lunes, 18 de noviembre de 2019

René Dubos, "Pensar globalmente, actuar localmente"

CONTEXTOS
RENÉ DUBOS
PENSAR GLOBALMENTE, ACTUAR LOCALMENTE
selección de
Raúl Garrobo Robles

René Dubos (1901-1982), microbiólogo de profesión, fue durante las décadas de los 70’ y los 80’ del siglo pasado uno de los pioneros en la divulgación de la ecología. Suele ser recordado por haber preparado, junto con Barbara Ward, el texto sobre el que se cimentó la primera Cumbre de la Tierra: la Conferencia de la ONU sobre el Medio Humano, celebrada en Estocolmo en junio de 1972, auténtico hito para el movimiento ecologista a nivel mundial. La edición del libro que motiva estas líneas, al que muy acertadamente ─retomando una de las ideas más contundentes del pensamiento de Dubos─ se ha titulado Pensar globalmente, actuar localmente, corre a cargo de la filósofa Carmen Madorrán Ayerra. 

Al igual que me ha sucedido con otros libros sobre los que recientemente he volcado mi atención, el interés inicial que me llevó a leer éste y a preparar a partir de él una selección de textos se remonta a mi participación durante los meses de febrero y mayo de 2019 en el curso de formación continua Clásicos del pensamiento crítico celebrado en la Universidad Autónoma de Madrid y dirigido por Jorge Riechmann y César de Vicente. Entre las lecturas ineludibles que se sucedieron a lo largo del curso se contaba esta antología de René Dubos en la que Carmen Madorrán presenta, selecciona y ordena los textos fundamentales de tres de las más significativas obras de aquél: ¡Un animal tan humano…! (1971), Celebraciones de la vida (1985) y Un dios interior (1986). 

El conjunto de los textos recogidos en la antología nos da a conocer el perfil intelectual de un ecologista que aún mantiene su optimismo antropológico intacto a pesar de la profunda decepción que le causa el curso de la historia. Incapaz de priorizar sus necesidades vitales a medio y largo plazo, el ser humano que contempla Dubos en los años 70’ y 80’ representa el triple paradigma de la desmesura anteica, el hedonismo fáustico y la ceguera prometeica. El gigante Anteo ─nos recuerda Dubos─ veía reducida su fortaleza conforme aumentaba la distancia que separaba sus pies de la tierra, siendo ésta la causa de su muerte a manos del héroe civilizador Héracles, quien logró asfixiarlo sin demasiado esfuerzo sosteniéndolo en vilo. El erudito doctor Fausto vendió su bien más preciado a cambio de un conocimiento ilimitado y el acceso a los placeres mundanos, lo que, a pesar de todo, no le evitó el fatal e irrevocable destino al que él mismo, con sus propias decisiones, se vio abocado. Por último, ni las más benevolentes intenciones para con los seres humanos prepararon a Prometeo para las consecuencias que acarrearon a los hombres el que éste les entregara el fuego robado a Zeus abriéndoles con ello el ambiguo y peligroso camino del sometimiento y la transformación técnica de la naturaleza. Anteo, Fausto y Prometeo representan el divorcio del ser humano respecto del hogar al que pertenecemos, el mismo que hubo de conformar evolutivamente las características humanas que nos son propias y el único en el que ─a pesar de los anhelos de la ciencia ficción─ podemos vivir. La Tierra ─enfatiza Dubos─ es nuestra astronave, el Jardín del Edén del que nos pertenece su cuidado, y con ella habremos de correr, para bien o para mal, el mismo destino. Si el ser humano es capaz de escapar de su soberbia y hedonismo nocivos, si finalmente logramos asimilar la máxima que nos recuerda que “menos es más”, si somos capaces de detener el frenesí destructivo del mantra demencial en que se ha convertido la apuesta por un crecimiento ilimitado, aún estaremos a tiempo de evitarnos la profunda degradación de la vida sobre la Tierra y el espantoso sufrimiento que conllevará ésta para los seres humanos, unos primero y otros después. Por desgracia, son cuatro ya las décadas que nos separan de las palabras de René Dubos contenidas en las páginas de esta antología, lo que nos indica, al menos, dos cosas: primero, que Dubos se ha convertido de pleno derecho en un clásico del ecologismo; segundo, que hoy nos encontramos más cerca que nunca de la heladora mirada de Mefistófeles, a un paso tan sólo de nuestro funesto destino. 

René Dubos

SELECCIÓN DE TEXTOS 

Texto 1
Prioridad de la ecología en las sociedades ubérrimas
«La fealdad ambiental y la violación de la naturaleza son perdonables cuando resultan de un estado mísero, pero no si se producen en un medio ubérrimo y se derivan, sin duda, de la riqueza. […] sería justificable si obedeciera a falta de recursos o métodos para abordarlos, pero no tiene perdón en una sociedad que encuentra siempre dinero suficiente para solventar problemas relacionados con intereses egoístas»; [p. 54].
Texto 2
El ser humano: un terrícola más acá de la ciencia-ficción
«Pese a los escritores de ciencia-ficción y algunos científicos, el hombre no logrará nunca establecerse realmente en ningún lugar del cosmos aparte de la superficie terrestre o cerca de ella. […] Doquiera que vaya y cualesquiera sean sus acciones, el hombre tendrá éxito solo mientras actúe en un microambiente en el que no sea drástica la diferencia con aquel en el que evolucionó. […] El Homo sapiens adquirió sus rasgos característicos como especie biológica hace más de 100.000 años, y no es posible alterar sus caracteres biológicos fundamentales sin destruir su propio ser. Desarrolla sus atributos humanos con la simple acción de responder al medio ambiente en que se desenvuelve. La Tierra ha sido su cuna y seguirá siendo su hogar»; [p. 58].
Texto 3
Todo vale para la última generación sobre la Tierra
«[…] dentro de los países de civilización occidental, particularmente en América, se debe conceptuar a muchos como delincuentes porque obran de la misma forma que si la inmediata satisfacción de todos sus caprichos e impulsos fuera el único índice de comportamiento, sin considerar las consecuencias para el resto de la naturaleza y la posteridad. […] estamos utilizando también la Tierra como si fuéramos la última generación que hubiera de habitarla. Socialmente nos comportamos como si quisiéramos disculpar nuestros yerros con esta pregunta: ¿Qué ha hecho por mí la posteridad?»; [pp. 58-59].
Texto 4
Nos aproximamos a un punto crítico
«La población mundial ha ido aumentando con más o menos regularidad desde la aparición del hombre sobre la Tierra, pero el ritmo de crecimiento se ha acelerado tanto desde el siglo pasado que nos estamos acercando a un punto crítico. El hombre se ha adaptado pausadamente a los cambios impuestos por el crecimiento demográfico, pero ahora nos aproximamos al umbral de lo peligroso, allí donde la rapidez y amplitud de las innovaciones tecnológicas y sociales tienen efectos contraproducentes»; [pp. 59-60]. 
Texto 5
Naturaleza y ser humano: una necesaria simbiosis
«Vista desde el ángulo visual del hombre, la naturaleza no debería ser conceptuada como un objeto que necesitamos preservar sin variación o dominar y explotar, sino más bien como un jardín cuyo cultivo debe responder a sus propias potencialidades y donde los seres humanos puedan ser lo que deseen, de acuerdo con su propio temperamento. Idealmente, hombre y naturaleza deberían asociarse en un orden funcional creador y sin represiones»; [p. 60]. 
Texto 6
La clave de nuestra supervivencia: una cuidadosa economía doméstica
«No pasará mucho tiempo sin que todas las partes del Globo hayan de ser colonizadas y alcancen un punto crítico las reservas de muchos recursos naturales. Entonces, una cuidadosa economía doméstica, y no la explotación, será la clave de nuestra supervivencia»; [p. 60]. 
Texto 7
El ser humano no ha aprendido a vivir en el “mundo-lleno” de su astronave Tierra
«Hasta ahora, el hombre se ha comportado como si las zonas a su disposición fueran ilimitadas, con infinitas reservas de aire, tierra, agua y otros recursos. En el pasado pudo hacerlo con relativa impunidad porque siempre encontraba algún lugar donde iniciar una nueva vida o emprender la aventura que más le agradara. […] Puesto que las expresiones evolutivas e históricas del hombre están tejidas en su trama mental, él encuentra, naturalmente, dificultades para encontrar un rincón de la Tierra y permanecer en él cuidándolo a conciencia. Su irreflexividad al provocar situaciones potencialmente peligrosas es el efecto parcial de no haber aprendido aún a vivir dentro de los límites de su astronave»; [pp. 60-61]. 
Texto 8
La ecología supone un equilibrio dinámico entre la naturaleza y el ser humano que es compatible con el desarrollo continuado de este último
«La actitud ecológica es tan poco familiar, incluso para muchos científicos, que se interpreta a menudo como si implicara la aceptación de un sistema totalmente estático. […] Si el concepto ecológico de la relación entre el hombre y el ambiente total significara un sistema de Estado inconmovible, la filosofía ecológica sería, sin duda, tan peligrosa como errónea, porque implicaría el fin de la aventura humana. […] Puesto que la naturaleza del hombre le induce a buscar sin cesar nuevos ambientes y emprender nuevas aventuras, no hay posibilidad de mantener un statu quo. Aunque poseyéramos suficientes conocimientos y sabiduría para alcanzar en un momento dado un estado armonioso de equilibrio ecológico entre el género humano y los demás habitantes y componentes de la astronave Tierra, sería siempre un equilibrio dinámico compatible con el desarrollo continuado del hombre. La cuestión es saber si la interacción entre el hombre y sus alrededores sociales y naturales se hallan bajo la supervisión de fuerzas ciegas o si será posible orientarla mediante un enjuiciamiento racional y deliberado»; [p. 61]. 
Texto 9
Sustituir la política de conquista de la naturaleza por la de cooperación con ella
«En lugar de imponer nuestra voluntad sobre la naturaleza en aras de la explotación, debemos intentar descubrir las cualidades inherentes a cada lugar concreto para propiciar su desarrollo. La vida humana no debería crecer cuantitativamente con la conquista de la naturaleza, sino cualitativamente en cooperación con ella. Pero la humanidad se encuentra actualmente entregada a una política de conquista»; [p. 62]. 
Texto 10
Con los pies en la Tierra: el mito del gigante Anteo
«Según la leyenda griega, el gigante Anteo solo conservaba su fuerza mientras se hallaba en contacto directo con la tierra, por lo que Hércules logró vencerle con suma rapidez al atacarle cuando el gigante tenía ambos pies levantados del suelo. Dado que el hombre aún pertenece a la tierra, también él pierde atributos esenciales para su supervivencia cuando permite que la tecnología le disocie completamente de su estado natural»; [p. 63]. 
Texto 11
El planeta Tierra debe ser administrado como un sistema ecológico integrado
«La civilización tecnológica, con sus aviones a reacción, sus agencias de viajes, sus alimentos enlatados y sus programas de televisión, ha imprimido un sello de uniformidad superficial en la mayor parte del mundo. Al mismo tiempo, todos los seres humanos se ven amenazados directa o indirectamente por la guerra nuclear, la escasez de materias primas, la falta de proteínas, los envenenamientos masivos, la radiación y las sustancias contaminantes. Por lo tanto, es imperativo que el planeta Tierra sea considerado como una unidad por parte de estadistas, tecnólogos y sociólogos, y sea administrado como un sistema ecológico integrado»; [p. 64]. 
Texto 12
La naturaleza humana está biológica y mentalmente conformada por la naturaleza del planeta Tierra
«El hombre sigue siendo de la Tierra, terrenal. La Tierra es literalmente nuestra madre, no solo porque dependemos de ella en cuanto a nutrición y cobijo, sino, aún más, porque la especie humana ha sido configurada por ella en las entrañas de la evolución. Cada persona está, además, condicionada por los estímulos que recibe de la naturaleza durante su existencia. Si el hombre colonizara la Luna o Marte ─contando incluso con abundante provisión de oxígeno, agua y alimentos, y con una adecuada protección contra el calor, el frío y la radiación─, no lograría conservar su humanidad, ya que estaría privado de aquellos estímulos que solo la Tierra puede proporcionar. Del mismo modo, aun hallándonos en la Tierra, perderemos progresivamente nuestra humanidad si continuamos ensuciando la atmósfera, el suelo, los lagos y los ríos, desfigurando el paisaje con montones de chatarra, destruyendo a las plantas y los animales salvajes, transformando, en suma, el mundo entero en un medio ajeno a nuestro pasado evolutivo. La calidad de la vida humana se halla inextricablemente entremezclada con los tipos y la variedad de estímulos que el hombre recibe de la Tierra y de la vida que esta alberga, porque la naturaleza humana está conformada biológica y mentalmente por la naturaleza externa»; [pp. 66-67]. 
Texto 13
Para el antropocentrismo ecológico, el bien del mundo coincide a largo plazo con el bien humano
«La ecología humana se ve abocada a considerar las relaciones en los sistemas desde la perspectiva que proporciona la privilegiada posición del hombre en la naturaleza. Situar al hombre en el pináculo de la creación parece incompatible a primera vista con las enseñanzas ecológicas ortodoxas. Los ecólogos profesionales tienden a sentirse agraviados por la perturbadora influencia que la intervención humana ha causado en los sistemas naturales. Pero si se formula con propiedad, el antropocentrismo es una actitud muy diferente de la tosca creencia según la cual el hombre es el único valor a considerar en lo que respecta al gobierno del mundo y que el resto de la naturaleza puede ser sacrificada libremente en aras de sus caprichos o de su bienestar. El antropocentrismo ilustrado admite que, a largo plazo, el bien del mundo coincide con el más profundo bien del hombre. El hombre puede manipular la naturaleza en interés propio siempre que primero la ame por lo que es»; [pp. 67-68]. 
Texto 14
El undécimo mandamiento: cuidar el Jardín del Edén que es nuestro planeta
«El precepto bíblico de que el hombre fue puesto en el Jardín del Edén “para que lo labrase y lo cuidase” (Génesis 2:15) constituye una primera advertencia de que somos responsables de nuestro medio ambiente. La lucha por alcanzar y mantener la calidad ambiental puede considerarse como el undécimo mandamiento, aplicado por supuesto al mundo externo pero extensible a la calidad de vida. Una actitud ética en el estudio científico de la naturaleza conduce sin dificultad alguna a una teología de la Tierra»; [p. 68]. 
Texto 15
La naturaleza hoy: entornos naturales modificados por la acción del ser humano para obtener provecho o placer
«La población mundial tiende cada vez más a emigrar a zonas urbanas. Algunos consiguen enriquecer sus vidas con la intensa emoción y el desafío que supone el alpinismo, el piragüismo en los rápidos de los ríos o la caza mayor. Pero todas estas actividades rara vez se practican durante largo tiempo. Para la mayoría de la gente, la naturaleza constituye una experiencia ocasional e incluso única. En la práctica, la manera más extendida de entrar en contacto con la naturaleza es a través de las modalidades menos audaces de acampada y del pícnic. Incluso en Estados Unidos, donde se puede acceder a la naturaleza con suma facilidad, pocos son los que van más allá de disfrutarla indirectamente o como máximo visualmente, contemplándola a distancia desde un lugar confortable. En la actualidad, como en épocas anteriores, la palabra “naturaleza” evoca para la mayoría de sus devotos un tipo de entornos naturales modificados por la acción del hombre para obtener provecho o placer. El hombre se siente ajeno a la naturaleza y ha estado huyendo de ella durante varios cientos de generaciones»; [pp. 68-69]. 
Texto 16
Planificar según la naturaleza, principio fundamental de la planificación ambiental
«[…] la transformación de la tierra por el hombre puede ser un acto creativo. Está transformación se convertirá cada vez más en la expresión de un propósito consciente basado en juicios de valor, pero solo será viable si la conversión de potencialidades en realidades humanizadas se lleva a cabo teniendo en cuenta los imperativos derivados de las características naturales del sistema. “Planificar según la naturaleza” es el principio fundamental de la planificación ambiental»; [p. 70]. 
Texto 17
Pensar globalmente; actuar localmente
«En los colleges norteamericanos y canadienses dónde he enseñado recientemente, a muchos estudiantes les interesaban gravemente los problemas ambientales y sociales, pero en particular sus aspectos en gran escala y, de preferencia, los de amplitud nacional y global. Los profesores, lo mismo que los alumnos, se sorprendieron y enojaron algo cuando yo sugerí que, en lugar de preocuparse exclusivamente por la acción o el mundo en su totalidad, deberían examinar primero más situaciones locales, por ejemplo, el desorden o suciedad de los ámbitos públicos en sus campus y el desorden en sus relaciones sociales. Mi mensaje era que el pensar globalmente es una actividad intelectual excitante, pero no sustituta del trabajo necesario para resolver los problemas prácticos locales. Si en verdad deseamos contribuir al bienestar de la humanidad y de nuestro planeta, el mejor lugar para empezar es nuestra propia comunidad y sus campos, ríos, marismas, costas, carreteras y calles, así como nuestros problemas sociales»; [pp. 72-73]. 
Texto 18
Pensar globalmente no resulta fácil a los seres humanos
«Las megaconferencias de los años setenta generaron un conocimiento global de ciertos peligros que ahora amenazan a todas las naciones, tanto a las ricas como a las pobres. No es este un logro insignificante, pues pensar globalmente no resulta fácil a los seres humanos. Como especie, el Homo sapiens ha evolucionado en pequeños grupos sociales y en ambientes físicos limitados, de modo que nuestros procesos intelectuales y emocionales no están biológicamente adaptados a las perspectivas globales o de largo alcance de cualquier situación. Solo cuando gente de todas las partes del mundo tiene la oportunidad de intercambiar pareceres sobre los problemas que afectan a unos y otros, se dan cuenta, y aun con dificultad y lentamente, de cuán hacinados nos hallamos en este pequeño planeta, cuán limitados son sus recursos y cuán diversos los peligros a que estamos cada vez más expuestos»; [p. 73]. 
Texto 19
Necesidad de encontrar nuevas fórmulas de planificación social
«Cualesquiera sean las filosofías políticas, es preciso descubrir nuevas fórmulas de planificación social para poner la tecnología a disposición de las sanas necesidades humanas, en vez de tolerar su crecimiento autónomo o su empleo como herramienta para la expansión económica o nacional. […] el planificar para unas metas humanas laudables y mejor definidas debe ser una tarea urgente si queremos evitar el mando tecnológico y poner la tecnología una vez más al servicio del hombre, sin dejarla que domine a este»; [pp. 85-86]. 
Texto 20
Necesidad de las utopías
«La frase “planificación social” suele asociarse a las utopías políticas, y por tal razón suscita escepticismo e incluso reacciones hostiles, sobre todo en Estados Unidos. […] la consecuencia lamentable de tal escepticismo es que los críticos sociales e intelectuales han propendido a darse por satisfechos con ridiculizar los tiempos en que vivimos y describir las “antiutopías” olvidándose de las utopías. Sin embargo, el formular posibilidades constructivas para las instituciones existentes es más importante, aunque también más difícil, que caricaturizar el actual estado de cosas o, simplemente, protestar contra los males sociales. Puesto que sin duda se invertirán grandes fondos y se realizarán esfuerzos en programas de mejora social y ambiental dentro de un próximo futuro, es esencial que procuremos imaginar el mundo de nuestra preferencia»; [p. 86]. 
Texto 21
La eficiencia tecnológica y la expansión económica no deben funcionar como fines, sino como medios
«Las civilizaciones suelen desaparecer a causa del desarrollo excesivo de ciertas características que al principio contribuyeron a su esplendor. Nuestra sociedad industrial peca de haber permitido a los expertos hacer de la eficiencia y de la expansión el principal criterio de éxito. Entre los signos esperanzadores de nuestro tiempo se cuentan el mar de fondo de insatisfacción ante la situación actual y la conciencia de que si las cosas se nos han ido de las manos es por culpa nuestra. Quiero repetir que la fuerza demoníaca que actúa en nuestras vidas no es la tecnología, sino la propensión a considerar los medios como fines. Debido principalmente a la presión pública, los cuerpos legislativos y gubernamental empiezan a abrir cauces para evaluar el impacto de las innovaciones tecnológicas y sociales en nuestro bienestar. El interés actual por evaluar el auténtico valor de la tecnología da a entender que, en el desarrollo de la civilización industrial, los objetivos están cobrando tanta importancia como los medios, lo cual puede representar un paso importante hacia el retorno al antiguo interés por la vida buena»; [p. 92]. 
Texto 22
Menos es más
«Toda persona razonable sabe que las mejores experiencias de la vida son gratuitas y solo dependen de nuestra percepción directa del mundo, como cuando nos sentimos alegres por el mero hecho de vivir, de ser personas de la índole que somos, estar en un ambiente amable o hacer lo que nos gusta. A lo largo de millares de años, en todas las formas, filósofos y moralistas han afirmado que la alegría no está en las cosas, sino en nosotros. Lao Tse expresó está verdad en la frase: "Quien sabe que tiene lo suficiente, es rico". Thoreau fue mucho más lejos cuando escribió: "Las oportunidades de la vida disminuyen en proporción inversa a lo que llamamos medios". Sin embargo, casi todo el mundo cree que la ciencia y la tecnología contribuyen grandemente a la felicidad, en virtud de aumentar la riqueza material»; [p. 99]. 
Texto 23
Estar mejor, pero sentirse peor
«En Estados Unidos, Europa y Japón se han realizado estudios durante los dos últimos decenios para averiguar los efectos del progreso tecnológico y del creciente estándar de vida sobre la salud, la felicidad y la tranquilidad mental. Los resultados, en lo esencial iguales en todos los países industrializados ricos, revelaron curiosas paradojas. Mucha gente cree que el conocimiento y el estado de la salud han mejorado algo durante los últimos cincuenta años; pero la gran mayoría de las personas creen que la felicidad interior y la paz mental han disminuido. Como dije antes, “estar mejor, pero sentirse mejor” fue la frase propuesta por los expertos del simposio de la Fundación Rockefeller para transmitir su impresión respecto a la situación médica del país. [...] Hay muchas maneras de definir y medir la riqueza y el crecimiento, aparte de las basadas en el consumo material. Libertad personal, tiempo libre, artes creativas, nivel de alfabetización, consumo de drogas, frecuencia de delitos, suicidios o enfermedades y muchos otros elementos que acuden fácilmente a la mente debieran ser ingredientes de un índice de bienestar que estaría mucho más cerca que el PNB de lo que la gente considera factores de importancia en la calidad de vida. Los intentos de reformular las prioridades con fundamento en criterios no económicos van contra la tendencia dominante en las sociedades industriales, y seguramente resultará difícil impartir a los jóvenes la educación que los prepare para estilos de vida en que el espíritu de comunidad y cierto grado de autosuficiencia sean tan importantes como ahora son la adquisición y acumulación de riqueza»; [pp. 100-101]. 
Texto 24
Hacía una cultura humanista posindustrial
«La sociedad tecnológica sabe cómo crear riqueza, pero su éxito definitivo depende de su capacidad para formular una cultura humana posindustrial. El tránsito desde la obsesión por el crecimiento cuantitativo a la búsqueda de una vida mejor no será posible sin un cambio radical de las actitudes. La primera Revolución industrial recompensó a la inteligencia cualitativamente más adecuada para la invención de artículos manufacturables, así como la producción y distribución de ellos en gran escala. Por el contrario, una sociedad humanística premiaría más pródigamente la aptitud para facilitar mejores relaciones humanas e interacción más creativa entre las personas, la naturaleza y la tecnología»; [p. 101]. 
Texto 25
Necesidad de una nueva ética social que supere la mentalidad colectiva que aprueba el crecimiento ilimitado
«Todos sabemos que las actuales condiciones sociales menoscaban nuestra existencia, y, sin embargo, participamos en un sistema que deteriora al mismo tiempo la Tierra y las relaciones humanas. [...] Las diatribas contra el actual estado de cosas siguen siendo amorfas e ineficaces, en especial porque no es posible cambiar con meros actos negativos los hábitos, tendencias y políticas existentes. Se requieren creencias positivas. [...] Nos será imposible transformar el mundo mientras no eliminemos de nuestra mentalidad colectiva la noción de que el hombre tiene por objetivo conquistar la naturaleza y someter la mente humana. Semejante cambio de actitud no será nada fácil. La incesante búsqueda para dominar la naturaleza y promover un crecimiento ilimitado engendra una atmósfera muy estimulante, casi tóxica, mientras que el simple indicio de una estabilización incipiente crea apatía. Por esa misma razón, solo podremos cambiar nuestras costumbres cuando adoptemos una nueva ética social [...] que deberá tener por fundamento, cualesquiera que sean sus formas, la armonía entre la naturaleza y el hombre a la par, en lugar del impulso dominador»; [pp. 103-104]. 
Texto 26
Consecuencias del crecimiento insostenible
«La expansión indisciplinada e incoherente experimentada por las sociedades tecnocráticas de las últimas décadas acarrearía, sin duda, el fin de la condición humana si se prolongará mucho más. [...] la crisis ambiental del mundo moderno revela, por añadidura, que la prosperidad mal administrada puede destruir por completo la vida humana. [...] Los altos niveles de prosperidad pueden crear toda una serie de situaciones indeseables, acumuladas a lo largo de la vida: contaminación atmosférica, alimentación excesiva, falta de ejercicio físico, constante solicitación de los estímulos e insoslayable extrañamiento de los ritmos biológicos son solo algunas de esas numerosas manifestaciones»; [pp. 104-105]. 
Texto 27
El evangelio del crecimiento: producir, consumir, producir más
«Todas las sociedades sometidas a la influencia civilizadora occidental acatan hoy el evangelio del crecimiento [...]: produce más para que puedas consumir y luego producir más todavía. No se necesita ser sociólogo para saber que tal filosofía es insana. El crecimiento acelerado no puede prolongarse mucho tiempo y, por supuesto, jamás indefinidamente»; [p. 106]. 
Texto 28
El hombre fáustico, principal obstáculo del equilibrio del ser humano con el resto de componentes de la naturaleza
«La preservación significa un equilibrio entre los múltiples componentes de la naturaleza. Es difícil conciliar semejante doctrina con la civilización occidental, erigida sobre el concepto fáustico de que el hombre no debería reconocer límites para su poder. El hombre fáustico disfruta con el dominio del mundo externo y la persecución incesante de lo inalcanzable. Aquí no hay ninguna oportunidad de equilibrio estable»; [pp. 106-107]. 
Texto 29
El concepto criminal de “conquista de la naturaleza”
«La expresión “conquista de la naturaleza” es sin duda una de las más censurables y engañosas de las lenguas occidentales, pues refleja la ilusión de que todas las fuerzas naturales pueden ser totalmente controladas y expresa el concepto criminal de que la naturaleza debe ser considerada principalmente como una fuente de materia prima y energía al servicio del hombre. Está opinión acerca de la relación del hombre con la naturaleza es tan destructiva como filosóficamente insostenible. Una relación con la tierra basada únicamente en su utilización con miras al enriquecimiento económico está destinada a provocar no solo su degradación, sino también la de la propia vida humana. Es una perversión que, de no corregirse en breve, se convertirá en una enfermedad fatal de las sociedades tecnológicas»; [pp. 107-108]. 
Texto 30
Nuestro concepto de “progreso” es obra de un lavado de cerebro que nos impide entenderlo de otro modo que no sea como crecimiento cuantitativo
«Parece natural pensar que los seres humanos corrientes no han de tener dificultad en abandonar su interés por el volumen de producción y poner sus miras en la calidad de vida. En la práctica, sin embargo, el cambio resultará difícil a causa del lavado de cerebro de que hemos sido víctimas y que nos ha hecho creer que toda mejora en nuestras vidas depende del crecimiento cuantitativo de la economía de extracción. Para la gran mayoría, la mera expresión “situación estable” implica estancamiento seguido de decadencia. Sin embargo, numerosos ejemplos históricos demuestran que pueden producirse grandes y beneficiosos cambios cualitativos sin necesidad de un crecimiento cuantitativo importante. [...] Sin duda hay argumentos de peso a favor de la opinión de que será más fácil concentrar nuestros pensamientos y esfuerzos en la consecución de una mayor calidad de vida una vez nos hayamos liberado de nuestra actual obsesión por el crecimiento cuantitativo. En última instancia, debemos reconsiderar el significado del concepto de “progreso”. […] Actualmente, la palabra “progreso” se asocia al tipo de movimiento hacia delante que permite reproducir cada vez más y más deprisa todo lo que pueda producirse, sin tener en cuenta el daño causado al entorno y a los valores humanos»; [pp. 110-111]. 
Texto 31
Fausto: símbolo del hedonismo egocéntrico que nos conduce al abismo
«Resulta descorazonador que la única leyenda de importancia creada por la civilización occidental sea la de Fausto. La actitud del sabio y enérgico doctor Fausto es un símbolo de nuestra propia impaciencia por dominar el mundo sin reparar en las consecuencias que ello pueda acarrear. Fausto estaba dispuesto a vender su alma al diablo para poder disfrutar de los placeres mundanos y ver realizadas sus egocéntricas ambiciones; asimismo, el hombre moderno, el hombre fáustico, no vacila en poner en peligro el futuro de la humanidad en su afán por alcanzar sus metas. [...] El hombre moderno no pide ayuda al diablo para satisfacer sus ambiciones: le basta con hacer uso de la ciencia y de la tecnología sin pensar en el futuro. Cuanto más absoluto sea el dominio del hombre fáustico y más se adhiera este a la filosofía de que la naturaleza debe ser conquistada, más rápidamente se deteriora el entorno y más calidad perderá la vida humana»; [pp. 111-112]. 
Texto 32
Residuos, reciclaje y obsolescencia
«[...] la mejor manera de tratar el problema de los desechos consiste en disminuir la cantidad en que se producen; por ejemplo cambiando razonablemente los modos de vivir y, especialmente, mejorando la durabilidad de los bienes fabricados. En términos de coste de energía es siempre preferible hacer el producto más duradero que recurrir al reciclaje. Si el perfeccionamiento de las técnicas de reciclaje fuese para estimular la obsolescencia, el efecto a largo plazo sería un empeoramiento más en el arte de producir bienes de valor duradero. Desde luego, la disminución de la producción de desechos per cápita contribuirá indudablemente a la calidad de la civilización»; [pp. 118-119]. 
Texto 33
Afirmar que debemos entregarnos al progreso tecnológico por el mero hecho de que podemos es sinónimo de abdicación ética e intelectual
«Hace pocos años, los científicos americanos podían decir: “debemos ir a la Luna por la sencilla razón de que podemos hacerlo”. Con tal manifestación se hacían eco del presidente John F. Kennedy, quién, a su vez, había remedado la declaración hecha por el montañero inglés George Mallory sobre la escalada al monte Everest: “Es preciso escalarlo... simplemente porque está ahí”. Semejantes afirmaciones son admirables [...]. Pero las expresiones gallardas no pueden sustituir adecuadamente a la responsabilidad [...]. Así pues, la declaración de que debemos hacer algo porque podemos hacerlo es anodina desde los puntos de vista empírico y ético. Prácticamente es sinónima de una abdicación intelectual. A semejanza de otros seres humanos responsables, los científicos y sociólogos deben obrar con discernimiento y fundarse en el enjuiciamiento de valores para seleccionar las metas»; [pp. 122-123]. 
Texto 34
El progreso tecnológico emprendido para solucionar los problemas de ayer genera nuevos problemas hoy
«[…] los progresos tecnológicos plantean sin cesar nuevos dilemas [...] Reglamentación social, embotellamiento de la circulación rodada, contaminación atmosférica, exposición constante a los ruidos, y otros estímulos indeseables figuran entre las innumerables secuelas del crecimiento económico y tecnológico. Y muchas innovaciones que cooperaron a enriquecer y fortalecer nuestra sociedad en el pasado amenazan con paralizarla más adelante. La abundancia de mercancías, el exceso de comodidad y la multiplicación de las comunicaciones generan en el mundo moderno situaciones tan perturbadoras ─o poco menos─ como las originadas por la escasez de alimentos, el trabajo físico agotador y el aislamiento social. Estamos creando nuevos problemas cuando nos aprestamos precisamente a solventar aquellos que modificaron al género humano en el pasado»; [pp. 123-124]. 
Texto 35
Necesidad de un humanismo científico que integre una visión global del ser humano en una concepción global de la naturaleza
«[…] es preciso estudiar los sistemas como un conjunto con toda la complejidad de sus acciones recíprocas. […] Para que la ciencia tenga plena aplicación a la vida, debe considerar las respuestas del organismo total ante el medio ambiente total. […] La sabiduría completa requiere las actitudes de filósofos y científicos por igual, integradas en el plano superior del ser metatécnico y el destino humano. Un racionalismo puro degrada la sabiduría hasta el nivel de abstracciones anodinas, y un raciocinio tecnocrático hace autómatas de los hombres. […] Por consiguiente, una filosofía social adecuada a nuestros tiempos debe incluir el humanismo científico»; [pp. 124-125]. 
Texto 36
La adaptabilidad humana enmarca las fronteras del cambio tecnológico
«Se cultiva el mito de que, como el hombre tiene una extraordinaria capacidad de adaptación a los medios ambientes cambiantes, podemos transformar de manera incesante su vida y hasta su propio ser, sin riesgo alguno, mediante la tecnología. Como es natural, la adaptabilidad humana, tanto fisiológica como psicológica, tiene sus límites, los cuales deben determinar las fronteras del cambio tecnológico»; [p. 126]. 
Texto 37
Efectos nocivos de la revolución industrial: “un lamentable erial del que el hombre será el primero en desaparecer”
«La revolución industrial, con su producción masiva de energía y artículos manufacturados y la expeditiva inyección de procedimientos tecnológicos en todas las actividades sociales, está empezando a desbaratar por doquier los grandes procesos dinámicos que han logrado mantener hasta ahora la compatibilidad entre tierra y vida humana. Se industrializa incluso el medio agrícola; la aplicación masiva de fertilizantes químicos e insecticidas está cambiando la naturaleza del agro, malbaratado las reservas de agua y causando violentas perturbaciones ecológicas. Cada vez talamos más bosques e inundamos más desiertos para tener más tierra laborable. Por otra parte, destruimos fértiles campiñas para construir fábricas, autopistas y complejos urbanísticos […]. Primero arrasamos los bosques para dar paso a las granjas, y luego derruimos las granjas para erigir ciudades con sus arrabales. En casi todo el mundo se aprovecha el suelo, no como una morada, como un medio ambiente para la creación de cultura, sino como objeto de explotación exhaustiva y especulación. Eliminamos toda forma de vida silvestre que parezca disputarnos el espacio y el alimento; toleramos la presencia de animales, plantas y paisajes mientras sirvan a una finalidad económica. […] Nos estamos quedando sin aire respirable en muchas ciudades, y a veces los vegetales comestibles sufren tanto bajo los efectos de elementos contaminadores, que sus taras los hacen invendibles […] según palabras de William Faulkner, “[…] un lamentable erial, del que el hombre será el primero en desaparecer”»; [pp. 127-128]. 
Texto 38
Nos abocamos, no a la extinción de la vida sobre la Tierra, si no a su degradación
«En los países industrializados, los profetas del apocalipsis saltan a la palestra y anuncian a los cuatro vientos los mil males de la crisis ecológica. Según ellos, el año 2000 no será el alba de la utopía tecnológica, sigo el sombrío ocaso de muchas formas de vida, especialmente la humana. Aun compartiendo su preocupación, dudo de que el hombre esté a punto de autodestruirse, excepto, por supuesto, en el caso de una guerra nuclear. […] El peligro inmediato no es la destrucción de la vida, sino su progresiva degradación. Los agentes contaminantes empobrecen la rica complejidad de los sistemas ecológicos y merman por tanto su estabilidad. Los ambientes excesivamente traumáticos o carentes de estímulos adecuados conducen a una deshumanización progresiva. Si la tendencia actual se mantiene unas cuantas décadas más, la humanidad estará sin duda condenada, pero no a la extinción, sino a una vida biológica y emocionalmente empobrecida»; [pp. 135-136]. 
Texto 39
Prometeo: emancipador del hombre y promotor de su enajenación respecto de la naturaleza a través del progreso tecnológico
«[…] Prometeo, el semidiós que robó el fuego a Zeus y se lo entregó al hombre. Según el mito de Prometeo, el dominio del fuego hizo al hombre superior a los animales al permitirle fabricar herramientas, calentar su vivienda, establecer el comercio, desarrollar la medicina y crear las artes. […] El mito de Prometeo simboliza la liberación del hombre de su esclavitud animal y el enaltecimiento de su vida. Sin embargo, desde los primeros días de la civilización, el hombre no solo ha utilizado sus habilidades de manera creativa sino también, y muy a menudo, de forma destructiva o al menos egoísta. Se ha embarcado en innumerables empresas militares, ha realizado inútiles alardes de riqueza para satisfacer su orgullo y ha manifestado una arrogancia cada vez mayor que le ha llevado a creer que su poder es ilimitado. Las visiones utópicas que la tecnología nos ha permitido vislumbrar nos han hecho sentir amos del planeta, no sus inquilinos. Identificamos el progreso con la conquista del mundo externo»; [pp. 139-140]. 
Texto 40
Año 1981: Estados Unidos consume el 40% de los recursos mundiales
«Con solo el 6 por ciento de la población del mundo, Estados Unidos usa y consume aproximadamente el 40 por ciento de los recursos mundiales. Estas cifras abstractas adquieren significación más concreta si se toma en consideración que por cada habitante de Estados Unidos, en un determinado momento, se hallan en uso 10.000 kilogramos de acero, 160 de cobre, 150 kilogramos de plomo, 125 de aluminio, 125 kilogramos de cinc y 20 de estaño»; [pp. 146-147]. 
Texto 41
Lluvia ácida y calentamiento global
«[…] los ácidos que produce la oxidación del azufre y el nitrógeno en los motores de combustión interna y en las plantas de energía, arrastrados por las corrientes de aire sobre vastas extensiones, llegan a la superficie de la tierra y a los cuerpos de agua en forma de lluvia ácida que lava ciertos constituyentes del suelo, lesiona la vegetación y altera y perjudica a la flora y la fauna acuáticas. […] Hay que producir técnicas que disminuyan la contaminación atmosférica a un nivel tolerable. Pero no hay manera posible de quitar la contaminación por el calor, pues su producción es consecuencia inevitable de la generación y del consumo de la energía»; [pp. 148-149].
René Dubos, Pensar globalmente, actuar localmente, edición de Carmen Madorrán Ayerra, Catarata, Madrid, 2016.

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