lunes, 3 de enero de 2022

Nicholas Georgescu-Roegen, "Ensayos bioeconómicos"

CONTEXTOS
NICHOLAS GEORGESCU-ROEGEN
ENSAYOS BIOECONÓMICOS
selección de
Raúl Garrobo Robles

La selección de escritos de Nicholas Georgescu-Roegen (Rumanía, 1906 - EE.UU., 1994) recogidos en esta obra bajo el título de Ensayos bioeconómicos no sólo constituye una muestra precisa y suficiente del giro kantiano al que su autor sometió a la economía estándar encaminándola hacia su dimensión ecológica y ética, sino, también, un exhaustivo catálogo de los escollos a los que todavía hoy continuamos enfrentándonos los seres humanos cuando en nuestras actividades económicas topamos una y otra vez con los límites biofísicos del planeta Tierra. La economía ─apunta Georgescu-Roegen─, quieran o no quienes la practican profesionalmente, no puede permitirse desatender las leyes de la conservación de la energía, pues no es el paradigma mecanicista el que mejor ilustra el proceso productivo de bienes y mercancías, sino las leyes de la termodinámica, en especial la segunda ─la ley de la entropía─. Lo que, desde el horizonte mecanicista, aparece como un proceso reversible en el que el ciclo de producción y consumo escapa al desgaste y agotamiento de los recursos y elude el hacinamiento de los residuos, con el prisma de la termodinámica, sin embargo, se proyecta bajo una realidad bien distinta. La Tierra funciona como un sistema cerrado en el que no existe un flujo de entrada de materia, y esto, inequívocamente, conlleva límites evidentes para la actividad económica. El stock de combustibles fósiles sobre el que se ha sostenido energéticamente la civilización industrial, así como el de recursos materiales necesarios para la producción de la energía libre contenida en ellos, es finito. Esto se sabía perfectamente en los años 70, cuando la obra cumbre de Georgescu-Roegen veía la luz ─La ley de la entropía y el proceso económico (1971)─ y cuando se entregaba el informe al Club de Roma sobre Los límites al crecimiento (1972). Hoy, 50 años después, nada ─o muy poco─ ha cambiado, salvo la intensidad de la congoja y frustración que producen nuestras viejas certezas. Cuando la realidad actual del peak oil desplaza la maquinaria capitalista hacia el negocio de la transición energética y el crecimiento verde, sorprende la sobriedad de la mirada teórica de Nicholas Georgescu-Roegen. Cinco décadas atrás, nuestro economista de origen rumano desechaba ya la viabilidad de un sistema económico estacionario fundado en la producción de energía solar a partir de paneles receptores de esta fuente de energía procedente del Sol. A la luz de la ley de la entropía, no existen mejores catalizadores de la energía solar que los empleados en las economías agrarias tradicionales: el buey, el arado y la moderación humana de los deseos. Todo lo demás ─el Green New Deal, el regreso de la energía nuclear o la tecnolatría salvífica─ supone la capitulación de la razonabilidad ecológica y ética ante la persistencia simbólica de los calderos de la abundancia y las cornucopias del capitalismo de siempre.

Nicholas Georgescu-Roegen (1906-1994).

SELECCIÓN DE TEXTOS

Texto 1
La responsabilidad ética de los economistas en la construcción de una economía más humana
«La evolución de nuestra morada en la Tierra se aproxima a una crisis de cuya resolución puede depender la supervivencia de la humanidad; una crisis cuyas dimensiones se muestran en las actuales tasas de expansión demográfica, el galopante crecimiento industrial y la contaminación ambiental, con su séquito de hambre, guerra y colapso biológico. Esta evolución, sin embargo, no ha estado determinada únicamente por las inexorables leyes de la naturaleza, sino por la voluntad humana que actúa dentro de esa naturaleza. El ser humano ha configurado su destino a través de una historia de decisiones, de las cuales es responsable, pero puede cambiar el curso de ese destino a través de nuevas decisiones conscientes, de un nuevo impulso de la voluntad. [...] Crecientemente, a lo largo de los últimos doscientos años, los economistas han sido requeridos para analizar, teorizar, describir, y medir la esfera económica ─y han asumido esa obligación─; pero también lo han sido para aconsejar, planificar, y tomar parte activamente en la dirección de esos asuntos. El poder de los economistas, y con ello su responsabilidad, se ha convertido, en efecto, en algo muy relevante. En el pasado, la producción ha sido contemplada generalmente como un beneficio. Pero la producción también conlleva costes que sólo recientemente se han convertido en algo evidente. Esta producción agota necesariamente nuestro stock finito de materias primas y energía, a la vez que inunda la capacidad, igualmente finita, de nuestro ecosistema con los residuos generados en sus procesos. [...] La realidad de que nuestro sistema es finito, y que ningún gasto de energía es gratuito, nos enfrenta con una decisión moral [...]. ¿Qué necesitamos hacer? ¿Cuáles son los verdaderos costes de producción a largo plazo, y a quiénes se les reclamará pagarlos? [...] Incluso la formulación clara de las distintas elecciones desde la perspectiva del economista nos pone ante una tarea que es ética, no puramente analítica, y por tanto los economistas debemos aceptar esas implicaciones éticas de nuestro trabajo. [...] Es necesaria una nueva economía cuya finalidad sea la administración de los recursos y lograr un control racional sobre el desarrollo y las aplicaciones tecnológicas de modo que sirvan a las necesidades humanas reales, más que a la expansión de los beneficios, la guerra o el prestigio nacional. Es necesaria una economía de la supervivencia, o más aún, de la esperanza ─una teoría y una visión de una economía global basada en la justicia, que haga posible la distribución equitativa de la riqueza de la Tierra entre la población, tanto actual como futura─. [...] Debemos reemplazar el ideal del crecimiento, que ha servido como sustitutivo de la distribución equitativa de la riqueza, por una visión más humana en la que la producción y el consumo estén subordinadas a las metas de la supervivencia y la justicia. [...] Para conseguir una distribución equitativa de la riqueza a lo largo del mundo, la población de los países industrializados debe renunciar a lo que ahora parece un derecho ilimitado a consumir cualquier recurso que esté a su disposición, y como economistas debemos jugar un papel en reformar los valores humanos hacia ese fin»; [pp. 45-48].
Texto 2
La naturaleza entrópica del proceso económico: desde la perspectiva de la física, el proceso económico es la transformación de los recursos naturales valiosos (baja entropía) en residuos (alta entropía)
«Toda la historia económica de la humanidad prueba [...] que la naturaleza juega [...] un importante papel en el proceso económico, así como en la formación del valor económico. Creo que ya es hora de que aceptemos este hecho y que consideremos sus consecuencias para el problema económico de la humanidad. [...] Algunos economistas han aludido al hecho de que el ser humano no puede crear ni destruir materia o energía ─verdad que se desprende del principio de conservación de la materia-energía, o primera ley de la termodinámica─. No obstante, a nadie pareció extrañarle la pregunta ─tan enigmática a la luz de esta ley─: [...] ¿cómo es posible que el ser humano produzca algo material ya que no puede producir ni materia ni energía? [...] La respuesta a la pregunta [...] es sencilla: no produce ni consume materia-energía; sólo absorbe materia-energía y la expulsa continuamente. Esto es lo que la física pura nos enseña. Sin embargo, [...] hay una diferencia entre lo que entra al proceso económico y lo que sale de él. A decir verdad, esta diferencia sólo puede ser cualitativa. [...] Desde el punto de vista de la termodinámica, la materia-energía entra al proceso económico en un estado de baja entropía y sale de éste en un estado de alta entropía. No es fácil explicar en detalle lo que significa la entropía. [...] "Una medida de la energía no disponible en un sistema termodinámico". [...] La energía existe en dos estados cualitativos: energía disponible o libre, sobre la que el ser humano tiene un dominio casi completo, y energía no disponible o ligada, que el ser humano no puede usar de ninguna manera. La energía química contenida en un pedazo de carbón es energía libre, puesto que el ser humano puede convertirla en calor o, si así lo desea, en trabajo mecánico. [...] Cuando un pedazo de carbón se quema, su energía química ni disminuye y aumenta. Pero la energía libre inicial se ha disipado tanto en forma de calor, humo y cenizas, que el ser humano ya no puede utilizarla. Se ha degradado al estado de energía no disponible o ligada. [...] La diferenciación entre la energía libre y ligada es, por supuesto, antropomórfica. [...] la segunda ley de la termodinámica, conocida como ley de la entropía [...,] establece que la entropía (es decir, la cantidad de energía ligada) de un sistema cerrado aumenta continuamente [...]. La afirmación hecha anteriormente, consistente en que, desde un punto de vista físico, el proceso económico sólo transforma los recursos naturales valiosos (baja entropía) en residuos (alta entropía), se justifica plenamente. [...] Varias cosas pueden aprenderse de este análisis. La primera es que la lucha económica del ser humano está centrada en la baja entropía del medio ambiente. [...] El uso continuo de los recursos naturales por el ser humano [...] es el elemento más importante para el destino del ser humano. [...] Por tanto, nada podría estar más lejos de la verdad que la idea de que el proceso económico es un proceso circular aislado ─tal y como lo representan los análisis marxistas y los convencionales─. El proceso económico está anclado sólidamente en una base material que a su vez está sujeta a restricciones determinadas. A causa de estas restricciones el proceso económico tiene una evolución unidireccional irrevocable. [...] Los logros sin precedentes de la Revolución Industrial dejaron a todos tan maravillados con lo que el ser humano podía hacer con la ayuda de las máquinas que la atención general se centró en la fábrica. El alud de espectaculares descubrimientos científicos desencadenado por los nuevos dispositivos técnicos reforzó este asombro general por el poder de la tecnología. También indujo a los estudiosos a sobreestimar y, finalmente, a exagerar las virtudes y poderes de la ciencia. Naturalmente, desde ese pedestal no se podía concebir que hubiese ningún obstáculo verdadero inherente a la condición humana. [...] Tenemos, pues, a los científicos naturales predicando que la ciencia puede eliminar todas las limitaciones sufridas por el ser humano, y a los economistas que hacen lo mismo al no relacionar el análisis del proceso económico con las limitaciones del medio ambiente material del ser humano; luego no es de extrañar que nadie se haya dado cuenta de que no podemos producir "mejores y más grandes" refrigeradores, automóviles o aviones de propulsión a chorro sin producir a la vez "mejores y mayores" residuos. Así pues, cuando todos (en los países con una producción industrial "mejor y mayor") se toparon con la contaminación, tanto los científicos como los economistas fueron cogidos por sorpresa. Pero aún ahora parece que nadie ve que la causa de todo esto es que no hemos logrado reconocer la naturaleza entrópica del proceso económico»; [pp. 50-61].
Texto 3
Stock de combustibles fósiles frente a flujo de radiación solar: la lógica interna de la fase industrial de la evolución del ser humano es antieconómica a largo plazo
«La energía libre a la que puede tener acceso el ser humano proviene de dos fuentes distintas. La primera consiste en un stock, es decir, en las existencias de energía libre de los depósitos minerales ubicados en las entrañas de la tierra. La segunda es un flujo, el flujo de la radiación solar interceptada por la Tierra. Deben remarcarse varias diferencias entre estas dos fuentes. El ser humano tiene un dominio casi completo de la dotación terrestre; y resulta imaginable que pudiésemos utilizarla todas en el curso de un solo año. Pero, para cualquier finalidad práctica, el ser humano no tiene control sobre el flujo de la radiación solar. Tampoco puede usar hoy el flujo del futuro. Otra asimetría que existe entre estas dos fuentes corresponde a sus papeles específicos. Sólo la fuente terrestre nos proporciona los materiales de baja entropía con los que fabricamos nuestros utensilios más importantes. Por otro lado, la radiación solar es la fuente primaria de toda la vida en la Tierra, que empieza con la fotosíntesis clorofílica. Finalmente, el stock terrestre es una fuente de energía despreciable si se lo compara con el Sol. Muy probablemente, la vida activa del Sol ─durante la cual la Tierra recibirá un flujo de energía solar de importante intensidad─ durará otros cinco mil millones de años. Pero, por increíble que parezca, todo el stock terrestre apenas produciría el equivalente a unos cuantos días de luz solar. [...] Lo que ha ocurrido con la lucha entrópica del ser humano a través de los últimos doscientos años es, a este respecto, una historia reveladora. Por un lado, gracias al progreso espectacular de la ciencia, el ser humano ha alcanzado un grado casi milagroso de desarrollo económico. Por otra parte, este desarrollo ha obligado al ser humano a forzar la utilización de los recursos terrestres hasta un grado increíble (por ejemplo, la perforación de pozos petrolíferos en la plataforma continental). También ha mantenido un crecimiento de la población, acentuando así la lucha por la alimentación y, en algunas zonas, elevando esta presión a niveles críticos. La solución, apoyada unánimemente, es un incremento en la mecanización de la agricultura. Pero veamos qué es lo que esta solución significa en términos de la entropía. En primer lugar, al eliminar al socio tradicional del campesino ─el animal de tiro─, la mecanización de la agricultura permite que toda la tierra cultivada sea destinada para la producción de alimentos (y al forraje únicamente en lo que sea necesario para el abastecimiento de carne). Pero el resultado final, que es el más importante, es un cambio del factor de baja entropía procedente de la fuente solar por la baja entropía procedente del stock terrestre. El buey o el búfalo de la India, que deriva su poder mecánico de la radiación solar captada por la fotosíntesis, es reemplazado por el tractor, que se produce y opera con la ayuda de la baja entropía terrestre. Y lo mismo se puede aplicar a la sustitución del abono por los fertilizantes artificiales. En definitiva, [...] la mecanización de la agricultura es una solución que, aunque inevitable en el atolladero actual, es antieconómica a la larga. [...] la fase industrial de la evolución del ser humano terminará mucho antes de que deje de brillar el Sol. Lo que llegue a suceder entonces (si es que la humanidad no se ha extinguido con algún bicho totalmente resistente o algún producto químico insidioso) resulta difícil de predecir. El ser humano podría continuar con vida regresando a la etapa recolectora de moras silvestres, como una vez lo hizo. Pero a la luz de lo que sabemos sobre la evolución, no parece probable que pueda haber una regresión. El resultado es claro. Cada vez que producimos un Cadillac, destruimos irrevocablemente una cantidad de baja entropía que, de otra manera, podría utilizarse para producir un arado y una azada. Es decir, cada vez que producimos un Cadillac, lo hacemos al precio de disminuir la cantidad de vidas humanas en el futuro. El desarrollo económico por medio de la abundancia industrial puede ser ahora una bendición para nosotros y para aquellos que puedan gozarlo en un futuro cercano, pero definitivamente va contra el interés de la especie humana como un todo, si es que su interés es tener una vida tan larga como sea compatible con su dotación de baja entropía. [...] Sólo debido a su naturaleza biológica (a sus instintos heredados) el ser humano se ocupa del destino de algunos de sus descendientes inmediatos, generalmente no más allá de sus bisnietos. Y no hay cinismo ni pesimismo en creer que, aunque a la humanidad se le haga saber el problema entrópico de la especie, ésta no estaría dispuesta a renunciar a sus actuales lujos para que la vida de los humanos sea más fácil de aquí a diez mil o, ni siquiera, mil años. Una vez extendidos los poderes biológicos por medio de los artefactos industriales, el ser humano se hizo, ipso facto, no sólo dependiente de una fuente muy escasa de mantenimiento de la vida, sino que también se hizo adicto a los lujos industriales. Es como si la especie humana pareciera decidida a llevar una vida corta pero extravagante»; [pp. 62-67].
Texto 4
Bioeconomía: el desarrollo económico como extensión de la evolución biológica en el marco de la termodinámica
«Me propongo mostrar que el proceso económico es sólo una extensión de la evolución biológica y, por esta razón, las cuestiones económicas más importantes deben ser consideradas completamente desde este nuevo punto de vista. [...] Lo que hace única nuestra especie es su extraordinario modo de evolucionar. [...] La característica sobresaliente de la especie humana es que no esperó a la tremendamente lenta evolución biológica para poder realizar acciones que ninguna otra especie podía hacer. El ser humano puede ahora correr más rápido que un guepardo, cargar pesos más grandes que un elefante, y volar más deprisa y más alto que un pájaro. [...] Cuando surgió el Homo sapiens, apareció como un animal que utilizaba miembros separables ─esto es, miembros que no eran parte de su cuerpo (soma) con los que cada individuo está dotado desde el nacimiento, sino aquellos que se producían y utilizaban tanto como se necesitasen─. Siguiendo a Alfred J. Lotka, podemos referirnos a estos como órganos exosomáticos, y aquéllos que forman parte del cuerpo como endosomáticos. La cuestión importante es que ambas clases de órganos sirven esencialmente para lo mismo. [...] Es a través de la creciente producción de miembros separables más poderosos, rápidos y afilados como la especie humana se ha convertido en lo que somos en la actualidad y lo que seremos también en el futuro. El desarrollo económico no es otra cosa sino la extensión de la evolución biológica. [...] Todos los seres vivos luchan por los medios de su supervivencia. Nosotros no somos una excepción. Pero las otras criaturas necesitan sólo la energía solar y algunas sustancias químicas procedentes del suelo, el aire y las aguas. Debido a que nuestros órganos exosomáticos se producen ordinariamente con la ayuda de recursos minerales, el ser humano se ha acabado convirtiendo en un agente geológico; de hecho, el único entre el conjunto de todas las especies. El control sobre los recursos minerales ha estado detrás de todas las grandes conmociones históricas, ya fueran guerras o migraciones. [...] A pesar de esta clara evidencia, la economía estándar prefirió ignorar el papel absolutamente crucial jugado por los recursos naturales en el proceso económico. [...] En la época del nacimiento de la economía estándar, los recursos naturales parecían existir en una cantidad virtualmente ilimitada (lo que pudo muy bien haber sido la razón por la que también Karl Marx negó cualquier papel a los recursos naturales en el proceso económico). [...] Desde el punto de vista de los fenómenos vitales, tanto en el medio ambiente como en todo el universo, lo que ocurre está sujeto a las leyes no de la mecánica sino de la termodinámica. [...] Esto significa que la materia-energía disponible se degrada de forma continua e irrevocablemente en una forma no disponible. [...] No solo es la energía [...], sino que es también la materia la que se disipa continua e irrevocablemente. [...] La ley de la entropía es la raíz de la escasez económica. [...] el proceso económico [...] toma materia-energía del entorno y, después de utilizarla, la devuelve en forma no disponible al mismo medio ambiente [...]. Un flujo de entrada (input o insumos) de recursos valorables entra en el proceso y un flujo de salida (output) de lo que generalmente se conoce como "residuos", sin valor desde el punto de vista económico, sale del proceso. [...] la Tierra en sí misma es, para cualquier finalidad práctica, un sistema cerrado [...]. [...] como no existe un flujo de entrada de materia [...], está claro que la continua degradación entrópica de la materia en un sistema cerrado debe alcanzar un punto en el que el trabajo interno no pueda continuar desarrollándose. Dicho de otra manera: un sistema cerrado no puede ser un estado estacionario [...]. A la vista de esto, a muy largo plazo, la materia puede convertirse verdaderamente en el motivo de escasez fundamental para la humanidad. [...] el argumento de que la salvación ecológica de la humanidad descansa en la economía de estado estacionario se da de bruces contra los hechos entrópicos discutidos en estas páginas, además de contra la estructura geológica del planeta. Sólo la lucha, la continua lucha con una naturaleza cicatera, es lo que le espera al futuro de la humanidad. Nuestra mayor esperanza consiste sólo en atenuar su intensidad. Un inventario de nuestra dotación entrópica y de nuestras potencialidades nos ayudará a encontrar el camino hacia una meta más modesta, aunque esperemos que alcanzable»; [pp. 69-91].
Texto 5
La energía nuclear: un auténtico pacto fáustico
«Otra alternativa abierta a la humanidad es la energía nuclear. [...] algunos opinan que podría proporcionar abundante energía para una población de veinte mil millones de personas durante, quizás, un millón de años. Pero este plan a gran escala está lleno de problemas por las consecuencias no previstas para la especie humana, y tal vez para toda la vida terrestre. Representa, de hecho, un auténtico pacto fáustico. Los defensores de este pacto no nos dicen cómo almacenar de manera segura los residuos nucleares. Ni tampoco sugieren qué hacer con las montañas de residuos mineros resultado de la extracción del uranio [...]. Es una preocupación aún más grave el que sólo sean necesarias unas ocho libras de plutonio 239 para fabricar una simple bomba atómica. Y no existe forma de asegurar que el plutonio 239 no vaya a parar a manos que no están controladas por mentes sensatas. Sólo en Estados Unidos, cientos de libras de material nuclear se encuentran ya sin contabilizar. Desde luego, la humanidad está en la encrucijada más fatídica de su historia. El sueño de los físicos de la reacción nuclear [de fusión] controlada (que, aunque no completamente limpia, sea relativamente segura) sigue siendo todavía un sueño. Las esperanzas que alguna vez fueron optimistas han ido tomando gradualmente tintes escépticos»; [pp. 93-94].
Texto 6
La cantidad de población humana que puede soportar la Tierra no depende tan sólo de cuántos alimentos y recursos podamos producir, sino, también, del lapso de tiempo que se pretenda mantener esa cantidad de población con un sistema productivo determinado
«La economía estándar no se ha equivocado sólo en ignorar completamente el papel económico de la naturaleza. Su segundo error ha sido su negativa a reconocer el tamaño de la población como un factor a tener en cuenta en el problema económico. Habiendo abrazado desde fuera la creencia en el crecimiento ilimitado [...] la economía estándar relegó la doctrina de Malthus a la más baja reputación. [...] Obviamente uno no puede aceptar a Malthus y, al mismo tiempo, predicar la manía del crecimiento. La verdad es que Malthus no era lo suficientemente malthusiano, pues no negó que la población pudiera crecer sin límite, sino que no lo podía hacer más rápido que los medios de subsistencia. [...] Lo que deberíamos retener como algo valioso de Malthus es que el tamaño de la población ejerce una presión sobre los recursos disponibles. Este problema ha sido en gran medida mal entendido, con la consecuencia de que una parte importante de la literatura ha crecido alrededor del concepto de población óptima. Actualmente, algunos opinan que la Tierra podría alimentar a cincuenta mil millones de personas siempre que las mejoras técnicas agrícolas se aplicaran a toda la superficie potencialmente cultivable. Lo que estos autores olvidan decirnos es durante cuánto tiempo podría la Tierra mantener tal población. [...] durante cuánto tiempo podría sobrevivir una población de incluso sólo un millón de personas. Las respuestas a estas cuestiones dependen principalmente de los métodos que se utilicen para aumentar los alimentos. Una agricultura mecanizada con variedades de alto rendimiento recorta la vida de cualquier población, con independencia de su tamaño, porque la agricultura mecanizada con variedades de alto rendimiento constituye [...] un inmenso despilfarro de recursos. Sustituye factores que dependen principalmente de la radiación solar ─animales de carga, estiércol, rotaciones de barbecho─ por factores que agotan los recursos terrestres ─tractores, gasolina, fertilizantes químicos─. No tenemos mejores células solares operando a ras de suelo que el caballo, el buey o el búfalo de agua»; [pp. 96-97].
Texto 7
Un programa bioeconómico como alternativa al crecimiento insostenible de nuestras sociedades industriales
«A riesgo de ser calificado de utópico [...] sugeriré un viejo programa bioeconómico de mi propia cosecha. Primero, debe cesar completamente la producción de todos los instrumentos de guerra. [...] Segundo, la población de cualquier lugar, no sólo de los países sobrepoblados, debe reducirse a los niveles en que pueda ser alimentada solamente con agricultura orgánica. [...] Tercero, los países subdesarrollados deben ser ayudados a eliminar el hambre y sus espantosas consecuencias. [...] que ellos puedan ser alimentados por sí mismos. [...] No hará falta decir que este programa implica [...] la renuncia de los países ricos a su extravagante modo de vida, por no mencionar su manía del crecimiento. Sin este cambio de verdad, la desigualdad entre los países ricos y pobres es muy probable que aumente [...]. Cuarto, mientras esperamos la llegada de una nueva, limpia y abundante fuente de energía para aprovecharla, la población de cualquier sitio debería cesar su exceso de consumo en calefacción, refrigeración, alumbrado o velocidad. Esto principalmente ahorraría energía pero también economizaría materiales. El camino más seguro para lograrlo es rechazar muchas bendiciones de la tecnología bautizadas como progreso. [...] Quinto, la humanidad debe eliminar las ansias por lo "más grande y mejor" [...]. Sexto, deberíamos curarnos a nosotros mismos de la influencia de la moda [...]. Aparte de su vaciedad, la moda es probablemente el mayor despilfarro energético en los países desarrollados»; [pp. 101-103].
Texto 8
Actualmente, el primero de nuestros mandamientos debería ser la solidaridad intergeneracional
«Un precepto apropiado a nuestra época, en la que la lucha del ser humano sobre los recursos naturales amenaza la supervivencia de toda la especie, es el siguiente: "Ama a tu especie como a ti mismo" para que la generación actual y la futura puedan disfrutar de la vida plenamente»; [p. 105].

Nicholas Georgescu-Roegen, Ensayos bioeconómicos, edición de Oscar Carpintero, Catarata, Madrid, 2021.