los impulsores ideológicos del Comunismo.

Punto de partida: crítica de la idea de progreso.

El punto de partida del pensamiento de Rousseau se localiza en su crítica de la concepción que en su época se tenía del progreso cultural y científico como progreso social. Para Rousseau ambos aspectos del progreso son independientes, pues los avances en la cultura, en las ciencias y en las artes no conllevan necesariamente mejoras sociales encaminadas a hacer de los hombres seres más felices y más libres. En consecuencia, se requería examinar cuál es exactamente la naturaleza humana y cuál el proceso por el que el hombre ha llegado a vivir en sociedad, pues sólo así el ser humano estaría en condiciones de conocer qué tipo de organización social supondría para él un progreso moral hacia su felicidad.

El estado de naturaleza: el buen salvaje.

Con las expresiones ‘estado de naturaleza’ y ‘hombre natural’ Rousseau no designa una situación histórica determinada. Por lo contrario, el estado de naturaleza es tan sólo una hipótesis formal mediante la cual el autor ginebrino intenta analizar la naturaleza humana para así poder diseñar teóricamente un nuevo orden social más justo e igualitario, más acorde con las inclinaciones naturales de los hombres. Al igual que sus predecesores contractualistas, Rousseau considera que el hombre en estado de naturaleza ─al que denomina ‘buen salvaje’─ no es un ser naturalmente sociable, como pensaba Aristóteles; pero tampoco se encuentra en guerra con el resto de los hombres, como creía Hobbes. En su lugar, vive en aislamiento, relacionándose únicamente con la naturaleza, de la cual se sirve para satisfacer todas sus necesidades de una forma armoniosa y pacífica. El buen salvaje de Rousseau es, por lo tanto, un ser libre, autónomo y feliz, así como un ser carente de maldad.

El paso al estado de sociedad.

Debido a circunstancias fortuitas ─malas cosechas, cambios climáticos, etc.─ que impiden a los hombres satisfacer sus necesidades, éstos se ven obligados a salir del estado de naturaleza y a asociarse con otros hombres para poder sobrevivir. Esta unión supone un cambio en su conducta y en sus costumbres que da inicio a un proceso de decadencia a través del cual van naciendo las envidias, la competitividad, el temor y la venganza. A través de este proceso el hombre se aleja del bien, de la libertad y de la felicidad de las que había disfrutado durante su estado de naturaleza. En consecuencia, es a lo largo de su historia en sociedad como el hombre se ha ido convirtiendo en un lobo para el hombre. Este nuevo orden social va a caracterizarse por el reparto de tierras, la división del trabajo, la propiedad privada y el distanciamiento entre ricos y pobres. Con la propiedad privada aparecen las desigualdades y los conflictos, pues los más afortunados, ante la amenaza de ser atacados por los menos favorecidos, establecen un modelo de organización social que defiende sus privilegios y perpetúa las desigualdades. Ante esta situación ─apunta Rousseau─ se impone forzosamente un retorno teórico al estado de naturaleza, el cual se llevará a cabo a través de un contrato social por medio del cual los hombres podrán construir una sociedad más acorde con sus inclinaciones originarias.

El contrato social.

El contrato social es para Rousseau un acuerdo por el que los hombres establecen para sí unas leyes racionales que tienen como objetivo el bien común. No se trata, por lo tanto, de un pacto de sumisión a una tercera persona, como el propuesto por Hobbes, sino de un pacto establecido en condiciones de libertad e igualdad por medio del cual cada hombre renuncia a su voluntad individual y a sus propios intereses en favor de la voluntad colectiva y los intereses de toda la comunidad. Al someterse a la ley que ellos mismos se dan, cada hombre acepta la voluntad colectiva como si de su propia voluntad se tratara. De esta manera el contrato social da origen a un Estado democrático en el que la voluntad general es administrada por un gobierno que representa a toda la comunidad. Por todo ello, en el hipotético caso de que los gobernantes sobrepasasen sus funciones, el pueblo podría perfectamente destituirlos e incluso alzarse contra ellos. En cuanto a la religión, ésta, entendida como religión natural, sería la fuerza integradora de la sociedad.

¿Estado democrático o despotismo de la mayoría?

Aunque la teoría contractualista de Rousseau puede considerarse sin ningún género de duda como partidaria del Estado democrático, el principal de sus argumentos parece desembocar sin embargo en lo que podríamos denominar ‘el despotismo de la mayoría’. Según éste, cuando la voluntad de un ciudadano entra en conflicto con la voluntad predominante se le impone el deber de aceptar que se ha equivocado. En este sentido, al renunciar a su voluntad individual en favor de la voluntad general, cada individuo termina negando su propia libertad en favor del despotismo de la mayoría.

Jean-Jacques Rousseau (Ginebra, 1712-1778)

viernes, 9 de marzo de 2012

El Liberalismo político y la Teoría del contrato social en John Locke

EL LIBERALISMO POLÍTICO Y LA TEORÍA DEL CONTRATO SOCIAL EN JOHN LOCKE
por
Peredur

John Locke (Inglaterra, 1632-1704), el gran teórico del Liberalismo político, fue un ferviente defensor de los ideales ilustrados de racionalidad, tolerancia, filantropía y libertad religiosa. Se educó intelectualmente en la Universidad de Oxford, donde recibió una formación escolástica de la que quedó bastante insatisfecho. En respuesta a esta carencia, tras concluir sus estudios universitarios se dedicó a estudiar a autores como Francis Bacon, Thomas Hobbes, Pierre Gassendi o René Descartes, entre otros. Trabó contacto con intelectuales de la talla de Isaac Newton y del físico Robert Boyle, el cual ejerció un notable influjo sobre él. Por circunstancias políticas se vio obligado a residir varios años en Francia y en Holanda. Tras su muerte, acaecida en 1704, su fama se propagó por toda Europa, hasta el punto de que su obra influyó notablemente en el pensamiento de los ilustrados franceses del siglo XVIII, los cuales continuaron su defensa del Liberalismo político y de la tolerancia religiosa. Entre sus obras políticas destacan sus Tratados sobre el gobierno civil, de 1690.

El estado de naturaleza, la ley moral y los derechos naturales.

Al igual que Hobbes, Locke comienza sus reflexiones políticas suponiendo la existencia de un estado de naturaleza en el que todos los hombres serían libres, iguales e independientes. Este estado de naturaleza, sin embargo, no es para Locke un estado completamente asocial, sino tan sólo pre-político, pues en él los hombres disponen de una ley moral, descubierta por la razón, que impone ciertos límites a su conciencia y a su conducta. No comparte Locke, por lo tanto, ni la tesis hobbesiana de la maldad natural ─el hombre es por naturaleza un lobo para el hombre─ ni su tesis opuesta, la del buen salvaje, que será defendida más adelante por Jean-Jacques Rousseau. Además de esta ley moral descubierta por la razón, Locke considera que los hombres también poseen una serie de derechos naturales inalienables: el derecho a la vida, el derecho a la libertad, el derecho a la propiedad privada fundamentada sobre el trabajo y el derecho a la defensa de los anteriores. El respeto de estos derechos que promueve la ley moral será el que permita a los hombres vivir en sociedad.

El pacto social.

La defensa de los derechos naturales, y en especial la del derecho a la propiedad privada, resulta sin embargo muy complicada, pues aunque en el estado de naturaleza los hombres viven en sociedad, carecen todavía de una organización política que vele por sus derechos. Así, pues, con objeto de salvaguardarlos, los hombres recurren al pacto social por medio del cual acuerdan instituir la sociedad civil. Para ello, al contrario de lo que creía Hobbes, ninguno de ellos se ve obligado a renunciar a la totalidad de sus derechos, sino tan sólo al derecho de defenderse cada uno por su cuenta. Asimismo, como el contrato social lo realizan todos los hombres entre sí, sin excepciones, ningún ciudadano puede detentar el poder de manera absoluta. Antes bien, el poder queda en manos de una serie de instituciones de gobierno que administran sus distintas facetas ─legislativa, ejecutiva y federativa─ en función de la voluntad de la ciudadanía, a la cual representan.

La separación de poderes en el Estado liberal.

Los tres tipos de poderes que Locke reconoce al Estado son los siguientes: a) el poder de hacer las leyes ─poder legislativo─; b) el poder de hacerlas cumplir ─poder ejecutivo─; y c) el poder de defensa o poder federativo. Ahora bien, para que el Estado civil funcione correctamente Locke considera imprescindible la separación de estos poderes. El legislativo, al que Locke considera como el más importante de todos, debe pertenecer necesariamente a una asamblea representativa en la que se manifestaría la voluntad de la ciudadanía, auténtica soberana del Estado. Por su parte, los poderes ejecutivo y federativo, que para Locke deben estar separados de aquél, pueden recaer en manos de un único individuo, el cual podría adoptar o conservar el título de monarca ─Monarquía parlamentaria─. En todo caso, para Locke es imprescindible que estos dos últimos poderes sean desarrollados en el marco de las leyes establecidas por el poder legislativo. De no suceder así, la revolución contra el monarca estaría justificada. Cabe señalar, por último, dos importantes aspectos de la filosofía política de John Locke: la defensa de la propiedad privada como principal función del Estado y la tolerancia de éste a la hora de inmiscuirse en cuestiones de religión.

El contrato social internacional.

A pesar de su eficacia y utilidad pasadas, desde la Revolución Industrial la filosofía política de Locke se ha visto incapaz de resolver los problemas sociales más importantes de los Estados liberales. Ello se ha debido principalmente al desplazamiento de la posición privilegiada que en su filosofía desempeñaban los individuos particulares, los cuales han quedado relegados a una posición secundaria en beneficio de las organizaciones supraindividuales. Nuestra época es una época de empresas y corporaciones; de ahí que los problemas importantes sean también problemas entre organizaciones, y no ya entre individuos aislados. Ahora bien, aunque esta circunstancia anula la eficacia del contrato social en el seno de un mismo Estado, no lo hace, sin embargo, en el plano interestatal. En efecto, el estado de naturaleza aún persiste en buena medida entre los Estados. Por ello, con objeto de gozar de los beneficios que promete la teoría contractualista de Locke, se requeriría la creación de un nuevo contrato social, en esta ocasión internacional.  

John Locke (1632-1704)