miércoles, 2 de diciembre de 2020

Jorge Riechmann, "Otro fin del mundo es posible, decían los compañeros. Sobre transiciones ecosociales, colapsos y la imposibilidad de lo necesario"

CONTEXTOS
JORGE RIECHMANN
OTRO FIN DEL MUNDO ES POSIBLE, DECÍAN LOS COMPAÑEROS. SOBRE TRANSICIONES ECOSOCIALES, COLAPSOS Y LA IMPOSIBILIDAD DE LO NECESARIO

selección de
Raúl Garrobo Robles

La presentación del libro de Jorge Riechmann que ofrecemos a continuación apareció publicada por primera vez en el número 24 de la revista de filosofía Bajo Palabra (año 2020) y puede ser consultada en el siguiente enlace:

* * * * *

Por deseo de Fortuna, ésa a la que los griegos llamaban Týche, redacto estas líneas sobre el último libro del filósofo madrileño Jorge Riechmann, Otro fin del mundo es posible, decían los compañeros, al tiempo que los españoles ─como buena parte del resto de los habitantes del planeta─ asistimos desde la familiaridad de nuestros hogares al doloroso pero intelectualmente estimulante simulacro de “fin del mundo” que nos proporciona la pandemia de coronavirus. Azar, fortuna, capricho del destino... ¿Estamos seguros de ello? Si el conocimiento fundado en la experiencia acumulada por la ecología durante, al menos, los últimos 50 años (desde el primer informe al Club de Roma, del año 72, sobre Los límites del crecimiento) no está equivocado ─y más parece que esta crisis sanitaria, antes que refutarlo, viene a apuntalarlo─ ver contingencia donde debería reconocerse concatenación sería sintomático de la misma ceguera que nos conduce peligrosa e implacablemente hacia nuestra propia destrucción. Pues a nadie con verdadera disposición cívica se le escapa que los efectos nocivos que nuestro modo generalizado de vida provoca sobre la coyuntura simbiótica de la biosfera, por un lado, y la actual crisis sanitaria a la que asistimos atónitos, por otro, se encuentran ambos vinculados por la dimensión global y enajenante del neoliberalismo económico. Estas líneas, en todo caso, no pretenden ser una valoración de la amenaza que para la humanidad supone la pandemia de COVID-19, sino del más reciente libro de Jorge Riechmann, obra en la que éste se ocupa del inminente colapso de la civilización industrial al que nos vemos arrastrados por causa de ese mismo mal que también está detrás del coronavirus y del que, sin embargo, como si de un anatema se tratara, no hablan los medios de comunicación de masas. Por fortuna ─o por voluntad─, no sucede así en nuestras aulas.

Comienza Riechmann haciéndonos tomar conciencia respecto de dónde nos encontramos: el tiempo para las transiciones ecosociales ha caducado. Procurar atajar la terrible amenaza que supone el calentamiento global para la vida sobre la Tierra por medio de baterías eléctricas, energías renovables y “crecimiento verde”, tal y como defiende la propuesta económica conocida como Green New Deal, llega ya tarde. Pretender corregir nuestros excesos depositando nuestra confianza en la misma senda de crecimiento económico que nos ha traído hasta aquí debería, cuanto menos, hacernos sospechar. Con el limitado margen temporal de que disponemos, ¿podemos considerar esta propuesta como viable? El estudio de lo sucedido desde 2014 en la isla canaria de Gorona del Hierro ─prosigue Riechmann─ funciona en el libro como paradigma actual de la insuficiencia de las energías renovables para abastecer por sí solas la enorme demanda de energía de nuestras sociedades. Tampoco Dinamarca, Suecia ni Alemania, países que ‘lideran’ la transición energética, han reducido por unas u otras causas sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). ¿Cuáles son, pues, las expectativas reales del ‘crecimiento verde’? Los obstáculos con los que éste colisiona son fundamentalmente dos: primero, la necesidad de dar continuidad a un extractivismo para el que, a pesar de todo, no estarían a su alcance suficientes metales ni recursos minerales como para satisfacer la demanda necesaria para completar la transición energética; y, segundo, el vertiginoso incremento de la degradación de los espacios naturales y la inaceptable contaminación que conllevaría tal intensidad extractivista. A la luz de estos hechos y de la información debidamente reunida por Jorge Riechmann, el Green New Deal del autoproclamado ‘crecimiento verde’ se revela ante nosotros como la voluntad del sistema hegemónico ─el mismo sistema voraz que ahora nos conduce hacia el colapso de la civilización industrial─ de seguir sacando tajada a expensas de alimentar el consumismo de quienes son conducidos acríticamente a creer que con baterías de litio, coches eléctricos, aerogeneradores y más crecimiento económico, pero no con contención y sustentabilidad, todo se va a solucionar. Es más, aunque dispusiéramos de suficientes recursos en cobre, cobalto, carbonato de litio, neodimio, disprosio, etc. y por alguna razón el descalabro extractivista no colapsara definitivamente el frágil equilibrio de los ecosistemas, el grueso de las emisiones de GEI que conllevaría esta transición durante el período de tiempo que duraría su implementación ─varios decenios─ nos aproximaría peligrosamente a la posibilidad de convertir nuestro hogar en una ‘Tierra cocedero’ inhabitable.

Recordemos ─como hace Jorge Riechmann─ que el informe especial de 2018 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPPC) encargado por las Naciones Unidas para orientar sus líneas de actuación establece una reducción del 50% de las emisiones de CO2 para 2030 y de su totalidad para 2050 con objeto de evitar un incremento de la temperatura de 1’5ºC respecto de los niveles preindustriales. Entre los distintos efectos del calentamiento global que ya se dejan sentir entre nosotros destaca el deshielo de las nieves perpetuas, como las del Ártico ─para las que se prevé su desaparición estival a partir de 2022─, pero también las de Groenlandia y la Antártida, así como del gelisuelo o permafrost de las regiones donde la tundra domina el paisaje natural. Bajo estas vastas extensiones de hielo se encuentran retenidas enormes concentraciones de gases de efecto invernadero, como el metano ─cuyos efectos nocivos son muy superiores a los del CO2─ que, de ser liberadas ─como ya habría comenzado a suceder─, ocasionarían un ‘super eructo’ que aceleraría vertiginosamente el calentamiento global. Con más de 400 partes de CO2 por millón en nuestra atmósfera y con un panorama tan desalentador como el que acabo de esbozar, el margen de tiempo de que disponemos para evitar los peores escenarios del calentamiento global es, como se ve, incompatible con la apuesta por el crecimiento insosteniblemente acelerado del Green New Deal. Ante una situación de emergencia climática como ésta, la humanidad no puede dejarse entretener por el espejismo de un ‘crecimiento verde’ que, lejos de resolver los problemas del Siglo de la Gran Prueba, los agrava, puesto que, cuanto más tiempo transcurre, tanto más se nos hurta la posibilidad de llegar en algún momento a resolverlos. Como Odiseo en la isla de Calipso ─llorando amargamente cada mañana por el ansiado regreso, pero entregándose por las noches al goce de yacer con la misma diosa que se lo impide─, sólo renunciando a nuestro mal enfocado hedonismo llegaremos a tiempo de empuñar el arco que únicamente nosotros podemos tensar. Este regreso a tiempo de Odiseo a Ítaca nos sirve como analogía para ilustrar el menos malo de nuestros futuribles, pero también nos recuerda que la Odisea, frente a la Ilíada, supone el final de la época heroica, esto es, que no existe ya la manera de evitarnos el colapso de la civilización industrial.

El colapso de la civilización industrial ─afirma Riechmann─ es, pues, ineludible. No hay transición ecosocial que pueda ya impedirlo. Pero esto no significa que no se precisen en modo alguno transiciones ecosociales. Es más, del éxito de estas últimas dependerá que el colapso que nos aguarda se produzca de forma contralada o, por lo contrario, en términos hobbesianos, lo que supondría la proliferación de escenarios en los que la humanidad terminaría actuando para consigo misma egoísta y violentamente. Por ello, si los rasgos fundamentales que perfilan la definición de ‘colapso’ son la ralentización económica, la fragmentación social, la pérdida de complejidad en todos los sentidos y la reducción demográfica, colapsar de manera controlada sólo podrá significar evitarnos el genocidio y el fascismo que lo alimentaría. Este ‘buen’ colapsar requeriría la renuncia al exceso de centralidad que en nuestros días acaparan el desarrollo tecnológico y el crecimiento económico. Con semejante descentralización se estaría apartando del omphalós de nuestra civilización tanto la ‘tecnolatría’ como el imperio del crecimiento medido exclusivamente en términos de PIB y se estaría situando en su lugar toda una suerte de valores humanos volcados en el amor a nuestros hijos e hijas, nietas y nietos; en la libertad fuera del horizonte del consumismo; en el sentimiento de pertenencia a una comunidad que trasciende la suma de los individualismos; en el trabajo con sentido ─no alienante─; en la riqueza medida en tiempo y en vínculos sociales; en la ‘copertenencia’ ─suzamen gehören─ con nuestro entorno natural, animal, cósmico…; valores humanos, todos ellos, que habrían de devolvernos la dignidad y la ‘vida buena’ extraviadas mientras recorríamos la senda del crecimiento mal entendido. Sin embargo ─insiste repetidamente Jorge Riechmann─, el mal de nuestro tiempo hace que lo ecológica y socialmente necesario sea cultural y políticamente imposible, por lo que una transvaloración como la que acabamos de describir requeriría de la construcción de un potente movimiento social a favor del ecosocialismo. Impulsada por una minoría social capaz de poner en marcha cambios fundamentales y renegando de estrategias populistas que le resultarían incompatibles con sus aspiraciones, esta ‘Operación Noé’ ─nombre con el que podría ser conocida tal iniciativa─ habría de transformar la mentalidad hegemónica reorientando su inducida disposición por el crecimiento material hacia un orden de crecimiento más acorde con los límites biofísicos de nuestro planeta y con los fundamentos éticos del ser humano.

Jorge Riechmann.

SELECCIÓN DE TEXTOS

Texto 0
Recordemos

«Recordemos: para evitar que la temperatura global aumente más de 1’5ºC con respecto a los niveles preindustriales, la humanidad debe reducir sus emisiones de dióxido de carbono (CO2) hasta aproximadamente la mitad de los niveles actuales de aquí a 2030, y hasta 0 de aquí a 2050. Así lo establece el informe especial encargado por las Naciones Unidas al IPCC, donde se estudian los efectos de un calentamiento global limitado a 1’5ºC por encima de los niveles preindustriales, y que se hizo público en octubre de 2018»; [p. 196, n. 229].

Texto 1
Si las transiciones ecosociales son ya imposibles, el Green New Deal que apuesta por el crecimiento verde es una alternativa obsoleta

«Cualquiera que ─en 2012-2013─ se pusiera a estudiar con seriedad la necesidad y posibilidad de transiciones socioecológicas (desde nuestro insostenible capitalismo fosilista y extractivista hacia formaciones sociales sustentables) llegaba rápidamente a una conclusión más bien deprimente: tales transiciones eran, o bien ya imposibles (y en tal caso se asumía la inevitabilidad del colapso ecológico-social de las sociedades industriales), o bien extremadamente difíciles e improbables (el colapso estaba en marcha, según esta segunda posición, pero aún existía una pequeña ventana de oportunidad para evitarlo). Llamemos, para abreviar, pesimista a la primera posición y optimista a la segunda; en 2013 yo cambié desde la segunda posición a la primera. [...] se dijo en varias ocasiones que, tanto si íbamos a colapsar inevitablemente como si no, los pasos prácticos que había que comenzar a dar en ambos escenarios eran esencialmente los mismos. (A mí esta argumentación no me convencía, pero sí a la mayoría de mis compañeros y compañeras). [...] Creo que hoy es posible ver con más claridad que esos dos escenarios sobre transiciones y colapsos ecosociales ─pesimista y optimista─ sí que tienen implicaciones diferentes en cuanto a nuestra posible praxis. Pues el voluntarismo optimista nos insta a encaminarnos hacia propuestas de “crecimiento verde” y Green New Deal para las que hoy, en mi opinión, ya no hay tiempo suficiente ni recursos (ni tiempo para evitar desenlaces catastróficos, ni suficientes recursos materiales y energéticos sin devastar la biosfera). Y que, creo, resultan contraproducentes para las perspectivas de supervivencia (y bienestar humano) a medio y largo plazo»; [pp. 12-13].

Texto 2
Los porcentajes de combustibles fósiles quemados y de emisiones de CO2 no han cesado de crecer conforme nos acercamos al momento presente

«Sólo durante el siglo XX la humanidad ha consumido unas diez veces la energía usada durante el milenio anterior [...] ─esencialmente en forma de carbón, petróleo y gas natural. [...] las emisiones globales de CO2 procedente de combustibles fósiles [...] desde la crisis económica que comenzó en 2007 hasta hoy […] [son tantas] como en los dos primeros siglos de sociedad industrial. [...] Otra cuenta, no en términos de emisiones sino de combustibles fósiles quemados: pues bien, la mitad de todos ellos (los combustibles fósiles quemados a lo largo de toda la historia humana) se han quemado desde 1990 hasta hoy. [...] y esto ocurrió durante los años de la “crisis climática” en los que los Homo sapiens ya no podían pretender que no entendían la amenaza que representaba su conducta, y de hecho prometieron repetidamente hacer algo al respecto»; [pp. 14-15].

Texto 3
Gorona del Viento: paradigma actual de la insuficiencia de las energías renovables para abastecer por sí solas nuestra excesiva demanda de energía

«[...] un desarrollo reciente ─la electrificación parcial de la isla canaria del Hierro con energías renovables─ puede servirnos como “miniestudio de caso” para juzgar de forma realista las posibilidades de “solución técnica” para los problemas socioecológicos [...]. “El Hierro prescinde del petróleo”, se anunciaba a bombo y platillo en prensa y televisión, el verano de 2014. [...] Pero esto es pura fantasía: veámoslo. El 27 de junio de 2014 se inauguró la central hidroeólica de Gorona del Viento (abreviaremos CHE), permitiendo a los diez mil habitantes de la isla canaria abastecerse parcialmente de electricidad renovable (eólica, para ser más precisos). Cinco aerogeneradores, dos depósitos de agua a diferente altura y un sistema de bombeo conforman lo esencial del dispositivo. [...] Reparamos en que el proyecto nació en 1981: y se materializa parcialmente, con gran aparato propagandístico, 33 años más tarde. [...] en realidad, las mismas fuerzas que pusieron palos en las ruedas son las que hoy intentan colgarse las medallas [...] Y al final, lo que tenemos es sólo un proyecto piloto, uno más. Afirmaciones propagandísticas como “con la CHE se habrá conseguido el objetivo de ser 100% renovable”, o "con la CHE conseguiremos el autoabastecimiento energético de la isla”, están completamente fuera de lugar. El Hierro sólo ha logrado prescindir de una parte pequeña del petróleo con que la isla está funcionando actualmente... [...] En suma, Gorona del Viento aporta apenas el 12-13% de la energía usada en el Hierro; el 87% restante sigue siendo energía fósil. No es como para echar las campanas al vuelo, ¿verdad? [...] Las energías renovables no pueden proporcionar el sobreconsumo energético que hoy nos parece “normal” [...]. El problema con que nos topamos es que el paso primero y principal de cualquier transición energética a la sustentabilidad, en sociedades como la nuestra, debería ser: usar mucha menos energía. Y esto significa aceptar alguna clase de empobrecimiento voluntario»; [pp. 17-20].

Texto 4
El puesto de los automóviles eléctricos en nuestra sociedad “cochecéntrica”: no disponemos de suficientes minerales y metales para reemplazar el parque móvil actual
«Para una sociedad “cochecéntrica” como es la nuestra, el gran fetiche de la transición ecológica es el coche eléctrico: se da a entender constantemente, desde la cultura dominante, que reemplazar los motores de combustión por motores eléctricos nos conduciría al edén de la virtud ambiental y permitiría hacer frente de modo efectivo al calentamiento global. Sin embargo, la triste realidad es que no hay suficientes minerales y metales en la corteza terrestre para permitir tal transición. [...] para reemplazar todos los coches y camionetas del Reino Unido por vehículos eléctricos (sin incluir camiones ni vehículos pesados, y suponiendo el uso de baterías muy eficientes), harían falta al menos 207.900 toneladas de cobalto, 264.600 toneladas de carbonato de litio y 7.200 toneladas de neodimio y disprosio, además de 2’3 millones de toneladas de cobre. Esto representa, sólo para un país, excluyendo los vehículos pesados, y sólo para un componente de la supuesta transición ecológica, casi el doble de la producción mundial anual de cobalto, casi la entera producción mundial de neodimio, tres cuartas partes de la producción mundial de litio y al menos la mitad de la producción mundial de cobre (con cifras de 2018)»; [pp. 20-21].

Texto 5
La propuesta de “crecimiento verde” del Green New Deal requiere cantidades de cobre y de otros metales y minerales que están completamente fuera de nuestro alcance

«Hablemos un poco más de cobre, un metal clave para la estrategia de electrificación intensiva que está en el corazón de las propuestas de Green New Deal. Tadeus Patzek ha hecho algunos cálculos: "[...] deberían desplegarse unos 4.500 millones de toneladas de cobre en forma de cables y todos los dispositivos fabricados con cobre. Esta cantidad es seis veces mayor que todo el cobre actualmente producible en el mundo”. [...] la corteza terrestre no ofrece metales y minerales suficientes para una supuesta transición ecológica planteada en términos de sustitución de los combustibles fósiles por renovables de alta tecnología (y eso sin hablar de la devastación de ecosistemas que acarrearía la intensificación de la actividad minera)»; [pp. 21-23].

Texto 6
Dinamarca, Suecia, Alemania: países que “lideran” la transición energética y que, sin embargo, mantienen de una u otra manera sus emisiones de GEI intactas
«[...] el climatólogo Kevin Anderson retrata las “transiciones energéticas 100% renovables” que no plantean el cambio sistémico, a partir del caso danés, supuestamente ejemplar: “Dinamarca ciertamente ha liderado el camino de la electricidad [a partir de fuentes renovables], pero sus emisiones totales de dióxido de carbono apenas han cambiado desde 1990, una vez que se tienen en cuenta la aviación, el transporte marítimo, las importaciones y las exportaciones. [...] Lo mismo sucede con otros países “ejemplares” como Suecia: según las cifras oficiales, las emisiones de GEI se han reducido un 26% desde 1990. Pero si incluimos todas las emisiones, como las asociadas al transporte, la aviación y los bienes importados, las emisiones suecas no se han reducido en absoluto: solo se han exportado al extranjero. [...] El caso alemán es sin duda de muchísimo interés para este asunto, con su rápida penetración de las renovables en el sistema eléctrico a partir de 2005. Pero, esencialmente, están sustituyendo la energía nuclear (tras la decisión de 2011 de cerrar progresivamente las centrales electronucleares) mientras que el uso de carbón y gas natural no disminuye. Y las emisiones de GEI básicamente no se reducen»; [pp. 24-25].

Texto 7
En cuestión de fuentes de energía, no es suficiente con hacerlo mejor (fuentes renovables), sino que se precisa también hacer menos (contracción energética)
«Una transición energética hacia sociedades sustentables quiere decir, sin duda, energías renovables (y una descarbonización muy rápida de la economía). Así que la pregunta clave resulta ser: para mantener sociedades complejas ¿qué pueden proporcionarnos las fuentes renovables de energía? [...] Una buena síntesis de nuestra situación la proporciona Emilio Santiago Muíño: "[...] el 100% renovable debe ir unido a una economía poscrecimiento. Sin duda, esto supondría una transformación civilizatoria revolucionaria que no sabemos hacer. (...) No se trata de hacerlo mejor, sino de hacer menos [...]”. [...] las fuentes renovables de energía no pueden proporcionar la superabundancia de los combustibles fósiles a la que nos hemos acostumbrado, ni por tanto hacer viable un próspero “capitalismo verde” [...]. Según [Antonio] Turiel, una estimación realista del potencial máximo que pueden proporcionar las energías renovables estaría entre un 30 y un 40% del consumo total mundial actual. [...] Una transición al “100% renovable” sólo saldría bien si fuese al mismo tiempo una salida igualitaria del capitalismo y una contracción de emergencia, reduciendo drásticamente nuestro uso de energía (condiciones que, por desgracia, no parecen estar a nuestro alcance...)»; [pp. 26-28].
Texto 8
El “capitalismo verde” del Green New Deal no sólo supone más extractivismo y destrucción de la riqueza natural de la Tierra, sino que, además, ni siquiera asegura inicialmente la urgente reducción de los gases de efecto invernadero

«¿Qué suponen las estrategias expansivas de tipo Green New Deal en términos de emisiones de GEI y de destrucción de la trama de la vida? La respuesta a lo segundo es fácil: seguir intensificando la aniquilación de vida [...] Más extractivismo, más destrucción de biodiversidad, más degradación de ecosistemas, más eliminación de seres vivos. Pero ¿con respecto a lo primero? ¿Al menos un Green New Deal encierra la promesa de la reducción rápida de GEI (Gases de Efecto Invernadero) que necesitamos, so pena de calentamiento global apocalíptico a corto plazo (dentro del siglo XXI)? Me temo que no, para nada. [...] una transición de ese tipo intensifica la actividad económica y el extractivismo al menos durante el plazo (varios decenios) de instalación de la nueva tecnosfera; lo más que cabe esperar de forma realista, a mí juicio, sería una estabilización de las emisiones. Tomemos como proxy la cuestión del coche eléctrico, otra vez. Según un estudio dirigido por Christoph Buchal (Universidad de Colonia) y publicado por el Instituto Ifo de Múnich, vehículos eléctricos como el Tesla tienen emisiones de CO2 significativamente más altas que los coches con motores diésel (ello se debe a la importante cantidad de energía utilizada en la extracción y el procesamiento de litio, cobalto, manganeso y otras materias primas críticas para la producción de automóviles eléctricos, y especialmente sus baterías). En otro estudio el coche eléctrico, de acuerdo con análisis de ciclo de vida [...] practicados por investigadores chinos, emite sólo el 18% menos que un vehículo con motor de combustión interna. Esta clase de resultados muestran la debilidad de los paradigmas expansivos de “capitalismo verde”»; [pp. 28-29].

Texto 9
Lo ecológica y socialmente necesario es cultural y políticamente imposible

«[...] suelo decir: lo ecológica y socialmente necesario es cultural y políticamente imposible. Pero hay que recordar enseguida las palabras de aquel sabio que fue Jesús Ibáñez: “Cuando algo es necesario e imposible hay que cambiar las reglas de juego: para inventar nuevas dimensiones”. [...] Lo ecológicamente necesario es cultural y políticamente imposible. Y lo políticamente posible no sale de la trayectoria mortal en la que nos hallamos: ecocidio más genocidio. Lo que tiene potencial de mayorías no nos saca del atolladero ecológico. [...] Y lo que nos sacaría del atolladero ecológico no tiene potencial de mayorías»; [pp. 30 y 37].

Texto 10
Es altamente improbable que las políticas de “crecimiento verde” puedan evitar el calentamiento global por encima de los límites deseables gracias al crecimiento económico sostenido sobre los avances tecnológicos y las energías renovables

«Para la inmensa mayoría de la sociedad, no hay un futuro pensable fuera del crecimiento económico: pero el crecimiento económico es parte del problema, no de la solución. Una sociedad infantilizada parece aceptar de buen grado argumentos infantiles. [...] Por eso hay que subrayar que las políticas de “crecimiento verde” por las que abogan instituciones como el Banco Mundial, la OCDE, la Comisión Europea o el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente son un contrasentido. [...] Según los defensores del Green Growth, la expansión económica continuada sería compatible con la preservación de una biosfera saludable en nuestro planeta, ya que el cambio tecnológico y la sustitución permitirían desacoplar absolutamente el crecimiento del PIB del uso de recursos y las emisiones de carbono. Pero semejante productivismo “verde” no es creíble... [...] Un estudio de Jason Hickel y Yorgos Kallis titulado “¿Es posible el crecimiento verde?” (que publicó la revista New Political Economy en abril de 2019) examina [...] con rigor la cuestión. Analizando los modelos que relacionan el PIB [...] y las emisiones de CO2, estos investigadores muestran que: (1) no hay evidencia empírica de que se pueda lograr un desacoplamiento absoluto del uso de los recursos a escala global en un contexto de crecimiento económico continuo, y (2) es altamente improbable que se logre un desacoplamiento absoluto de las emisiones de carbono a nivel global a velocidad lo suficientemente rápido como para evitar que el calentamiento global supere los límites de 1’5°C o 2°C (Acuerdos de París, 2015), incluso bajo los supuestos políticos más optimistas. [...] “[...] cualquier intento exitoso de lograr reducciones de emisiones adecuadas requerirá de una reducción proporcional de la demanda de energía global”, ha concluido Kallis. Estamos hablando otra vez, si no edulcorados las cosas, de empobrecimiento voluntario»; [pp. 31-33].

Texto 11
La energía es poder

«[...] en el pasado, cada gran transformación (revolución) en el modo de producción ─comenzando por la Revolución neolítica─ aumentó la cantidad y la densidad de la energía usada por los seres humanos. Lo que necesitamos ahora ─y con extrema urgencia─ es lo contrario: usar menos energía (y por ello vivir en promedio con menos bienes y servicios, más localmente y más despacio). Esto supone empobrecimiento, [...] ─aunque descendemos desde tan alto, en los países sobredesarrollados, que podríamos decrecer mucho y aun así vivir bien en términos materiales. Pero no se trata sólo ─es obvio─ de decrecimiento y vivir bien con menos. Reparemos en cómo la palabra power, en inglés, significa tanto “energía” como “poder”. La disponibilidad de energía puede incrementar nuestros poderes-capacidades (y lo ha hecho históricamente), pero también el poder de dominación. [...] La transición energética [...] pone de inmediato sobre la mesa, con crudeza, las luchas contra la dominación y por la emancipación humana»; [pp. 35-36].

Texto 12
Crecer por dentro para decrecer por fuera
«Hablamos de “transformación verde” o de “transiciones ecológicas”, y esto suena bien. Pero tendríamos que tener el valor de llamar a las cosas por su nombre: si no nos hacemos trampas en el solitario, eso significa empobrecimiento. El discurso del “decrecimiento feliz” no es que sea engañoso, pero omite señalar algo importante: usar menos energía quiere decir hacer menos cosas. Menos actividades de las que ahora apreciamos: turismo y viajes, sin ir más lejos. Para sociedades enganchadas a las satisfacciones consumistas compensatorias, esto supone un problema grave. “Viviríamos mejor”, es cierto ─pero sólo si un cambio cultural concomitante nos permite una Umwertung aller Werte (diríamos con Nietzsche), una metamorfosis axiológica que sitúa la lentitud, la sobriedad, la espiritualidad y el amor en el pináculo de nuestros valores»; [p. 36].
Texto 13
La trampa de los combustibles fósiles: la energía contenida en un barril de petróleo equivale a 11 años de trabajo humano

«¿Cómo hemos llegado hasta aquí? [...] ha sido, sobre todo, la magia de los combustibles fósiles. Y la magia de los combustibles fósiles es al mismo tiempo la trampa de los combustibles fósiles. Hoy, en un solo día, consumimos unos siete mil años de la acumulación fotosintética que llevó a la formación de los combustibles fósiles. A medida que va agotándose el inmenso tesoro fósil que ha posibilitado dos siglos de crecimiento económico acelerado, las ilusiones se disipan. [...] Nos negamos a aceptar algo muy esencial: transición energética (o ecológica, de manera más general) significa, entre otras cosas, empobrecerse materialmente. Un Ministerio de Transición Ecológica tendría que llamarse (si no nos engañamos a nosotros mismos) Ministerio de Empobrecimiento Material Para Ir Empezando. (Una razón muy de fondo para eso es la equivalencia que he evocado más de una vez: estamos en la senda de descenso de nuestro uso de combustibles fósiles, y un barril de petróleo ─159 litros─ supone 1.700 kWh, mientras que una jornada de trabajo humano son 0'6 kWh. Es decir, la energía contenida en el barril de petróleo equivale a 11 años de trabajo humano (2833 jornadas laborales, cinco días a la semana, dan esos 11 años).). Y a la hora de plantear algún elemento de empobrecimiento, nuestra respuesta es: sí, pero que lo hagan otros. [...] Que se aprieten el cinturón los privilegiados. Y en cada escalón de la brutal pirámide de desigualdad planetaria cada cual puede señalar a alguien situado más arriba, salvo la élite criminal situada en el vértice (la cual se dice a sí misma: en la catástrofe que viene, nosotros sobreviviremos con independencia de lo que ocurra al resto). La estructura de la trampa dentro de la cual nos hemos metido es infernal. Y la misma trampa es un infierno en desarrollo»; [pp. 38-39].

Texto 14
Hacía una “Tierra cocedero” inhabitable

«“La probabilidad de que quede algo de hielo permanente en el Ártico después de 2022 esencialmente es cero”, dice James Anderson, uno de los climatólogos más importantes del mundo. Quienes entienden algo de las realimentaciones positivas del sistema climático y la liberación de metano y dióxido de carbono asociada con el deshielo del permafrost saben lo que eso significa: destrucción y muerte a escala masiva. Se podrían alcanzar los 3°C de incremento (sobre las temperaturas preindustriales) ya hacía 2050 si no se mitigan vigorosamente las emisiones de GEI. La profesora Manola Brunet (presidenta de la Comisión de Climatología de la Organización Meteorológica Mundial) estima que es bastante probable que alcancemos los 2°C en 2035-2040 [...] no cabe excluir el riesgo de que una cascada de retroalimentaciones (colapso de la selva amazónica, descongelación del permafrost, descomposición de los hidratos de metano en el Ártico, aumento de la respiración bacteriana marina, pérdida de las capas de hielo polares o cambios en la circulación oceánica) pueda empujar al sistema Tierra hacia un estado de “Tierra cocedero" inhabitable (hothouse Earth)»; [pp. 42-43].

Texto 15 
Revolución ecosocialista o barbarie; ecosocialismo descalzo o ecocidio seguido de genocidio

«Ojalá las cosas fuesen más sencillas. Mas, por todo lo anterior, creo que hoy no sería ya el momento de pensar en transiciones (ordenadas y graduales) [...] Las alternativas son más bien SOCIALISMO O BARBARIE, REVOLUCIÓN O COLAPSO. Lo que necesitamos es una contracción económica de emergencia, junto con una renaturalización masiva del planeta Tierra: lo he defendido en Ecosocialismo descalzo. La alternativa es revolución (en plazos brevísimos) o colapso. No es que lo digan aguerridos militantes ecosocialistas: lo afirman los científicos que consagran su vida al análisis de esta problemática: (personas nada antisistema sino más bien conservadoras), emitiendo sus informes del IPCC (analizando el calentamiento global) y el IPBES (considerando la Sexta Gran Extinción). [...] Revolución o colapso, pues. Pero ¿quién defendería que, en los plazos brevísimos de que disponemos ─dos o tres lustros, un par de decenios a lo sumo─ y siendo las correlaciones de fuerza las que son, llevaremos a cabo una revolución ecologista, antipatriarcal e igualitaria [...]. Esa revolución ecosocialista y ecofeminista no va a realizarse en tiempo y forma. Se concederá que la probabilidad de que una noche nos acostemos morenos y a la mañana siguiente nos despertemos pelirrojos es extremadamente pequeña. Pues en ese orden de magnitud anda la probabilidad de que una noche nos acostamos capitalistas neoliberales y a la mañana siguiente todos nos despertemos como ecosocialistas y ecofeministas ─que es lo que debería suceder para evitar el colapso catastrófico de las sociedades industriales. Nos quedan, entonces, las perspectivas de colapso ecosocial»; [pp. 46-47].

"Otro fin del mundo es posible".

Texto 16
¿Somos capaces de autocontención?

«Cambiar las reglas económicas, las prácticas sociopolíticas, los valores éticos. Sí, sabemos que deberíamos hacerlo, pues las sociedades industriales de hoy son absolutamente inviables. Pero ¿cuánta gente sabe esto? Y ¿cuánta gente se cree lo que sabe? [...] Y finalmente ¿cuánta está de verdad dispuesta a volver del revés el calcetín de la insustentabilidad? [...] Así, seguimos sin asumir de verdad la cuestión de los límites [...], que será la más decisiva de todo el siglo XXI. Como sociedad, seguimos siendo básicamente negacionistas. [...] “Si lo que se avecina es una barbarie a fuego lento [...] marcada por la proliferación de estrategias desesperadas de supervivencia antes de por formas de solidaridad, ¿no habría que intentar empezar a buscar las bases para construir una salida a la barbarie? ¿Acaso no hay realmente nada desde dónde comenzar?” La gran pregunta acerca de la civilización humana reza: ¿somos capaces de autocontención? Ésa la pregunta ético-política básica. El secreto de la felicidad según el Gran Wyoming: Mentes complejas con gustos sencillos»; [p. 49].
Texto 17
Asistimos al colapso catastrófico de las sociedades industriales, por lo que nuestros proyectos personales de futuro son más que inciertos

«Félix Guattari, en su pequeño clásico del pensamiento ecologista titulado Las tres ecologías, señaló [...] que “bien podría dejar de haber historia humana si no se produce una radical recuperación del control de la humanidad por sí misma”. Tres decenios después, estamos aún más lejos de esa posibilidad de recuperar el control... [...] En el Siglo de la Gran Prueba ¿tenemos perspectivas realistas de “recuperar el control”, o más bien de ganarlo, pues nunca lo tuvimos en el pasado? En realidad, la pregunta sobre si podemos hoy controlar nuestro destino es bastante más específica: ¿podemos escapar de las trampas sistémicas que la Modernidad occidental ha creado ─y que llamamos capitalismo y tecnociencia, con su matriz energética fosilista? [...] Imagine usted cualquier actividad humana, o plan de vida que le gustaría desarrollar en el futuro ─a usted mismo o a sus seres cercanos, atenta lectora, amable lector. A continuación hágase esta pregunta sencilla: ¿se darán las condiciones de estabilidad climática y suministro adecuado de energía y materiales para poder llevar a cabo estos proyectos? Pues bien: sea lo que fuere que haya pensado [...] la respuesta, con certidumbre científica (en la medida en que la ciencia proporciona certidumbre), la respuesta es: NO. Hay dos clases de fenómenos que conducen a que la inercia histórica humana sea enorme, y el cambio intencional controlado muy difícil: (A) paradigmas culturales (cosmovisiones) y (B) dinámicas sistémicas. No resulta nada fácil cambiar nuestras creencias compartidas básicas acerca del mundo (por ejemplo, en la cultura occidental, que Homo sapiens es un ser excepcional separado del resto de la naturaleza) ni los automatismos sistémicos (la aceleración social, pongamos por caso). [...] Estamos en el segundo decenio del siglo XXI, y todo indica que no habrá transiciones socioecológicas razonables [...]. Vamos hacia el colapso catastrófico de las sociedades industriales. Las luchas anticapitalistas se plantean, de forma realista, como si tuviéramos siglos por delante. Pero para evitar lo que se va perfilando como apocalipsis climático, de forma realista, no tenemos ni siquiera lustros: estamos en tiempo de descuento»; [pp. 53-54].

Texto 18
Prever no es vaticinar
«[...] si el futuro es impredecible y no somos deterministas [...] ¿cómo podemos estar seguros de que vamos a colapsar? Hay un abanico de futuros posibles. “El arte y las filosofías sociales expresan las opciones teóricamente posibles. En un extremo, la esperanza en que la salida de los combustibles fósiles desemboque en una sociedad más pequeña, más lenta, más hermosa y mejor. En el otro, el anuncio de un colapso catastrófico que ponga fin a la civilización”. El futuro es inherentemente impredecible, y depende de lo que hagamos y dejemos de hacer los seres humanos; pero podemos estar seguros de que ninguno de nuestros futuros va a estar al margen de las leyes de la termodinámica y la ecología [...]. Y hemos de ser conscientes de que las gigantescas dinámicas de deterioro ecológico-social en curso tienen una inercia cuyos efectos sentiremos incluso si lográsemos mañana mismo emprender un cambio de rumbo radical. [...] ¿Tenemos todavía tiempo para hacer lo que deberíamos haber hecho ya? Así se nos plantea la angustiosa cuestión de los plazos... ¿Se podría aún evitar el colapso? Todo indica que ya no. Y el abismo del colapso civilizatorio que está abierto ante nosotros obliga ─debería obligar─ a replantearnos casi todas las preguntas: antropológicas, filosóficas, ético-políticas, económicas, sociológicas, psicológicas...»; [pp. 61-62].

Texto 19
Conocer la verdad, comprenderla, nos ayuda a sobrellevar la impotencia que provoca la certidumbre del colapso civilizatorio que nos aguarda
«“Una de las grandes batallas hoy es luchar contra ese sentimiento de que el colapso es irreversible”, dice Naomi Klein en una entrevista. Pero si no se trata de un sentimiento, sino de una convicción razonada a partir del mejor conocimiento disponible, ¿no deberíamos comenzar por asumir la realidad? No para quedarnos paralizados, sino para actuar a partir de ahí... “Pero ¿qué esperanza nos dejas?”, se podría preguntar. Respondería: hablemos primero de comprensión, de interpretar veraz y adecuadamente la situación en que nos encontramos, y sólo después de esperanza. Atengámonos primero al mejor conocimiento positivo de que disponemos, y vayamos en un segundo momento a las respuestas, apoyándonos en nuestros mejores principios y valores. Si no, estamos haciendo las cosas al revés ─y no ayudaremos nada a quienes necesitan esperanza. ¿Esto resulta desmoralizador? Mi límite es el respeto a la verdad. [...] ¿Cómo reaccionamos ante un peligro existencial, inminente y muy difícil o ya imposible de evitar? A menudo, apartando la vista y pensando en otra cosa. [...] La gente se tapa las orejas... pero “la única solución es decir la verdad, aunque la gente se tape las orejas” [...]. “No puede ser verdad porque resultaría demasiado espantoso”: a estas alturas de la sangrienta historia humana, y teniendo cerca las matanzas del siglo XX, debería resultar obvio que ésa no puede ser nunca una manera adecuada de razonar. [...] No se trata sólo de la verdad como valor en sí [...]: sucede también que la ignorancia es fuente de miedo. Comprender un proceso negativo ya nos hace algo más fácil arrostrarlo ─incluso si no podemos controlarlo en la realidad. [...] Comprender nos da fuerza ─aunque lo que comprendamos sea espantoso»; [pp. 66-68].

Texto 20
La confianza irreflexiva en los avances tecnológicos (tecnolatría) mitiga el más racional recurso a la revolución ético-política como iniciativa transformadora
«Un factor muy determinante en la falta de reacciones adecuadas en nuestras sociedades es lo que suelo llamar tecnolatría. Uno se pregunta: pero ¿cómo puede ser que una sociedad que dispone de más conocimiento científico que nunca en el pasado, que hasta se llama pomposamente a sí misma “sociedad del conocimiento”, siga avanzando a toda velocidad hacia el abismo, cuando lo que ocurrirá en tal caso es perfectamente previsible? Una parte importante de la respuesta ─no toda ella─ se encuentra en esa confianza irracional en la técnica, o tecnolatría. [...] En una encuesta ─a la que me he referido otras veces─ llamada “Perspectivas de futuro de la sociedad”, realizada en diciembre de 2013 [...] la gran mayoría de la gente respondía que [...] podían fallar los combustibles fósiles y podía haber calentamiento climático, pero la economía seguiría creciendo y el bienestar aumentando. ¿Por qué creían eso? Confiaban en que o bien las energías renovables, o bien éstas más la energía nuclear, o bien estas dos más una tercera, que no se sabe cuál es pero ya está inventada, [...] evitarían la crisis energética. Lo cierto es que cuatro de cada cinco encuestados tenían esa confianza irracional en la técnica. Digo irracional porque si analizáramos la cuestión con la objetividad desapasionada del ingeniero, veríamos que ninguna de estas opciones nos resolverá los problemas... En suma, se diría que la mayoría social mantiene incólume una tecnolatría sin fundamento. Donde haría falta revolución ético-política, se sigue esperando la salvación por la tecnociencia. [...] Señala acertadamente Carlos de Castro que la inadecuada respuesta sociocultural en la presente crisis civilizatoria “es el factor fundamental que hace inevitable el colapso ya. Como físicos, sabemos de los límites biofísicos. Pero es que hay unas barreras autoimpuestas desde hace siglos: son los mitos culturales [...]. El mito del progreso tecnológico creo que es una de las mayores realimentaciones [...] del proceso de colapso»; [pp. 76-78].
Texto 21
¿De qué hablamos cuando hablamos de colapso? Ralentización económica, reducción demográfica, pérdida de complejidad en todos los sentidos y fragmentación social
«Joseph Tainter [...] se fija sobre todo en la composición social. Tras estudiar procesos de colapso de un buen número de civilizaciones históricas, lo define como “una perdida significativa de un nivel establecido de complejidad sociopolítica en un sistema social”, que ha de darse en un periodo “de no más de unas décadas”, distinguiéndose así de otros procesos de declive social “más débiles o más lentos”. [...] “[...] El flujo de información se reduce, la gente comercia e interactúa menos, y en general hay una menor coordinación entre individuos y grupos. La actividad económica decae proporcionalmente a lo anterior”. Jared Diamond comparte el énfasis en el deterioro de la complejidad social, pero además complementa la definición de Tainter añadiendo un fenómeno específico cuantificable: el descenso abrupto de la población humana en un territorio dado. [...] El colapso, sintetiza Carlos Taibo, vendría caracterizado por los rasgos siguientes: un golpe muy fuerte que trastoca muchas relaciones, la irreversibilidad del proceso consiguiente, profundas alteraciones en lo que se refiere a la satisfacción de las necesidades básicas, reducciones significativas en el tamaño de la población, una general perdida de complejidad en todos los ámbitos, una creciente fragmentación y un retroceso de los flujos centralizadores, la desaparición de las instituciones previamente existentes [...]. El ensayista señala que todo esto “se traducirá en una multiplicación extraordinaria de los problemas y en una reducción paralela de la posibilidad de resolverlos”. Así que, amigos y amigas, nada de cuanto peor, mejor...»; [pp. 81-83].
Texto 22
¿Colapso brusco o paulatino?
«Y este proceso, cabe preguntarse, ¿será lento en el tiempo, o más bien repentino? En realidad no podemos saberlo. Hay una tentación a considerar los cambios biosféricos como inscritos siempre en una escala temporal larga [...]. [Carlos Taibo] sitúa la posibilidad de procesos bruscos más bien del lado de los factores políticos y socioeconómicos [...]. Ahora bien, las posibilidades de colapso brusco no vienen dadas sólo por factores sociales (del tipo, digamos, de las burbujas financieras o el ascenso al poder de fascismos que provoquen guerras mundiales): también por factores naturales. Así, un “super-eructo de metano” ártico podría desencadenar un calentamiento global muy rápido, incontrolable y catastrófico. [...] La reducción de la energía neta que nos proporciona el sistema de petróleo (que es la principal fuente energética de las sociedades actuales) también conduciría a un colapso repentino si fuese muy rápida [...]. Y por otra parte, como suele subrayar Carlos de Castro, “todo se realimenta”. Es decir, diversas dinámicas destructivas consideradas aisladamente pueden ser relativamente lentas (descenso energético, cambio climático, efectos políticos de las migraciones masivas, problemas de abastecimiento de agua y alimentos...), pero consideradas en su conjunto y con las múltiples retroacciones mutuas (feedback loops), el resultado puede ser un desenlace rápido. Con todo, y sin poder descartar esa clase de acontecimientos catastróficos, probablemente el colapso no va a ser demasiado rápido: ¡impacientes abstenerse!»; [pp. 83-84].

Texto 23
Colapsar mejor significa evitar la pérdida de cuantas vidas humanas sea posible
«La diferencia entre un mejor o peor colapso vendrá determinada, a mí juicio, por el hecho de que se materialice o no un genocidio. (La pendiente actual nos lleva a un ecocidio, que traería consigo un genocidio; Malthus regresa en el siglo XXI. “La agricultura va a derrumbarse globalmente a causa del cambio climático y no vamos a poder alimentar a todo el mundo. Y cuando esto suceda van a estallar guerras...”). Es decir: colapso, en dos palabras, significa pérdida de complejidad socioeconómica acompañada de una acusada disminución de población; si logramos evitar lo último, habremos logrado colapsar mejor. Si llegásemos a la segunda mitad del siglo XXI habiendo logrado evitar un descenso demográfico catastrófico y estuviéramos en camino de construir sociedades mucho más sencillas, frugales e igualitarias, basadas en tecnologías intermedias robustas, que se olvidasen del PIB como supuesta medida de bienestar, que usarán muchos menos materiales y energía, lo habríamos hecho lo mejor posible en las difíciles circunstancias actuales. Esta perspectiva es la que vengo sugiriendo llamar ecosocialismo descalzo»; [p. 85].
Texto 24
Enfrentar la tragedia climática conlleva tener presente que no se trata tan sólo de un conflicto entre el 1% ─los poderosos─ y el 99% restante, sino, ante todo, de un conflicto contra nosotros mismos
«[...] Nuria Del Viso [...] enmarca la tragedia climática “en términos de conflicto entre unos ─los poderosos─, que están primando su propia seguridad y minusvalorando el bienestar del resto, y otras ─las mayorías─, que pugnan tanto por influir sobre las élites como por reunir sus propias fuerzas para cuidarse en común”. Pero eso es ponerse las cosas demasiado fáciles... ¿Es un conflicto del capital contra la vida? Sí. Pero ¿eso equivale a un conflicto del 1% frente al 99%? No. Porque responder afirmativamente supondría no reconocer que el capital es una relación social que penetra el entero cuerpo social, una relación social de la que también el 99% forma parte. Por eso nuestras perspectivas son tan sombrías. Porque no se trata sólo de “la lucha de clases entre los poderosos y todos los demás”: es también un conflicto de nosotros mismos (el 99%) contra nosotros mismos. Todo resultaría mucho más sencillo si lo esencial fuese el conflicto del 99% frente al 1%. Pero el capitalismo es también la enfermedad que va infectándonos al 99%»; [pp. 85-86].

Texto 25
De la expansión al decrecimiento por las buenas o por las malas
«El rasgo que mejor caracteriza la Modernidad euro-occidental que ha moldeado el mundo en los últimos cinco siglos es la expansión: navegación hasta los confines del mundo en la “Era de los descubrimientos”, conquistas y asentamientos coloniales, expansión mercantil, ciencia y técnica orientadas a la dominación, uso de cantidades ingentes de energía fósil, crecimiento industrial, desarrollo de un colosal extractivismo a escala planetaria que (como antes ya observamos) finalmente nos hace chocar contra los límites biofísicos del planeta Tierra... Y ahí se acaba esta historia ─por las buenas o por las malas. Aunque nos hemos acostumbrado a crecer ─y hemos hecho del crecimiento económico un verdadero fetiche religioso─, ahora toca decrecer, por las buenas o por las malas. Nuestro desbocado extractivismo ya no es opción de futuro ─salvo al precio de un genocidio que se lleve por delante a la mayor parte de la población humana»; [p. 94].

Texto 26
Estrategias duales frente al proceso de degradación de la civilización industrial: aspirar a gobernar + construir espacios autogestionados ajenos a las dinámicas capitalistas
«A corto plazo, advertimos perspectivas de descenso energético y crisis económica prolongada, con elevados niveles de paro y desprotección social.[...] Y las perspectivas de colapso civilizatorio no dejan de hacerse más reales y cercanas. Todo ello aconseja, en mi opinión, una estrategia compleja que incluiría, en primer lugar, prever oleadas de “depresión social” y desencanto e ir ingeniando desde ya mismo formas de “vacunar” contra las mismas... [...] Y el fascismo va a ser ─ojalá me equivoque─ un peligro constantemente presente a lo largo de los decenios que vienen. En segundo lugar, hemos de potenciar las iniciativas autogestionadas de construcción comunitaria a todos los niveles. Sin grandes avances en las dimensiones de igualdad, cooperación y cuidado resulta difícil imaginar buenas salidas a la crisis presente (o al menos salidas no tan malas). [...] La tarea de construir espacios liberados debe sin duda ocupar lo mejor de nuestros esfuerzos. Y en tercer lugar, quizá deberíamos practicar una estrategia dual, en el sentido siguiente: por un lado, pelear con fuerza por las máximas cuotas posibles de poder institucional, para democratizar las instituciones (buscando esos avances en las dimensiones de igualdad, cooperación y cuidado). Pero al mismo tiempo, por otro lado, deberíamos no ilusionarnos con esas perspectivas institucionales y ser bien conscientes de los muy estrechos límites impuestos al ejercicio de ese poder, y los muchos condicionantes a que estará sometido. Y proporcionar entonces como mínimo la “tolerancia” de esas nuevas autoridades electas, y siempre que sea posible el apoyo activo, para formas extensas de experimentación social poscapitalista autoorganizada desde abajo»; [pp. 95-96].
Texto 27
Frente a la crisis de nuestro tiempo, lo que verdaderamente necesitamos es construir movimiento social
«Hoy no necesitamos (prioritariamente) acumular más datos sobre la crisis multidimensional [...]: necesitamos sobre todo construir movimiento social. Los problemas ecológicos son, esencialmente, asuntos sociopolíticos y culturales. [...] Hoy no necesitamos (prioritariamente) más avances técnicos, aunque algunos de ellos pueden ser bienvenidos, sino otra praxis social. Necesitamos construir movimiento social. Tiene razón el economista Jean-François Noubel cuando apunta que “los mayores retos de la humanidad no son el hambre, la pobreza, el desarrollo sostenible, la paz, la salud, la educación, etc., sino nuestra capacidad de organizarnos colectivamente para poder resolverlos”. Lo “verde” no es el coche eléctrico, pongamos por caso: es caminar, pedalear y usar transporte colectivo. Darnos cuenta de esto resulta fundamental»; [p. 107].
Texto 28 
Inspiración para afrontar la transformación socioecológica en siete pasos
«¿Cómo proporcionarnos motivación ético-política suficiente, en nuestras sonámbulas e infantilizadas sociedades? ¿A qué podemos recurrir como perspectiva positiva? Diría que sobre todo a estos siete elementos:
1. El amor por los hijos e hijas, las nietas y nietos [...]. 
2. Libertad real [...] fuera del horizonte de consumismo totalitario que se nos ofrece como única opción [...]. Esta libertad real se coimplica con la igualdad, como he argumentado en otros lugares.
3. Comunidad ─y este vivir en comunidad (en comunidades) resulta esencial para los simios súper sociales que somos los seres humanos. [...] 
4. De esa existencia menos alienada formaría parte el trabajo con sentido, que puede convertirse en un placer ─incluso cuando se trata de duro trabajo físico, en el campo por ejemplo─ [...]. 
5. Riqueza en tiempo y en vínculos sociales, capaz de compensar las pérdidas de riqueza material que se seguirán de la renuncia al extractivismo. [...] 
6. Una existencia de resonancia con la vida y conexión con el cosmos. La resonancia (en el sentido que dio a este término el filósofo canadiense Charles Taylor) es en cierta forma lo contrario de la alienación. Como señala Hartmut Rosa, “la vida buena se obtiene resonando con nuestro entorno, viviendo conectados con el mundo [...]” [...]. 
7. Un nuevo sentido de la vida (vida buena con dignidad humana y tratando bien a la Tierra, reconciliando natura y cultura) que puede proporcionar buenos mimbres para tejer el cesto de la “autorrealización” (vida lograda o cumplida). La sensación de vivir una vida con sentido (incluso si tiene aspectos duros y comprometidos) es una de las motivaciones más fuertes que podemos experimentar los seres humanos»; [pp. 107-109].

Texto 29
“La operación Noé” para conformar mayorías ecosociales es incompatible con una estrategia populista
«Necesitamos construir un potente movimiento social a favor del ecosocialismo / ecofeminismo, la resiliencia comunitaria, la sustentabilidad y el colapsar mejor; algo que quizá podríamos llamar “operación Noé”. [...] ¿Quiere esto decir ganar una mayoría social numérica? Desde luego, no en los comienzos [...]. No creo, por desgracia, que hoy podamos aspirar a un “populismo ecologista” mayoritario. Repárese en que todo populismo se basa en construir un “nosotros” bueno (el 99%) que haga frente al “ellos” malvado (el perverso 1% [...]) ─mas esto no sirve en el caso de la crisis ecológica global, en un país como España. [...] En el caso del ecologismo y la crisis ecológico-social, “ellos” somos también “nosotros”. La respuesta adecuada a nuestra trágica situación sería conciencia de especie, responsabilidad biosférica, compasión universal ─pero eso no proporciona munición para una estrategia populista. Por desgracia, a corto plazo, lo ecológicamente necesario hoy ─que incluye una contracción económica de emergencia─ resulta cultural y políticamente imposible»; [p. 112].

Texto 30
La minoría capaz de poner en marcha cambios fundamentales
«Una cámara oculta colocada en un ascensor sueco permite observar las reacciones de la gente ante una escena de violencia de género. “Un joven grandullón maltrata verbal y físicamente a una muchacha: la arrincona e insulta con las palabras más soeces, le tira del pelo, grita que la va a matar. La víctima gimotea y pide ayuda. Mientras esto sucede, vamos viendo a diversas personas que comparten el ascensor con ellos. Se ponen de espaldas, no dicen ni palabra, salen corriendo. Son hombres y mujeres, solos o en parejas. Una señora mayor tiene la desfachatez de protestar diciendo: ‘Eh, que no están solos, esperen a que me vaya’, como si el único derecho que estuviera conculcando el energúmeno fuera el de fastidiarle su tranquilidad. Es un vídeo increíble, aterrador. Al fin, una mujer de unos treinta y tantos años se enfrenta al maltratador y le dice: ‘Si la vuelves a tocar llamo a la policía’. Subieron 53 personas en ese ascensor y sólo reaccionó ella”. Podríamos decirnos: sólo una entre 53... Sólo una minoría del 2%, del 1 % está a la altura. Pero ¡atención! Pues ésa puede ser la levadura que fermente el pan entero. Recordemos por ejemplo una de las mejores iniciativas de regeneración sociocultural que nunca han existido en nuestro país, la Institución Libre de Enseñanza [...]. Pues bien, en la celebración de sus “bodas de oro” en 1926 la Institución “sólo podía enorgullecerse de tener 158 alumnos” [...]. Cuantitativamente, una miseria; pero cualitativamente enorme. Fue una minoría capaz de poner en marcha cambios fundamentales desde una perspectiva de bien común ─cambios que por desgracia anuló la sublevación clerical y fascista de 1936... Los estudios sobre movimientos sociales y difusión de la innovación social muestran que bastan “minorías concienciadas” de entre un 3 y un 5% de la población para poner en marcha cambios culturales y sociales que en ciertas circunstancias acaban siendo mayoritarios. La condición para el éxito es más bien la transversalidad de estas minorías: sus integrantes no deben estar limitados a una subcultura o nicho social particular [...], sino formar parte de todos los grupos sociales relevantes (grupos de edad, por sexo, profesiones, etc.). [...] El mensaje en definitiva sería: podemos ser pocos al principio, pero eso no importa tanto como no quedar encerrados en guetos subculturales»; [pp. 112-114].


Jorge Riechmann, Otro fin del mundo es posible, decían los compañeros. Sobre transiciones ecosociales, colapsos y la imposibilidad de lo necesario, Barcelona, MRA Ediciones, 2019.