martes, 7 de abril de 2020

Jorge Riechmann y Albert Recio, "Quien parte y reparte... El debate sobre la redución del tiempo de trabajo"

CONTEXTOS
JORGE RIECHMANN Y ALBERT RECIO
QUIEN PARTE Y REPARTE… EL DEBATE SOBRE LA REDUCCIÓN DEL TIEMPO DE TRABAJO

selección de
Raúl Garrobo Robles

En el año 1997, a las puertas del siglo XXI, Icaria Editorial publicaba el libro de Jorge Riechmann y Albert Recio Quien parte y reparte… El debate sobre la reducción del tiempo de trabajo, de cuya segunda edición (1999) nos servimos para esta presentación de la obra con selección de textos. Por aquellas fechas la evolución del PIB revelaba que la salida de la todavía reciente recesión de comienzos de los 90, por la cual los españoles ─como se nos sugirió─ debimos “ajustarnos el cinturón”, se había producido en términos macroeconómicos, aunque el coste laboral y humano del supuesto logro apuntaba hacia la desestabilización de las relaciones laborales ─generalización de la temporalidad, precarización del empleo, contratación a tiempo parcial, proliferación del trabajo “negro”, feminización de la pobreza, etc.─. Cinco lustros después, y con otra devastadora crisis económica de por medio, España se encamina de nuevo hacia una recesión, sólo que ahora es el grueso de las sociedades industriales el que asiste atónito ante la debacle de la producción y el consumo producida por el confinamiento autoimpuesto ante la pandemia del coronavirus SARS-cov-2, mundialmente conocido como Covid-19. Con independencia de cuál sea la causa de una recesión, prevemos que en materia laboral los intereses económicos del capital ─corporaciones supraestatales, grandes fortunas, paladines ideológicos del neoliberalismo, etc.─ actuarán ante esta crisis como lo hicieron en las anteriores: induciendo el desempleo a través de ese mecanismo diabólico que es la socialización de las pérdidas. Es por ello que los conocimientos y reflexiones vertidos por Riechmann y Recio en su libro conforman ─hoy como ayer─ un contundente instrumento intelectual para oponer a ese reparto del paro que defiende el capital la redistribución entre todos del trabajo socialmente necesario.

Comienzan nuestros autores recordándonos que el desempleo, lejos de ser una contingencia del constante vaivén de los ciclos económicos, es condición necesaria del sistema capitalista. Gracias a él ─en cualesquiera de sus modalidades: flexibilización del despido, abuso del empleo a tiempo parcial, trabajo “negro”, etc.─ se logra controlar mejor las fluctuaciones económicas. El miedo al paro, además, es un excelente instrumento para disciplinar a todos aquellos trabajadores que pudieran ver en la lucha de clases el vehículo para una creciente emancipación. Todo ello permite al empresario recurrir al mercado de fuerza de trabajo en condiciones más que ventajosas. A esto hemos de unirle la ciega aceptación de los postulados neoliberales por parte de los medios de información, para quienes, sencillamente, la versión proletaria de una economía sostenida principalmente por la fuerza de trabajo ─verdad que ha puesto al descubierto la crisis sanitaria detonada por el coronavirus─ no merece siquiera ser tenida en cuenta. Ante tales circunstancias, las estrategias individuales y la protección en la familia terminan imponiéndose frente a la lógica de comportamiento colectivo como clase. No debe extrañarnos, pues, que el planteamiento que ve en la reducción del tiempo de trabajo ─esto es, en el reparto del trabajo socialmente necesario─ una de las medidas que habrían de aliviar el sufrimiento humano en tiempos de crisis y recesión caiga finalmente en saco roto. Pero si algo en claro deberíamos de haber sacado en todo este tiempo de entrecrisis que es el capitalismo en un mundo global es que vivimos en un sistema agonizante para el que, según lo siente el que desde él es vivido, no existe alternativa al insostenible crecimiento económico y material. O lo que es lo mismo: que, para perpetuarse en su irrenunciable avance hacia el colapso que no quiere reconocer, el capitalismo no dudará en llevarse por delante a cuantos haga falta. El desempleo, la precarización laboral, la deshumanización de la fuerza de trabajo… son las únicas constantes que podemos esperar del sistema capitalista en esta nuestra actual crisis.

La alternativa, tal y como la exponen Riechmann y Recio, pasaría por el reparto del trabajo socialmente necesario tanto dentro como fuera del ámbito doméstico, lo que mitigaría la depauperización de la mujer trabajadora, por un lado, e impulsaría la reducción de la jornada laboral semanal, por otro. Es decir: trabajar todos y todas para así trabajar menos y poder vivir mejor; repartir el trabajo socialmente ineludible para así disponer de más tiempo autodeterminado, tiempo para nuestro crecimiento interior y para el cuidado de nuestras relaciones interpersonales, produciendo lo indispensable, consumiendo lo necesario y, en consecuencia, integrándonos simbióticamente en el conjunto de la biosfera. Con ello no sólo estaríamos atajando la proliferación del desempleo, sino que se estaría igualmente promoviendo la sustitución de las pautas de ocio y consumo capitalistas por otras más acordes con la dimensión ética y solidaria del ser humano. Pues, no lo olvidemos, el modelo productivo del neoliberalismo dominante desatiende los límites biofísicos de nuestro planeta y nos conduce hacia el colapso de la civilización industrial. Finalmente, esta reducción del tiempo de trabajo podría financiarse a través de diversos mecanismos por medio de los cuales los fondos destinados a la indemnización de los desempleados se reorientarían hacia estrategias de redistribución del empleo y de los ingresos como la del contrato de solidaridad, la de reducción voluntaria de la jornada propuesta por Michel Albert o la de la “segunda nómina” de Guy Aznar, entre otras. Las diversas consecuencias negativas que se derivarían de la adopción del subsidio universal incondicional (SUI), el cual ─según Riechmann─, conlleva la institucionalización de la holganza y el “derecho a la pereza”, lo descartarían como alternativa al reparto del trabajo. Pues éste ─el trabajo─, como apuntara André Gorz en su libro Capitalismo, socialismo, ecología, de entrada hay que hacerlo, tanto si gusta como si no.

Éstos que hemos expuesto y otros méritos que encontrará el lector en la selección de textos que viene a continuación ─siempre que no pueda leerlos, al menos por el momento, en el original impreso─ hacen de este libro una obra de plena actualidad para quienes deseen comprender adecuadamente la dimensión laboral de esta enésima recesión económica, con coronavirus, recientemente inaugurada en el mundo global en el que habitamos.

 Jorge Riechmann

Albert Recio

SELECCIÓN DE TEXTOS

Texto 1
La reducción del tiempo de trabajo sucede actualmente, pero en la peor de sus modalidades: el paro masivo
«[...] la reducción del tiempo de trabajo se está practicando ya de manera drástica y generalizada en la mayoría de las sociedades industrializadas, pero en la peor de sus modalidades: el paro masivo [...]. En efecto, si la cuarta o la quinta parte de la población activa no tiene empleo ─como sucede en España─, eso quiere decir que el tiempo de trabajo se ha reducido en un 20 o 25 por ciento. El problema, por tanto, no es si uno está a favor o no de reducir la duración del trabajo, sino qué modalidad de la misma se quiere aplicar. [...] La hipocresía del establishment político al abordar estas cuestiones impresiona. De creer sus declaraciones, se desviven haciendo lo posible y lo imposible por resolver ‘el problema del paro’, continuamente caracterizado como ‘el problema más grave de nuestra sociedad’. (Caracterización a la que asiente el sufrido pueblo encuestado, cuando le interrogan al respecto). El desempleo actual no es una fatalidad natural, sino una cuestión profundamente política: lo que está en juego es nada menos que la estructura de poder y riqueza en las sociedades capitalistas del siglo XXI. El paro es la consecuencia previsible y prevista de las políticas económicas que decide y aplica ese mismo establishment, en beneficio de los intereses del gran capital»; [Riechmann, pp. 11-12].
Texto 2
El debate sobre la reducción del tiempo de trabajo en el contexto histórico-social actual
«Para ser comprensible, el debate sobre el tiempo de trabajo ha de situarse en el contexto que forman varios procesos histórico-sociales de enorme alcance: -la lucha secular del movimiento obrero por limitar la explotación de la fuerza de trabajo y crear una sociedad más justa; -la lucha secular del feminismo por abolir la división sexual del trabajo; -los enormes progresos en la productividad del trabajo humano asociados al industrialismo capitalista. (Hoy, en España, sólo se necesita un trabajador para producir lo que cinco en 1962); -la crisis del Estado asistencial; -la crisis ecológica global, generada por el enorme impacto de nuestros sistemas socioeconómicos sobre la biosfera en la segunda mitad del siglo XX»; [Riechmann, pp. 12-13].
Texto 3
Consecuencias de la tecnologización del trabajo
«[...] acerca del ritmo de sustitución del trabajo humano por autómatas y robots, sí que parece cierto que la microelectrónica permite ahorrar trabajo y capital a la vez, incrementando simultáneamente la producción, y que en la actualidad la inversión tiende a no ser ya creadora sino destructora de puestos de trabajo. El resultado neto depende a medio plazo de si tales líneas de inversión intensivas en capital estimulan a su alrededor el surgimiento de actividades complementarias más intensivas en trabajo, y en qué grado. Pero por lo pronto está claro que la panoplia de nuevas tecnologías desplaza mano de obra profesionalmente obsoleta, y que la oferta de nuevos puestos de trabajo lo es de ocupaciones generalmente menos cualificadas y en régimen de contratación precaria»; [Riechmann, p. 16].
Texto 4
Consecuencias de la desestabilización de las relaciones laborales: temporalidad, precariedad, subcontratación y trabajo ‘negro’
«La desestabilización de las relaciones laborales (equivocadamente presentada como ‘flexibilización’ por los gobiernos y los patronos) [...] favorece el trabajo temporal, la contratación a tiempo parcial según criterios empresariales, la subcontratación y diversas formas de trabajo inseguro y trabajo ‘negro’ a expensas del empleo estable (sea o no a tiempo completo). En la empresa, la mano de obra tiende a dividirse en un menguante núcleo central de trabajadores permanentes ─a tiempo parcial o completo─ y un creciente grupo periférico de trabajadores temporales inestables. Tal sistema permite controlar mejor las fluctuaciones irregulares o estacionales de la actividad económica [...] y reducir los costes de la mano de obra»; [Riechmann, p. 17].
Texto 5
La precariedad laboral incide sobre la fragmentación de la clase trabajadora
«La generalización de las diversas formas de trabajo precario para el trabajador y ‘flexible’ para el capital no solo degrada la situación de importantes sectores de obreros no cualificados, jóvenes y mujeres, que soportan bajos salarios, carencia de protección social, inestabilidad, malas condiciones sanitarias y nulas perspectivas de cualificación y promoción; también ha roto la espina dorsal del movimiento obrero segmentando al conjunto de la clase trabajadora en niveles y experiencias distintas, entre los que dejan de funcionar mecanismos de solidaridad y transmisión de las ventajas conseguidas por el movimiento sindical en los sectores mejor situados. El único lugar de encuentro entre esas distintas realidades vuelve a ser la familia tradicional, unidad de consumo en la que convive en el parado, la subcontratación doméstica a destajo, los jubilados, el joven con trabajo en prácticas, la ‘empleada del hogar’ que también es ama de casa, el empleado fijo y el drogadicto. Las estrategias individuales y los lazos del grupo familiar se anteponen a la lógica de comportamiento colectivo como clase»; [Riechmann, pp. 17-18].
Texto 6
El retroceso del paro no depende necesariamente del crecimiento económico
«La respuesta oficial frente al ‘problema del paro’ es que necesitamos más crecimiento económico. Pero varias circunstancias hacen problemática está recomendación: a) En primer lugar, el crecimiento de la producción solo crea empleo cuando supera al crecimiento de la productividad del trabajo humano [...]. Pero eso, en general, ya no ocurre en los países industrializados del Norte [...]. En las fases de auge económico de los años 80 y 90 hemos hecho la experiencia de [...] un crecimiento sin generación de empleo, que ni siquiera consigue hacer retroceder el paro a los niveles anteriores a la fase recesiva inmediatamente precedente. b) Para reabsorber las altas tasas de paro actuales a base de más crecimiento económico, se precisarían unas tasas de crecimiento que son sencillamente imposibles. [...]. c) Las tasas de crecimiento económico que serían necesarias para reabsorber el paro masivo en los países del Norte son [...] imposibles a todas luces, pero además no son deseables por razones psicológicas y de solidaridad Norte-Sur»; [Riechmann, pp. 19-21].
Texto 7
Sobre Vattimo, la tendencia actual a la reducción del trabajo socialmente necesario y la falacia que, como consecuencia de esto, postula una necesaria desestabilización del empleo
«En su artículo ‘El fin del empleo’ (El País, 4-5-96), el filósofo italiano Gianni Vattimo aventura que [...] “la innovación tecnológica [...] reduce la necesidad de mano de obra necesaria para todas las producciones tradicionales y para numerosísimos servicios, y [...] que, en el futuro, la cantidad de trabajo humano necesaria para hacer funcionar la máquina del mundo está destinada a reducirse; y que, como corolario, el trabajo que todavía esté disponible ya no tendrá el carácter estable y definitivo al que tradicionalmente estábamos acostumbrados. [...] Uno relee dos o tres veces el párrafo y se queda un poco mareado. De la reducción del trabajo socialmente necesario no se sigue la desestabilización del empleo [...]: podríamos trabajar menos y trabajar todos y todas en empleos estables. Lo que se opone a está hipotética nueva configuración social es el poder del capital [...]. Sólo dando por sentado que persistirá en el futuro la actual debilidad del movimiento obrero, y que persistirá una correlación de fuerzas favorable a quienes compran fuerza de trabajo en un mercado laboral, puede uno afirmar la desestabilización del empleo como un destino inevitable. [...] parece sumisión esencial a la agresiva y reaccionaría oleada de legitimación capitalista que recorre el mundo»; [Riechmann, pp. 21-22].
Texto 8
El desempleo no es un hecho natural, sino el efecto de la sociedad capitalista
«El desempleo no es un hecho natural. La mayoría de las sociedades humanas han padecido muchos problemas económicos, como la pobreza, la desigualdad, la explotación, el agotamiento del medio natural... pero no han conocido el desempleo masivo en su forma actual. Éste constituye un efecto particular del tipo de instituciones que rigen la vida económica en la mayor parte de las sociedades actuales, las que podemos definir como economías capitalistas [...]. El trabajo asalariado es una de las instituciones centrales de las sociedades capitalistas. Su generalización está asociada al desarrollo de una estructura de propiedad que ha privado a una enorme masa de población de acceso directo a los principales medios de producción, volviéndola incapaz de desarrollar por sí misma un proceso productivo autónomo. [...] El desempleo constituye un producto típico de las sociedades en las que el trabajo se organiza principalmente a través de mercados laborales y empresas capitalistas. [...] El desempleo es un resultado específico de aquellas sociedades donde la actividad laboral es objeto de un comercio mercantil y los propietarios de los medios de producción son los que deciden cuánta gente contratan en función de sus perspectivas de rentabilidad privada. El desempleo se deriva de la existencia de un particular régimen de propiedad y al mismo tiempo es un mecanismo que asegura el buen funcionamiento de estas economías, en la medida que constituye un poderoso medio de disciplina social y de freno a las pretensiones para alterar la distribución de la renta»; [Recio, pp. 24-27].
Texto 9
El desempleo no es tanto el producto del auge de la tecnología como el efecto de las relaciones sociales que rigen el sistema económico capitalista
«Una de las posibles consecuencias del cambio técnico es la de aumentar la productividad del trabajo, la cantidad de bienes producidos por unidad de trabajo. Pero de ello no se puede derivar mecánicamente la aparición de desempleo. [...] en una sociedad colectivista, una mejora tecnológica de este tipo se traduciría en aumento del consumo o reducción de la jornada laboral, en lugar de provocar el desempleo de una parte de la población. Por ello, al analizar el desempleo, el énfasis principal debe ponerse en las relaciones sociales que rigen el sistema económico y no en la tecnología. [...] concentrarse en la idea de un paro tecnológico me parece completamente erróneo. El alto volumen de desempleo actual se explica precisamente porque, desde mediados de los años setenta, las clases dominantes han conseguido imponer políticas económicas estrictamente diseñadas para mantener elevado el nivel de desempleo; y son estas políticas, más que el desarrollo tecnológico, las causantes de la tragedia actual»; [Recio, pp. 27-28 y 37].
Texto 10
Reparto del trabajo productivo y reproductivo: la redistribución del trabajo doméstico
«Repartir el trabajo puede suponer una razonable demanda igualitaria en la medida que el trabajo es una carga necesaria para garantizar el nivel de producción. [...] Pero si el objetivo igualitario consiste en repartir la carga, la exigencia debería ser el reparto de toda la carga, no solo la de la parte que se realiza como trabajo asalariado. Este sentido del ‘reparto del trabajo’ conduce a tomar en consideración lo que ocurre en el espacio extramercantil. Es evidente que también en este campo se dan enormes desigualdades, pero éstas no se relacionan con el tener o no tener empleo, sino con realizar más o menos trabajo no mercantil. Ahora bien: son las mujeres, obedeciendo a una antigua y renovada división sexual del trabajo, las que realizan la mayor parte de este trabajo; [...] para las mujeres el acceso a un empleo asalariado no ha supuesto ni la eliminación del trabajo doméstico ni su redistribución. [...] Esta idea de reparto del trabajo productivo y reproductivo entre hombres y mujeres [...] no sólo propone desarrollar servicios públicos (guardería, atención a las personas mayores...), sino que también sugiere la necesidad de adecuar la jornada laboral a las necesidades reproductivas, la promoción de campañas institucionales en pro de la corresponsabilización, la introducción del aprendizaje de las tareas domésticas en el sistema escolar...»; [Recio, pp. 28-30].
Texto 11
El ecologismo desaconseja el aumento de la producción y del consumo como vías para generar más empleo
«[...] ha aparecido una [...] posición, que considera el no crecimiento de la producción total como un objetivo positivo. Ésta es la posición de gran parte de la corriente ecologista, para la que el crecimiento es incompatible con las constricciones naturales del planeta [...]: una mayor producción agravaría las tensiones ambientales y resultaría insostenible a medio plazo. Cualquier proyecto ecológicamente sostenible pasa por contener el crecimiento de la producción y, por tanto, bloquea la posibilidad de generar empleo aumentando los niveles de consumo. [...] Diversos autores han indicado el contrasentido de apostar por un crecimiento material continuado en un mundo que tiene dimensiones finitas y está regulado por procesos naturales irreversibles [...]. Pero me parece inadecuado que tal observación se traduzca simplemente en considerar que deba tomarse como único mecanismo de ajuste del empleo la variación de la jornada laboral»; [Recio, pp. 37-38].
Texto 12
Duración de la semana laboral desde mediados del siglo XIX hasta hoy
«La estrategia de reducción generalizada de la jornada laboral [...] constituye una de las líneas fundamentales de acción del movimiento obrero a lo largo de su historia. La semana laboral media del obrero industrial europeo duraba unas 85 horas a mediados del siglo XIX; en la actualidad oscila alrededor de las 40 horas. Desde 1960, la semana de trabajo normal ha disminuido en un promedio de 8 a 10 horas y el número de días de vacaciones se ha multiplicado»; [Riechmann, p. 42].
Texto 13
El desempleo: mecanismo de disciplinamiento de la clase trabajadora y pieza fundamental del sistema coercitivo del capitalismo
«[...] es bastante evidente el interés de los patronos en conservar tasas altas de paro y precarizar el trabajo, como factores de disciplinamiento de la clase trabajadora. [...] siempre preferirán que los incrementos de productividad se traduzcan en desempleo antes que en reducción de la jornada laboral. En su ensayo de 1943, ‘Aspectos políticos de la ocupación plena’, subrayaba Kalecki: “Bajo un régimen de pleno empleo, el ‘despido’ dejaría de desempeñar su papel como medida disciplinaria. [...] crecería la confianza en sí misma y la conciencia clasista de la clase trabajadora. Las huelgas para pedir aumentos salariales y mejoras en las condiciones de trabajo crearían tensión política. [...] el desempleo es parte integrante del sistema capitalista normal”»; [Riechmann, pp. 42-43].
Texto 14
Reducir los salarios junto con la jornada laboral no merece el nombre de reparto del trabajo, sino ‘reparto del paro’
«Las organizaciones patronales argumentan siempre que una reducción del tiempo de trabajo no basta para mejorar el nivel de empleo si no la acompaña la reducción salarial proporcional. Se ‘olvidan’ interesadamente de un hecho fundamental: las reducciones de jornada van casi siempre acompañadas de incrementos de la productividad horaria del trabajador o trabajadora. [...] Por tanto, si el salario real ─descontada la inflación─ disminuye en la misma proporción en que disminuye la jornada, se está produciendo casi siempre una redistribución de rentas en detrimento de los salarios y en beneficio del capital. [...] La reducción de jornada con reducción proporcional del salario no merece el nombre de reparto de trabajo: más bien habría que denominarla reparto del paro, cómo sugiere Guy Aznar. [...] Este reparto del paro es desfavorable a los trabajadores. Frente a él, los sindicatos de clase sostienen razonablemente que las empresas podrían mantener el nivel de los salarios sin merma ninguna de beneficios, porque la reducción de la jornada laboral va acompañada casi siempre de un aumento de la productividad»; [Riechmann, pp. 43 y 49-51].
Texto 15
Aceptación de la hegemonía de los postulados neoliberales por parte de los medios de información
«[...] la hegemonía cultural de la derecha es hoy tan fuerte que en los debates sobre reformas económico-sociales con dos versiones, una de derechas y otra de izquierdas, automáticamente la discusión queda confinada a la versión de derechas (el reparto del paro, en la terminología que acabamos de introducir). La versión de izquierdas ni siquiera se considera, y la reforma como tal corre el peligro de quedar desacreditada en su conjunto»; [Riechmann, p. 52].
Texto 16
La creación de empleo por causa de la reducción de la jornada laboral exige la reorganización previa de los turnos de trabajo y la existencia de una formación profesional adecuada
«[...] otra cuestión fundamental: la reordenación de los tiempos de trabajo y la consiguiente introducción de más turnos. Esta eventual combinación de menos jornada con más tiempo de funcionamiento de las unidades productivas representa tal vez la situación más favorable para la reivindicación de nuevos puestos de trabajo. [...] Si la incorporación de un nuevo empleado no permite variar la producción, es difícil que la empresa lo contrate. Por el contrario, cuando la reducción de la jornada hace posible introducir un nuevo turno de producción, es bastante posible que se produzca efectivamente una ampliación del empleo. [...] Cuanto más rígida sea la relación entre el puesto de trabajo y un conjunto de bienes de equipo, más difícil será crear empleo con variaciones reducidas de la jornada de trabajo. Por el contrario, resultará más fácil incorporar a nuevas personas en actividades que requieren pocos medios de producción, en las cuales existe una mayor posibilidad de aplicar fórmulas variables de organización del trabajo. De la misma forma, las actividades que pueden realizarse en un mayor abanico de horas diarias permiten una mayor posibilidad de reorganización del empleo que aquéllas que tienen lugar en horarios rígidos (por ejemplo, una jornada de trabajo de 6 horas diarias en una industria puede traducirse en tres y hasta cuatro turnos diarios, mientras que es difícil que los restaurantes puedan generar igual número de turnos si experimentan una reducción parecida de jornada). Por último, cabe considerar que el efecto a corto plazo de una reducción de jornada puede verse limitado por la inadecuación de cualificaciones laborales. Si, por ejemplo, se reducen las horas de quirófano de los cirujanos y no existe un volumen suficiente de cirujanos en paro, a corto plazo no podrán generarse los empleos que potencialmente permiten la reducción de jornada. Por ello, una política de empleo basada en la reducción de la jornada laboral debe ir acompañada de importantes intervenciones en el campo de la organización del trabajo, la regulación de los tiempos de trabajo y la formación profesional»; [Recio, pp. 60-62].
Texto 17
¿Por qué los empresarios prefieren conceder horas extras antes que contratar más trabajadores y por qué éstos aceptan aquéllas?
«Los empresarios tienden a preferir las horas extraordinarias a los nuevos contratos por dos razones complementarias. Por una parte, el alargamiento de la jornada no supone incurrir en nuevos costes de contratación: no hay que formar ni seleccionar a más trabajadores, no hay incertidumbres sobre el comportamiento de los nuevos, no hay que aumentar el número de supervisores, etc. Por otra parte las horas extras permiten un ajuste muy rápido y barato del empleo frente a los cambios en la demanda de productos: si aumenta la actividad aumentan las horas extras; y si se reduce, éstas caen con bastante facilidad. En cambio ir contratando y despidiendo gente, por precario que sea el contrato, resulta siempre engorroso. [...] Los costes de aumentar la jornada son los de mayor fatiga laboral, que en general se manifiestan a largo plazo y preocupan poco a los empresarios. Por parte de los trabajadores, existe mayor predisposición a realizar horas extras cuanto menor es el salario y mayores las expectativas de consumo (o simplemente las obligaciones de pago insoslayables, como por ejemplo la devolución de un crédito hipotecario). Hay que considerar asimismo que en [...] actividades profesionales donde cuenta el currículum, la gente acepta a menudo la realización de horas extras, incluso sin cobrar, porque ello constituye un elemento favorable a su carrera»; [Recio, pp. 63-64].
Texto 18
Empleo a tiempo parcial, feminización de la pobreza y degradación de los derechos laborales
«El debate sobre las modalidades del empleo debe tomar en consideración un hecho adicional: [...] el desarrollo de empleo a tiempo parcial. [...] En teoría se trataría de una modalidad tan válida como la anterior, siempre que se basara en la libre elección personal. Aquellas personas interesadas en compaginar un empleo remunerado con alguna actividad alternativa podrían optar por este tipo de empleos. [...] Pero esta percepción basada en el derecho de cada uno a modular su nivel de consumo y trabajo choca con numerosos obstáculos, que una política madura del tiempo de trabajo tiene que considerar. En primer lugar tenemos el hecho [...] de que una proporción creciente de las personas que ocupan este tipo de puestos de trabajo lo hacen porque no encuentran empleos a tiempo completo. En este caso no se trata de una opción voluntaria, sino de un mero racionamiento del empleo que fuerza a aceptar algo menos preferido. En segundo lugar, el desarrollo del empleo a tiempo parcial no está relacionado con objetivos de reparto del empleo, o con la simple preferencia de los trabajadores, sino con la creciente necesidad de las empresas, especialmente en los servicios, de cubrir puntas de actividad de duración reducida en determinadas horas del día (por ejemplo, comedores) o días a la semana (por ejemplo, los fines de semana en grandes comercios). [...] En tercer lugar y éste es posiblemente el punto crucial, se trata de un empleo mayoritariamente femenino. Esta constatación obliga a preguntarse en qué medida su proliferación, lejos de suponer un avance en un modelo social igualitario, supone un refuerzo de los viejos roles sexuales. [...] hombre con empleo normal y mujer con empleo a tiempo parcial, que se suma a la actividad reproductiva doméstica. [...] En un país donde la picaresca empresarial es tradicional, este tipo de contratos pueden ser fácilmente utilizados en algunos sectores para eludir cargas sociales y fiscales por el simple método de registrar el contrato como si fuera a tiempo parcial y pagar el resto de horas trabajadas con dinero negro. Debe subrayarse [...] que si, en términos generales, la creación de un segmento separado de empleos femeninos a tiempo parcial puede tener efectos regresivos para la igualdad laboral entre hombres y mujeres, sus efectos pueden resultar aún más perversos en términos de pauperización para todas las mujeres que no viven en familias estándar: mujeres solteras, viudas o separadas sin otras alternativas laborales. La nueva feminización de la pobreza en países como Estados Unidos algo tiene que ver con este tipo de evolución. El empleo a tiempo parcial puede constituir en determinados casos una opción plenamente válida, pero en la situación actual corre el peligro de transformarse en un medio de ahondamiento de las diferencias de género y en un medio de degradación de derechos laborales en determinados empleos»; [Recio, pp. 65-68].
Texto 19
Obstáculos: la reducción de jornada traducida en menos margen de beneficio para el empresario podría afectar al nivel de reinversión sobre sí misma de la empresa
«[...] la reducción de jornada, si es drástica y con mantenimiento de los salarios, podría implicar un importante cambio de la distribución de la renta desde los beneficios capitalistas a los salarios. Tal cambio en la distribución es deseable desde criterios igualitarios, pero chocará enseguida con las resistencias tecnocráticas de quienes alegan que reducir drásticamente los beneficios pone en cuestión el funcionamiento de la economía. Ciertamente las rentas no salariales se dirigen a fines diversos: básicamente inversión en nuevas tecnologías y equipos productivos por una parte, y consumo de los capitales por otra. Es muy posible que un recorte en este último, lejos de constituir un desastre, resulte necesario por motivos de equidad y racionalidad ecológica. Es más dudoso, a menos que se opine que no hace falta construir nuevos equipamientos y dedicar una parte del producto social a desarrollo tecnológico, que deba hacerse nula la inversión. (De hecho, también la transición a una economía ecológicamente viable exigirá nuevas inversiones en medios de producción adecuados para tal fin.)»; [Recio, pp. 69-70].
Texto 20
Obstáculos: la desorganización social de las clases trabajadoras y la oposición feroz del capitalismo
«El grado de desorganización social existente entre las clases trabajadoras, por un lado, y la capacidad de las instituciones capitalistas internacionales de penalizar rápidamente los experimentos locales anticapitalistas, por otro, vuelven muy poco factible esta redistribución a corto plazo. [...] más bien [...] hay que esperar una feroz resistencia por parte del capital a cualquier intento de cambio radical de las reglas del juego. Ha sido precisamente la conciencia de este hecho, unida a la falta de credibilidad de referentes alternativos, lo que ha conducido a parte de la izquierda a aceptar que el reparto del empleo se realice con reducciones salariales de los actualmente ocupados. Como ya se ha indicado, se trataría en este caso de adoptar la vía de la redistribución entre los asalariados, de ‘solidaridad dentro de una sola clase’, ya que quedarían intactos los beneficios del capital. (Es más, posiblemente subirían por un aumento de la productividad y del grado de uso de la capacidad de los medios de producción). No me entretendré en discutir lo sonrojante de esta aceptación de un modelo de solidaridad de cuyo ejercicio se excluye precisamente a los privilegiados»; [Recio, p. 70].
Texto 21
Ocio, consumo y renta
«A menudo se presenta la reducción de jornada [con reducción salarial] como una opción entre más ocio o más consumo. De hecho, planteada en estos términos la alternativa resulta falaz. Para la mayoría de las personas, un ocio aceptable está asociado a un mayor consumo [...]. Para determinados niveles de renta, la opción puede ser cierta por cuando la reducción de salarios es compatible con el mantenimiento de un alto nivel de consumo [...]. Pero muchas personas con bajos ingresos pueden valorar poco un aumento del tiempo libre. Su nivel de renta no les permite utilizar el tiempo de ocio satisfactoriamente (dadas las actuales pautas culturales) y la reducción salarial puede verse como un mero empeoramiento de su nivel de vida. Por esto es por lo que los pobres tienden con mayor facilidad a aceptar horas extras o a renunciar a las vacaciones pagadas»; [Recio, p. 73].
Texto 22
Trabajar todos y trabajar menos para así vivir mejor: cambiar nuestras pautas de vida y repartir el trabajo socialmente necesario dentro y fuera del ámbito doméstico
«[...] el reparto del empleo [...] choca con las aspiraciones, necesidades y situaciones particulares de gran parte de la población a la que pretende movilizar. Las largas jornadas de trabajo no sólo reflejan la voluntad de alcanzar unos niveles de consumo socialmente normalizados, sino que se producen en muchos casos por la presión a la que están sometidas muchas personas en un sistema social jerarquizado y competitivo, que premia el ‘trabajo duro’ por poco sentido que éste tenga. No parece fácil que, sin la existencia de otras percepciones y aspiraciones sociales, la gente acepte trabajar menos horas, y hasta acepte ganar menos, por mera solidaridad. Por eso me parece más adecuado plantear la cuestión, no tanto en términos de medidas para paliar el desempleo, como en términos de niveles y formas de vida deseables. Éste fue el planteamiento exitoso de la reivindicación histórica de las ocho horas. La consigna “Ocho horas para trabajar, ocho para descansar y ocho para desarrollar vida social” apuntaba hacia un modelo de vida socialmente aceptable. [...] Aunque es posible objetar que en su planteamiento olvidaba el tiempo necesario para el trabajo reproductivo, lo que situaba la idea de una jornada justa en una perspectiva exclusivamente masculina. El planteamiento actual sobre el tiempo de trabajo debería recuperar este enfoque de ligar reivindicación y proyecto de vida, incluyendo no sólo el reparto del trabajo asalariado sino el del conjunto del trabajo social. Una reivindicación esta última que podrían apoyar millones de mujeres interesadas en un cambio de las pautas de división sexual del trabajo»; [Recio, pp. 76-77].
Texto 23
Los trabajadores europeos desearían trabajar menos aun cobrando también menos, pero la incertidumbre laboral, promovida por el capital empresarial, les conduce a afianzar lo que tienen
«[...] ¿desea la mayoría de los trabajadores y trabajadoras, tanto los estables como los precarios, una reducción de la jornada laboral? [...] Una encuesta de 1977, en nueve países de la Comunidad Económica Europea, preguntó a trabajadores con empleo: “¿Prefiere usted un aumento de salario o de tiempo libre?”. El 45 por ciento de los encuestados se decantó por el aumento de salario. El 55 por ciento, por más tiempo libre. Le Nouvel Observateur encargó al año siguiente otra encuesta que preguntaba a trabajadores franceses (empleados, parados o jubilados) [...], el 63% contesto que preferiría trabajar la mitad [...]. En 1993, siete de cada diez franceses se declaraban dispuestos a ganar menos a cambio de trabajar menos, siempre que eso permitiera contratar a desempleados (en un sondeo de L’Express). Un sondeo de 1979 del Instituto de Investigación sobre el Empleo de Nuremberg, apuntaba que el 88 por ciento de los asalariados alemanes occidentales desearía poder trabajar menos incluso ganando menos. [...] Una comisión parlamentaria sueca encargó en 1988 un estudio sobre las posibilidades de reducción del tiempo de trabajo. [...] El 62 por ciento de los trabajadores a tiempo completo prefería menos trabajo a un aumento salarial [...]. Según un sondeo italiano (de Telemark/Il Mondo) de 1984, el 70 por ciento de los trabajadores del sector privado son partidarios de la disminución del tiempo de trabajo [...]. El deseo de trabajar menos (incluso en el caso de que ello supusiese un nivel menor de consumo) parece, pues, arraigado en un sector considerable de las masas trabajadoras europeas. Sin embargo, tales preferencias expresadas en encuestas difieren llamativamente del comportamiento real en el mercado de trabajo. En ningún país europeo tienen los empresarios dificultades para encontrar gente dispuesta a trabajar horas extras mejor pagadas que las de trabajo normal. [...] Ese deseo de mayor tiempo libre queda pues postergado [...] por la persecución de más ingresos para un mayor consumo. Como la unidad de consumo es en realidad familiar, y en estos tiempos difíciles una parte de sus ingresos son precarios, se acentúa el reflejo conservador de afianzar el empleo estable, quienes lo tienen, a fin de asegurar las mayores entradas presentes frente a un futuro incierto»; [Riechmann, pp. 80-83].
Texto 24
La competencia internacional no es razón suficiente para rechazar la reducción de la jornada de trabajo
«[...] conviene que las medidas de reducción del tiempo de trabajo tengan alcance supranacional, para evitar el posible ‘contraataque’ del capital en forma de desinversión y fugas de capitales. Objetivos como las 30 ó 35 horas semanales suponen la necesaria recuperación del internacionalismo. Conviene, de todas formas, no magnificar el factor internacional. Muchas cosas son posibles para una iniciativa decidida, incluso cuando sólo la adopta un país. A menudo, los enemigos de la reducción del tiempo de trabajo replican que hay que competir en mercados mundiales ‘globalizados’. Ese imperativo tornaría inviables este tipo de medidas [...]. El argumento, formulado en estos términos, no es digno de atención [...]. [...] salvo para las economías más volcadas a la exportación, los efectos no serían tan importantes. (¡Y se da la paradoja de que en economías tan volcadas a la exportación como la alemana, los asalariados disfrutan de las jornadas laborales más cortas de Europa!). En el caso español, la mayoría de nuestro comercio exterior se realiza dentro de la Comunidad Europea (CE); sobre todo con países como Alemania, Francia e Italia, que tienen jornadas laborales más cortas que la nuestra»; [Riechmann, pp. 87-88].
Texto 25
Compartir y transformar el trabajo y el consumo existentes: una cuestión de solidaridad intraestatal, internacional e intergeneracional
«La estrategia de reducción general del tiempo de trabajo [...] apunta hacia un cambio de rumbo verdaderamente igualitario: trabajar menos (solidaridad intraestatal) y consumir menos bienes destructores de recursos escasos (solidaridad internacional e intergeneracional) para trabajar y consumir todos y todas de otra forma. [...] Si uno se niega a seguir aumentando la doble depredación del ser humano y de la naturaleza en aras de unos ingresos cada vez mayores y siempre mal repartidos, el camino alternativo supone compartir y transformar el trabajo y el consumo existentes. Supone que, en lugar de hacer crecer indefinidamente la producción de mercancías, elegimos transformar al menos una parte de los incrementos de productividad del trabajo humano en posible libertad: en tiempo autodeterminado, libre. No cabe duda de que aquí despunta una ‘lógica de sociedad’ y un sistema de valores que colisiona con el mantenimiento del actual orden capitalista»; [Riechmann, pp. 93-94].
Texto 26
Propuesta de reducción voluntaria de la jornada de trabajo, por Michel Albert: pleno empleo con un 30% de asalariados a media jornada
«Cada asalariado que voluntariamente decide pasar a trabajar a media jornada cobra de la empresa el 50% de su salario anterior, más un subsidio estatal por valor del 20 o 30% de aquel salario (es decir, trabaja el 50% del tiempo con el 70 u 80% del salario). Este sistema de prima a los voluntarios para el trabajo a tiempo parcial es neutral para la empresa y también para la colectividad, ya que puede financiarse exclusivamente con los fondos hoy destinados al subsidio de desempleo (la idea puede visualizarse como si cierto número de empleados a tiempo completo y los parados perceptores de subsidio de desempleo se asociasen de dos en dos para compartir trabajo e ingresos). Albert, comisario del Plan Nacional contra el Desempleo francés, calculó que bastaría que la tasa de trabajo a media jornada pasase a ser del 30% del total de asalariados para volver a una situación de pleno empleo en Francia»; [Riechmann, p. 95].
Texto 27
Formas flexibles de trabajo favorables a los intereses de los asalariados: el contrato de solidaridad
«[...] porque parece deseable dar a la reducción del tiempo de trabajo la forma más favorable a la emancipación de los trabajadores, en mi opinión conviene combinar la lucha por las 35 horas (o las 32) con la lucha por lo que podríamos llamar los derechos sociales a la autogestión del tiempo de trabajo: formas flexibles de trabajo favorables a los intereses del asalariado, voluntarias y establecidas por ley como derechos sociales. (Otros autores prefieren hablar de ‘jornada laboral a la carta’ [...]). Un ejemplo que viene al caso es el contrato de solidaridad. Se trata de una prejubilación parcial voluntaria a partir de los 55 años, por ejemplo, contratándose a media jornada a un joven que accede así a su primer empleo (o a un parado de larga duración). El prejubilado solidario trabaja también a media jornada, cobrando el 50 por ciento de su salario y el 50 por ciento restante como subsidio, y se jubila definitivamente a los 65 años con plenos derechos sociales, momento en que su sucesor accede al puesto a jornada completa»; [Riechmann, pp. 99-100].
Texto 28
Austeridad como opción vital: condiciones para una auténtica emancipación de la clase trabajadora
«[...] trabajar menos y vivir más frugalmente (un imperativo ecológico a finales del siglo XX) [...]. La libre opción entre más ingresos o más ocio podría plantearse de verdad ─y no como mistificación ideológica─ con una nueva política del tiempo de trabajo. Pero la austeridad deseable por razones ecológicas no puede asimilarse a una pobreza impuesta coercitivamente a los trabajadores y trabajadoras. Sólo como opción libre desplegará su dimensión emancipatoria. Una opción vital por menos ingresos y más tiempo liberado sólo es emancipatoria cuando se cumplen tres condiciones: a) que se trate de una opción verdaderamente libre (lo cual incluye que sea reversible); b) que los ingresos del trabajo a tiempo reducido sean suficientes para llevar una existencia digna; c) que la duración reducida del trabajo no recorte los derechos sociales (especialmente, a atención sanitaria y pensión de jubilación completas)»; [Riechmann, pp. 101-102].
Texto 29
La ‘segunda nómina’ de Guy Aznar: remuneración abonada por la sociedad para compensar la disminución del salario que conlleva la reducción de jornada
«Llegados a este punto podríamos preguntarnos: ¿y por qué no institucionalizar un salario indirecto monetario para todos los trabajadores? Precisamente esta es la idea de la segunda nómina, propuesta ya hace años por Guy Aznar, y que constituye a mi juicio uno de los instrumentos más fecundos para poner a punto una ‘política de los tiempos’ renovadora y emancipatoria. La ‘segunda nómina’ es una forma monetaria de salario indirecto [...] que el Estado abonaría a los asalariados que no trabajasen a jornada completa. [...] permitiría a todos los trabajadores beneficiarse de los progresos de la productividad. La remuneración se establecería no tanto en función del tiempo de trabajo efectivo como de la capacidad productiva de la sociedad en su conjunto. [...] André Gorz ha descrito esta medida de la siguiente forma: “[...] Cuando, como ahora ocurre, un volumen constante o incluso creciente de riqueza se produce con cantidades de trabajo rápidamente decrecientes, el trabajo con jornada reducida debe tener derecho a un sueldo completo. Pero ese sueldo completo debe tener dos partes: una parte abonada por las empresas como remuneración del trabajo aportado; y otra parte, que será creciente, abonada por la sociedad para compensar (o sobrecompensar) la reducción del salario directamente ligado con la duración del trabajo. Esta segunda parte, que es un sueldo social ligado a la productividad social, Aznar [...] lo llama la segunda nómina”»; [Riechmann, pp. 104-105].
Texto 30
Mecanismos de financiación de la ‘segunda nómina’: pasar de una estrategia de indemnización al parado a otra de redistribución del empleo y los ingresos
«La financiación de la segunda nómina y de otras medidas vinculadas a la reducción del tiempo de trabajo exige revisar de forma imaginativa el sistema fiscal. La fuente de financiación más inmediata son los ahorros que para la Hacienda Pública supondría la reabsorción total o parcial del paro lograda mediante la reducción del tiempo de trabajo [...]. […] se trataría sobre todo de pasar de una estrategia de indemnización al parado a una estrategia de redistribución (del empleo y los ingresos). [...] Pero sin duda contar sólo con esta partida sería insuficiente. [...] cabe pensar en otros mecanismos novedosos para la financiación de esta segunda nómina. Como el impuesto sobre el valor creado ─financiación ligada a la automatización─ [...]. O un impuesto sobre el valor añadido (IVA) modulado ecológicamente [...]. O un impuesto ecológico sobre los combustibles fósiles y la energía nuclear; o ─sobre todo─ una fiscalidad sobre las rentas financieras»; [Riechmann, pp. 105-106].
Texto 31
El ‘tercer estado de utilidad social’: un nuevo sector semipúblico dirigido a la producción de bienes públicos y de valores de uso que cubran necesidades sociales ignoradas por los mercados
«Difícilmente cabe hoy reabsorber el paro masivo que aflige a las sociedades industriales sin algo parecido a lo que Alain Lipietz (entre otros) ha conceptualizado como un ‘tercer sector de utilidad social’. Se trataría de un nuevo sector económico ‘semipúblico’ (más allá del sector privado y el sector público tradicionales), dirigido a la producción de bienes públicos y de valores de uso que cubran necesidades sociales ignoradas por los mercados. Se trata de trabajos [...] prestados al cuidado, en sentido amplio, de las personas y de la naturaleza. [...] Este tercer sector ‘semipúblico’ se distinguiría del ‘sector público voluntario’ (movimientos sociales, iniciativas ciudadanas, voluntariado, las ONG, asociaciones sin ánimo de lucro, etc.) porque el trabajo en el tercer sector estaría remunerado. Y bien remunerado; tendría que proporcionar ingresos normales. Tales ingresos constarían de dos partes: a) una ‘segunda nómina’, por valor del salario mínimo, cobrada del Estado (que en este caso equivaldría a una subvención pública para la producción de bienes públicos y valores de uso para los que no existe demanda solvente); b) una remuneración negociada entre las cooperativas de trabajadores del ‘tercer sector’ y las instituciones o asociaciones que los emplearían directamente (ayuntamientos, asociaciones de vecinos, instituciones de bienestar social y de protección del medio ambiente, ONG, etc.). [...] Pero debe estar bien circunscrito para que no desestabilice el resto del mundo laboral (en particular, para que no elimine empleo ‘normal’ en el resto de la economía). Debería limitarse al ámbito de lo que hoy es trabajo ‘negro’, trabajo doméstico o simplemente trabajo socialmente necesario pero no realizado (porque no resulta rentable según los criterios de los mercados capitalistas)»; [Riechmann, pp. 106-108].
Texto 32
El subsidio universal incondicional (SUI) institucionaliza la holganza y el ‘derecho a la pereza’
«En mi opinión, el trabajo socialmente necesario debería distribuirse con equidad entre todos los miembros de la sociedad capaces de trabajar [...]. El ‘derecho a la pereza’ sólo parece aceptable si se entiende como incitación a aprovechar las innovaciones técnicas que incrementan la productividad para aumentar el tiempo de ocio creador [...]. Pero no parece aceptable un ‘derecho a la pereza’ interpretado como holganza que se beneficia del plustrabajo de otros [...]. Pretender vivir sin trabajar, a costa del trabajo de los demás, es cosa fea generalmente conocida como parasitismo. [...] Como observa André Gorz en su libro Capitalismo, socialismo, ecología, el SUI “por idealismo le hace el juego a la ideología del trabajo: parece considerar el trabajo como actividad libremente elegida, facultativa, que puede reservarse a aquellos y aquellas a quienes les guste. Pero de entrada el trabajo hay que hacerlo, tanto si gusta como si no [...]”»; [Riechmann, pp. 116-118].
Texto 33
Consecuencias negativas del SUI: promoción de la dependencia, exclusión de las mujeres de la escena pública, exclusión social, promoción de una concepción aritmética de la justicia, explotación de los inmigrantes sin ciudadanía
«El mecanismo del SUI sin contraprestación en trabajo socialmente necesario es esencialmente un mecanismo de dependencia, que puede contribuir a mantener a las personas en un estado de inmadurez perpetua. [...] Numerosas feministas han expresado su temor de que el SUI [...] favorezca la exclusión de las mujeres de la esfera pública y el mundo del trabajo asalariado, y facilite su confinamiento en el hogar. [...] El SUI divide a los trabajadores [...]. Si la cuantía del subsidio es baja, favorece una escisión entre ricos y pobres; si es relativamente alta, favorece una división entre integrados y marginados (los primeros condenados a una hiperproductividad que ha de generar recursos para toda la sociedad, los segundos excluidos del trabajo remunerado con sus virtudes integradoras [...]). El SUI puede convertirse en el ‘salario de la marginalidad y la exclusión social’ [...]: un subsidio con el que los mejor situados compren la paz social necesaria para el disfrute de sus privilegios [...]. El SUI es uniforme, por definición: los sectores sociales dotados de más recursos materiales y culturales reciben el mismo subsidio que los más desposeídos. ello choca con nuestro sentido de la justicia, y tiende a dificultar la lucha contra las desigualdades. [...] Como se trata de una medida pensada exclusivamente para los ciudadanos de los países ricos, lo que en realidad sucedería es lo que ya va sucediendo en la actualidad, pero con más intensidad: los trabajos más penosos quedarían reservados a los ‘cabezas de turco’ que inmigran a nuestros países desde el Sur sin obtener ciudadanía... y trabajan a cambio de remuneraciones miserables, en condiciones igualmente míseras. [...] “¡Incluso Fourier fue más realista al sugerir que los niños harían el trabajo sucio en sus falansterios, pues, como se sabe, a los niños les gusta la suciedad!”, exclamaba Alec Nove»; [Riechmann, pp. 118-121].
Jorge Riechmann y Albert Recio, El debate sobre la reducción del tiempo de trabajo, Icaria, Barcelona, 1999.

OTRAS ENTRADAS DEL BLOG SOBRE ECONOMÍA, ECOLOGÍA Y TRANSFORMACIÓN SOCIAL