EL ESTOICISMO
por
Peredur
Origen y desarrollo del estoicismo
durante el Período Helenístico.
A) Zenón de Citio, el fundador.
Zenón,
coetáneo de Epicuro, nació en Citio, en la isla de Chipre, en el año 332 a.C. A
los veintidós años se trasladó a Atenas, donde completó su formación filosófica.
Sabemos que frecuentó la compañía del cínico Crates y que escuchó las lecciones
del platónico Jenócrates en la Academia. La orientación ética de la filosofía
de Zenón se encuentra sin embargo más próxima a la imagen de Sócrates que
transmiten Antístenes y los cínicos que a la ofrecida por Platón en sus
diálogos. Pregonó sus enseñanzas en la galería del ágora conocida como Stoa Poikile (“Pórtico Pintado”), la
cual terminó dando nombre a toda la escuela: la Estoa. Murió en Atenas en el
año 262 a.C.
B) Desarrollo histórico del
estoicismo: períodos y principales maestros.
El
estoicismo, que contó con numerosos seguidores y simpatizantes ya desde sus
orígenes, suele ser dividido en tres períodos o etapas históricas con sus
propias características identitarias: 1) la Estoa Antigua (siglo III a.C.), etapa
en la que la filosofía del Pórtico se ve paulatinamente desarrollada y
sistematizada por sus tres grandes maestros: Zenón de Citio, Cleantes de Assos
y Crisipo de Solos; 2) la Estoa Media (siglos II y I a.C.), encabezada por Panecio
de Rodas y Posidonio de Apamea y en la que la doctrina originaria se ve
influenciada por elementos eclécticos; y 3) la Estoa Nueva (siglos I y II d.C.
principalmente), cuyos máximos representantes fueron Séneca, Epicteto y el
emperador romano Marco Aurelio, y en la que la vertiente ética termina
desplazando definitivamente al resto de los componentes del sistema: la lógica
y la física.
El ideal estoico de sabio.
Ante
los sentimientos de inseguridad, desesperanza y turbación que imperan entre los
individuos durante el Helenismo, Zenón y sus seguidores proclaman la existencia
de un sentido superior que engloba y justifica las apariencias adversas. Tarea
del sabio será, pues, comprender el sentido profundo del cosmos y, adecuándose
a él, someterse con ánimo imperturbable a los designios del destino.
La filosofía estoica: lógica, física y
ética.
A) Lógica y Teoría del conocimiento.
La
dimensión que los estoicos conceden a la lógica hace de ésta tanto una ciencia
del discurso racional como una teoría del conocimiento.
En
cuanto a la ciencia del discurso racional ─la lógica propiamente dicha─, los
estoicos la entienden como una ciencia del lógos,
esto es, como una ciencia del razonamiento. Ahora bien, al hacer corresponder el
lenguaje con las cosas significadas, esta ciencia del razonamiento pasa a ser
también una ciencia sobre la estructura de la realidad. Por lo demás, el amplio
desarrollo de la lógica por parte de los estoicos se debió principalmente a
Crisipo de Solos.
En
cuanto al conocimiento, para los estoicos ─al igual que para los epicúreos─ éste
tiene su origen en la sensación (aísthesis).
Todo conocimiento, por lo tanto, procede de las impresiones recibidas por
nuestros sentidos. Cuando estas impresiones llegan al entendimiento, éste se
forma una representación mental o imagen (phantasía)
del objeto exterior. Esta imagen, sin embargo, no será reconocida por el
entendimiento como verdadera mientras no se manifieste de forma clara. Así,
pues, el reconocimiento (katálepsis) de
la claridad de la imagen por parte del entendimiento será para los estoicos el
criterio básico para la afirmación o negación de la verdad. Por último, a
partir del recuerdo de las impresiones el entendimiento es capaz de formar
conceptos generales (prolépseis).
Éstos, sin embargo, no son para los estoicos ni verdaderos ni falsos, pues el
criterio de verdad, como ya hemos dicho, se fundamenta sobre la percepción
sensible.
B) Física.
Al
igual que el epicureísmo, la postura de la Estoa ante el estudio de la phýsis se caracteriza por la adopción
del materialismo como reacción ante el idealismo de la filosofía platónica. Como
consecuencia, los estoicos tan sólo admiten como real aquello que existe
corpóreamente, incluyendo en este grupo las impresiones sensibles, el alma
humana y la propia divinidad. Ahora bien, en manifiesta oposición a Epicuro y
su escuela, los estoicos consideran la naturaleza como provista de lógos, esto es, como dotada de un sentido racional que dirige todo el
proceso cósmico, no ya como una fuerza exterior ─a la manera de las Ideas de
Platón o del Primer Motor aristotélico─, sino como algo inmanente a la propia
naturaleza física del universo. En este respecto, su filosofía se muestra
deudora del pensamiento de Heráclito. Fatalidad y Providencia, esto es, concatenación
necesaria de los acontecimientos y finalidad teleológica, son el resultado de
la presencia de este lógos en el
universo. Por otro lado, puesto que el estoicismo niega la existencia de lo
espiritual, el lógos es considerado
por los miembros de esta escuela como una entidad corpórea y material, lo cual
no les impide pensarlo asimismo como divino. Considerado como una especie de
hálito cálido ─combinación de fuego y aire: los elementos materiales más
ligeros y móviles─, este alma del mundo que es el lógos está presente en todo el universo, dirigiéndolo y
orientándolo desde dentro. Nos encontramos, pues, ante un panteísmo vitalista. En
esta línea, la razón humana ─el lógos
y el soplo vital de cada hombre─ no deja de ser sino una parte del lógos universal que será reabsorbida por
éste tras la muerte del individuo. Por último, el devenir del cosmos se
encontraría sometido a un proceso cíclico conforme al cual periódicamente se
vería destruido en una gran conflagración universal para, acto seguido, volver
a comenzar de nuevo. Este proceso reproduciría el devenir de cada ciclo de
manera siempre idéntica en eterno retorno.
C) Ética.
c.1.) Vivir en acuerdo razonable con
la naturaleza.
El
primero y más importante de los principios éticos del estoicismo, tal y como
hubo de formularlo Crisipo, es el de “vivir en acuerdo razonable con la
naturaleza (homologouménos zên têi phýsei)”.
Como ya vimos, para esta escuela la naturaleza se encuentra ordenada y dirigida
de forma inmanente por el lógos
divino, de ahí que vivir de acuerdo con la naturaleza no signifique para ellos
sino vivir en armonía con la razón universal que todo lo gobierna y que, de
forma individual, también se encuentra encarnada en el alma y razón de cada ser
humano.
c.2.) Autosuficiencia en el ejercicio
de la virtud.
Vivir
en armonía con la razón universal no significa para los estoicos sino vivir de
acuerdo con la virtud. Ésta, a la manera de las virtudes dianoéticas de
Aristóteles, es entendida por ellos como virtud intelectual, esto es, virtud racional,
pues el objetivo del sabio estoico, como ya vimos, pasa por comprender el lógos universal y adecuarse a él. Sólo
en el ejercicio de la virtud puede el sabio encontrar la autosuficiencia que
conduce a la felicidad, pues más allá de ésta no existe para el estoicismo garantía
alguna de una vida buena o feliz, pudiendo el destino perfectamente volverse
contra cualquiera. Sin embargo, quien pone su afán en la búsqueda de la virtud no
puede sino admitir que ella es el único bien que depende por entero de nosotros
mismos y que, por lo tanto, sólo en ella es posible hallar la tan preciada autárkeia. Por lo demás, la más
importante de todas las virtudes intelectuales, aquella que englobaría a todas
las demás, es para esta escuela la prudencia (phrónesis), esto es, la sensatez, el sentido común.
c.3.) La apátheia o impasividad del sabio.
Si para los estoicos la consecución
de la vida buena depende por entero de la autosuficiencia que el sabio
encuentra en el ejercicio de la virtud, dejarse llevar por las pasiones implicaría
para ellos renunciar a esta última y, en consecuencia, renunciar también a la
propia felicidad. Las pasiones, en tanto que deseos e impulsos irracionales,
ponen en peligro la autosuficiencia del sabio, pues para satisfacerlas, al no
depender ello de uno mismo, el sabio quedaría expuesto a elementos externos que
podrían poner en peligro la serenidad de su ánimo. Para el estoicismo, por lo
tanto, es esencial controlar las pasiones, no dejándose arrastrar por ellas. Así,
de forma análoga a como la prudencia se impone en el terreno de la virtud
intelectual, la impasividad (apátheia)
es para esta escuela la más importante de las virtudes éticas. Esta impasividad,
sin embargo, no debe ser interpretada como carencia absoluta de sentimientos.
El sabio estoico, de hecho, no es en este respecto distinto al resto de seres
humanos, salvo, tan sólo, en su capacidad de aplacar sus emociones y pasiones,
poniéndoles freno.
c.4.) Amor fati o aceptación del
destino.
Otro
de los componentes éticos del estoicismo es la aceptación del destino personal.
Ésta máxima se desprende del postulado fundamental de esta escuela, a saber, la
existencia de un lógos universal que
gobierna y dirige el cosmos de forma inmanente. Por ello, si todo lo que acaece
se encuentra sometido a la Providencia de este lógos o razón universal, lo propio del ser humano, si desea
adecuarse a él, es su sometimiento a la Fatalidad del destino, el cual, se
acepte o no, resulta insoslayable. Séneca expresó esta máxima con la expresión
latina “amor fati”, esto es, “amor al
destino”, la cual sería retomada mucho después por Friedrich Nietzsche. El
sabio estoico, por lo tanto, es aquel que acepta lo que el destino quiera
depararle, sabedor, sin duda, de que sólo uno mismo puede causarse el mal.
c.5.) Cosmopolitismo: la comunidad
humana universal.
Por
último, otro de los componentes esenciales del estoicismo es su visión cosmopolita
de la comunidad humana. Ya Diógenes de Sinope se había manifestado en este
respecto como ciudadano del mundo. El estoicismo, por lo tanto, no hace sino recoger
la máxima expresada por este último e insertarla en su sistema, donde viene a
encajar perfectamente. En efecto, al encontrarse el universo entero sometido a
la ley universal del lógos ─ley a un
mismo tiempo natural y divina─, en último término todos los seres humanos
compartirían la misma patria y el mismo gobernante. Este cosmopolitismo, sin
embargo, no se vio acompañado entre los seguidores de la escuela estoica por
ninguna propuesta notable de transformación de las condiciones económicas y
sociales de su tiempo. La creencia estoica en la Providencia y la Fatalidad,
creencia que sólo reconoce la libertad en la capacidad humana de buscar la
virtud y aceptar el destino, suele ser aducida como la responsable de esta
actitud conservadora.
Carlos García Gual y María Jesús Ímaz, La filosofía helenística, Síntesis.
Daría cualquier cosa por volver a ver un estoico sobre la faz de la tierra. Se tomaban la vida en serio (los auténticos, claro), Su fallo, tal vez, como remarcas, podría ser el amor fati tomado al pie de la letra, cosa que les podría llevar a aceptar el status quo reinante.
ResponderEliminarEutárquia personal, phrónesis intelectual, apátheia emocional... Que logros humanos!
Y, ahora, qué? Que mal, no? Toda sabiduría humana cosechada a lo largo de la historia ha sido suplantada o sustituida por el consumismo tonto, los aparatitos electrónicos y la promiscuidad como sentido de la existencia de todos por igual.
La sabiduría y el gobierno del propio espíritu han cedido el paso a la tecnología. Ya sólo se ingenian aparatos para procesar y componer montajes con el conocimiento y el arte del pasado.
Supongo que un estoico, en la actualidad, sería considerado como un antisistema y, por lo tanto, bloqueado dentro de el. Esa es la importancia que da la modernidad a la saiduría existncial.
Y pensar que todo lo que digo es verdad.
En efecto, ¿y ahora qué? ¡Qué lejos estamos de seguirles la pista a los filósofos helenísticos! ¡Y cuanta necesidad, tanta como entonces, se precisa de estas medicinas para el espíritu! Discrepo contigo, sin embargo, a la hora de situar las posturas antisistema actuales dentro de la órbita del estoicismo. Fíjate, yo a los antisistema les veo más próximos al cinismo, con su libertad de palabra y de acción y su esfuerzo por naturalizar la sociedad. El estoico, por lo contrario, sabría utilizar los resquicios del sistema para cobijarse cómodamente en él, adecuándose a lo establecido e intentando cambiarlo, si cabe, pero siempre desde dentro. ¡Ah, por cierto! Si buscas un estoico contemporáneo... quizá podrías reconocerlo en nuestro anterior ministro de educación, Ángel Gabilondo. Muchas gracias por tu aportación al blog.
ResponderEliminarBueno, cuando he dicho que a un estoico lo tomarían hoy en día por un antisistema y que lo bloquearían, me refería a que sería detectado como un desestructurado psicológico respecto al psiquismo que caracteriza a los insiders del sistema. (Entiendo por sistema el status quo de ingeniería social reinante. Por otra parte aceptado unánimemente, incluso por los perroflautas, que aún no sé de uue sistema se quejan).
ResponderEliminarUn verdadero estoico no podría aceptar ni la ingeniería social ni la eugenesia que los insiders del sistema usan contra los que no conniven con ellos, porque se cuidaría mucho de la autárkeia (auto-gobierno) y, sobretodo de la phrónesis (el discernimiento de lo que es justo).
Cierto que debería aprovechar los resquicios del sistema para acomodarse lo mejor posible (que remedio siendo omnipresente), con todo lo detectarían por no entrar en connivencia, a no ser que los estoicos fuesen filósofos oportunistas. La apátheia le serviría para soportar una vida de simulacro propia y ajena. Él simulando que no resulta tan molesto vivir en el sistema y los demás simulando que que la suplantación de lo legal ejercida por el sistema es lo normal.
No tengo el gusto de conocer a Angel Gabilondo. La verdad es que el período del gobierno anterior fue para mi una pesadilla non grata. No sé este. Tengo componentes estoicos y la apátheia sólo me ha servido para aceptar la exclusión filosóficamente. La autárkeia y la phrónesis me han impedido siempre abrazar la connivencia.
Ha sido un placer charlar.