jueves, 30 de enero de 2020

Jorge Riechmann, "Un adiós para los astronautas. Sobre ecología, límites y la conquista del espacio exterior"

CONTEXTOS
JORGE RIECHMANN
UN ADIOS PARA LOS ASTRONAUTAS. SOBRE ECOLOGÍA, LÍMITES Y LA CONQUISTA DEL ESPACIO EXTERIOR

selección de
Raúl Garrobo Robles


Ofrecida en una edición trilingüe ─con traducciones al inglés y al alemán realizadas por Margaret Clark y Werner Marti respectivamente─ y presentada con una estimulante tipografía de color ocre que evoca las tonalidades otoñales de las hojas de los bosques atlánticos, Un adiós para los astronautas recoge la conferencia de mismo título que Jorge Riechmann diera en la Fundación César Manrique de Lanzarote en septiembre del año 2003.

Acompaña al texto de la conferencia otro inédito con el título Tres principios básicos de justicia ambiental, para el que no hemos preparado ─como sí sucede con el anterior─ una selección de textos, y que representa una eficaz y contundente síntesis de los fundamentos que subyacen bajo el concepto de justicia cuando éste se aplica en el terreno de la ecología. Los tres principios de los que se ocupa este segundo ensayo son los siguientes: 1º) el principio de sostenibilidad, resultante de entender la viabilidad ecológica de nuestros sistemas económico-sociales desde el punto de vista de la justicia intergeneracional, esto es, desde la perspectiva de la solidaridad diacrónica con los que están por llegar; 2º) el principio de partes iguales, conforme al cual todo grupo humano, con independencia de cuáles sean sus necesidades de recursos, tiene derecho a una igual porción de espacio natural sobre el que desarrollar sus actividades económicas; y 3º) el principio de mitad y mitad, que determina que el porcentaje de espacio natural para los seres vivos no humanos debe ser el mismo que para los que sí lo son, esto es, 50% para cada parte. Pero, aunque este segundo escrito adopta tanto en su lenguaje como en su propósito una configuración más ceñida a los patrones académicos de investigación, es el primero ─Un adiós para los astronautas─ el que, desde la genialidad que supone la elección de su objeto de estudio, destaca entre ambos.

Un adiós para los astronautas es un contundente desmentido de toda esa corriente de la ficción científica que en los últimos decenios se ha revelado a las claras como ciencia-ficción y que, haciendo gala de una fáustica y voraz desmesura ─hýbris, nos recuerda Riechmann, junto con Nietzsche, que dirían los griegos─, ha pretendido fijar en el creciente desarrollo tecnológico de la civilización occidental un atisbo de aquella salvífica trascendencia que otrora recayera sobre la religión. Este exceso de celo en el desarrollo tecnocientífico que, sin embargo, desatiende los límites del crecimiento económico y confunde las prioridades, esta idolatría del “todo o nada”, no es otra cosa que una inercia antropófuga que anhela proyectarnos más allá de las fronteras de la Tierra y de la condición humana. Cierto es, nuestra especie se ha entregado desde sus orígenes a este tipo de extravíos o fugas en las que, ante el pavor que provoca la muerte, ante el miedo a nuestra ineludible y traumática finitud, lejos de encarar el sentimiento que desvela que al mundo le somos indiferentes, terminamos por huir. Así lo expresé en mi artículo del año 2011 Epicuro y el fenómeno de la indiferencia del mundo, y aunque Riechmann no alude a él, la figura del fundador del Jardín se deja sentir como telón de fondo en Un adiós para los astronautas. Por todo ello, si Epicuro nos ofrecía su tetrafármaco como remedio ante el fenómeno de la indiferencia del mundo que conducía a los humanos a abrazar la superstición, Riechmann, por su parte, deposita su confianza y recta razón en el phármakon de la autocontención, el único viable para un mundo en el que los recursos son finitos y el equilibrio ecológico extremadamente frágil.


Jorge Riechmann


SELECCIÓN DE TEXTOS

Texto 1
Propósito del ensayo: mostrar la tendencia antropófuga de los partidarios de una economía productivista
«En este ensayo voy a intentar mostrar que uno no puede ser un productivista consecuente si no está dispuesto a tratar la Tierra como un planeta desechable, y la biosfera como un producto de usar y tirar, para emprender a continuación la fuga al cosmos. Y también mostraré que esta huida al cosmos se inscribe en un movimiento antropófugo más amplio y complejo, un movimiento de huida de la condición humana contra el que ─es mi tesis─ hemos de resistir»; [p.11].
Texto 2
El nuevo utopismo capitalista: el deseo antropófugo de huida de la condición humana
«[...] el impulso fáustico, prometeico o luciferino por dominar y moldear la naturaleza ─incluyendo la propia naturaleza del ser humano─, que puede rastrearse desde hace mucho pero que sobre todo caracteriza a la era industrial, se extrema a partir de la segunda mitad del siglo XX (dominio de la energía atómica, programas espaciales, experimentos de ingeniería genética...). Podemos hablar de un nuevo utopismo capitalista que, en su confrontación polémica con un pensamiento ecologista articulado sobre la noción de límite, exhibe su orgullosa voluntad de IGNORAR LOS LÍMITES. [...] Creo que hay que concebirlo como un movimiento de huida, para no enfrentarse con la cuestión de la finitud humana y los límites al crecimiento. [...] El movimiento de huida “antropófuga" se materializa en diferentes intentos de fuga:
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Huida de los límites al crecimiento económico: nuevos caminos para proseguir la expansión […].
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Huida del planeta Tierra: la fuga al cosmos.
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Huida de la naturaleza humana: creación de “post-humanos” mediante ingeniería genética y simbiosis hombre máquina.
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Huida de la sociedad hacia el ciberespacio...
[…] podemos hablar de la posibilidad de un éxodo fuera de lo humano. La tesis que defenderé aquí es que semejante éxodo ni es inevitable, ni es deseable. En todos estos casos (colonizar otros mundos, vencer la muerte, crear nuevas razas de seres humanos, etc.) podemos hablar de una huida de la condición humana (y sobre todo de sus rasgos de finitud). Frente a semejante movimiento de fuga, la opción ecológica estribaría básicamente en VIVIR DENTRO DE LOS LÍMITES (sin que esto suponga una concepción inamovible de los mismos ni enemistad hacia la tecnología como tal)»; [pp. 18-19].
Texto 3
Crecimiento extensivo e intensivo del productivismo capitalista: hacia lo extraterrestre y hacia lo transhumano
«En el plano económico, con tal de no aceptar la opción de límites al crecimiento, el productivismo capitalista ingenia nuevas vías para proseguir tanto un crecimiento extensivo (la huida al cosmos, para colonizar otros planetas, primero en nuestro sistema solar y luego más allá) como un crecimiento intensivo (informática, biotecnología y nanotecnologías). Pero este movimiento de huida […] va mucho más allá de la dimensión económica: pone en tela de juicio la misma naturaleza del ser humano. [...] Cabría hablar, por consiguiente, de un proyecto ecologista de autocontención frente a un proyecto productivista de extralimitación. El segundo lo podríamos denominar también proyecto de autotrascendencia tecnológica, atendiendo a ese doble impulso de abandonar la condición humana hacia lo extraterrestre y hacia lo transhumano»; [pp. 19-20].
Texto 4
El ser humano, una criatura de frontera más allá del animal prehumano y más acá del supermán posthumano
«Ser humano es una condición difícil [...]. No somos animales como los demás mamíferos, aunque en muchos aspectos sí qué lo somos. No somos sólo cuerpo, pero tampoco sólo psique. No somos sólo racionalidad y conciencia, aunque tampoco solo inconsciente. No somos ni sólo naturaleza ni sólo cultura. ¿Qué es el ser humano? Desde hace milenios hemos intentado definirnos por nuestra relación de semejanza y diferencia con respecto a los animales, los dioses, y ─más recientemente─ las máquinas. Comienzo avanzando a las claras mi propia posición: en el ser humano no deberíamos ver ni animal, ni dios, ni máquina, sino una criatura de frontera. Mi propuesta es no huir de lo que en otros lugares he llamado el ahí de lo humano: su qué sería un ahí, y éste se halla en la frontera. Huimos de lo humano, nos volvemos “antropófugos” por incapacidad de asumir nuestra incómoda condición de criaturas de frontera. Nuestra fuga se orienta a veces hacia la bestia, a veces hacia el ángel:
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Huida hacia el animal prehumano [...].
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Huida hacia el hombre-máquina posthumano (o el supermán transgénico) con atributos divinos»; [pp. 23-24].
Texto 5
Antropofugas: el primitivismo que querría retornar a la prehistoria
«Hay toda una corriente “antropófuga” de pensamiento contemporáneo, particularmente en EE.UU., [...] tal y como la representa el filósofo John Zerzan [...] Seguramente resulta imposible superarle en su órdago anticivilizatorio [...] Para Zerzan el Edén se sitúa antes de que Homo degenerase en Homo sapiens sapiens, antes de despeñarnos por la sima del lenguaje articulado, la capacidad de simbolizar y la actividad artística. La cultura no representa sino “alienación respecto a lo natural” [...], que es lo bueno, puro y santo. [...] Treinta años rebelándonos contra la caricatura de los productivistas según la cual “lo que quiere el ecologismo es la vuelta a las cavernas”, y aquí llega este sujeto, directamente importado de su cabaña de Oregón, para hacer buena la caricatura. Si abrigásemos una visión conspirativa de la historia, tendríamos que pensar que a este mozo lo emplea la CIA para desacreditar al movimiento crítico de la globalización capitalista»; [pp. 24-27].
Texto 6
Antropofugas: cyborgs y nuevas razas post-humanas creadas por ingeniería genética
«[...] muchos autores han avanzado la idea de crear nuevas “razas” de humanos, transformados por ingeniería genética para adaptarse a condiciones ambientales deterioradas o a la conquista de nuevos ambientes [...] De todas formas, a los “tecnoentusiastas” más extremistas incluso los supermanes hijos de la ingeniería genética ─vida orgánica al fin y al cabo─ les parece poca cosa en comparación con los futuros cyborgs y robots inteligentes. [...] Se diría que en este tipo de especulaciones se muestra otra clase de fuga: en este caso, huida ante los verdaderos problemas y responsabilidades de nuestra época. Pues no cabe ignorar que mientras nuestros pensadores y científicos se entregan a líneas de investigación alocadas y masturbaciones mentales varias, ¡nuestra biosfera está seriamente dañada, y nuestra propia especie corre un serio peligro de extinción a corto plazo!»; [pp. 30-35].
Texto 7
Antropofugas: cerebros humanos volcados dentro de ordenadores
«El extremo de esta línea de pensamiento probablemente lo alcance el científico espacial Robert Jastrow [...] Esta relevante figura del programa espacial estadounidense prevé el momento en que el desarrollo simultáneo de la informática y las neurociencias permitan aferrar el contenido de una mente humana, digitalizarlo y transferirlo al entretejido metálico de un ordenador. Aunando el deseo de ser máquina, el deseo de inmortalidad y la intención de colonizar el cosmos [...] Con Jastrow las tendencias “antropófugas”, ávidas de escapar de la contingencia, la sexualidad y la mortalidad que caracterizan a la condición humana, han llegado a un extremo que nos impresiona. [...] En los años noventa del siglo pasado, los adictos californianos a este tipo de especulaciones se asociaron en un grupo llamado Extropian [...], que celebró su primera convención en Silicon Valley en 1994. Para ellos, el alma sería equivalente a un software introducido en el hardware del cuerpo. Su esperanza estriba en que, en el futuro, el “programa cerebral” de un individuo podrá cargarse en un ordenador, y trasladarse así de una máquina a otra indefinidamente. Cualquier cosa antes que seguir encerrados en la “prisión terrestre” y lastrados con los “defectos de construcción” de la vida orgánica»; [pp. 37-39].
Texto 8
La humanidad tiene ante sí tan solo dos posibles caminos por recorrer
«Hoy somos conscientes del carácter insostenible de las economías industriales de base mineral que se desarrollaron en los dos últimos siglos [...] Creo que se abren ante nosotros básicamente dos opciones: o una sociedad industrial de base solar que busque conscientemente “hacer las paces con la naturaleza”, o el intento de proseguir la expansión productivista de la economía de base mineral, encontrando formas de saltarse los “límites del crecimiento”. [...] una futura sociedad industrial de base solar puede desplazar mediante los avances en tecnología social algunos de estos límites [...], pero aun así tendrá que permanecer necesariamente dentro de límites, determinados en última instancia por la limitada incidencia de luz solar sobre la superficie de la Tierra y el limitado ritmo de reposición de los recursos naturales renovables. En este sentido, será una economía de estado estacionario. Por el contrario, quién se obstine en perseguir la meta productivista de una economía de crecimiento continuo [...] no tiene otra opción que postular el salto al cosmos. Una civilización que trate de persistir sobre los fundamentos extractivos, mineros, de la Revolución Industrial ha de intentar proseguir la explotación de los recursos allende el planeta Tierra, una vez agotados los recursos terrestres. El productivista consecuente no tiene más opción que el salto al cosmos. Y si esto parece impracticable o indeseable, entonces sólo queda la opción de una economía basada en la luz solar y los recursos renovables, una economía de estado estacionario que fomente valores de equidad y frugalidad»; [pp. 43-44].
Texto 9
Justicia intergeneracional o sobre la no colonización del tiempo pasado o por venir
«[…] aquí está en juego un importante aspecto de justicia intergeneracional. Podemos enunciarlo así: únicamente el aprovechamiento de la energía solar ─en sus diversas manifestaciones: luz solar incidente, viento, ciclo hidrológico, etc.─ no implica una “colonización del tiempo” pasado y futuro, con sus correspondientes consecuencias ambientales. En efecto: como se trata de un flujo energético constante, que ha de aprovecharse “en tiempo real”, ninguna generación puede apropiarse de la energía solar que pertenece a las generaciones futuras. Por el contrario, el actual sistema energético ─basado en los combustibles fósiles─ ejerce dominación sobre el tiempo pasado, apropiándose de la energía solar que alcanzó el planeta hace muchos millones de años; y sobre el futuro, apropiándose rápidamente de recursos limitados, dilapidándolos, y dañando las capacidades regenerativas de la biosfera»; [p. 44].
Texto 10
La estrategia de la autocontención frente a la apuesta del todo o nada
«[…] por una parte, la opción de permanecer en la Tierra ─ecologizando a fondo nuestras sociedades─ resulta del todo viable. Requerirá, es cierto, importantes transformaciones sociales, económicas y ético-políticas, pero no postula tecnologías mágicas ni choca contra leyes o hechos biofísicos insuperables. Por el contrario, la opción de salida al espacio exterior [...] presupone avances tecnológicos hoy por hoy inconcebibles, probablemente choca contra leyes físicas básicas (¿cómo alcanzar sistemas solares distintos del nuestro sin pretender viajar por encima de la velocidad de la luz?), y por encima de todo no se plantea la irracionalidad de la apuesta en juego. [...] Por eso decía antes que hacemos frente a una apuesta de todo o nada. La estrategia de autocontención ─morar ecológicamente sobre esta Tierra─ es viable, aunque exige transformaciones sociales importantes, y destinar a ellas el “regalo fósil” de la naturaleza; no pone en riesgo el futuro de la civilización humana. Por el contrario, la estrategia de extralimitación ─el salto al cosmos─ lo arriesga todo en una aventura de desenlace más que incierto, incluyendo el futuro de la propia especie»; [pp. 45-47].
Texto 11
La naturaleza humana: campo de batalla entre ecologistas y productivistas antropófugos
«Con la conquista del espacio y la ingeniería genética, lo que está en juego es la propia naturaleza ─tanto biológica como social y cultural─ del ser humano. La disyuntiva “expansión al cosmos / morar sobre esta Tierra” se correlaciona, en el plano antropológico, con otra disyuntiva: el hombre debe ceder el paso al superhombre (recreado por las nuevas tecnologías y la microelectrónica) / todos somos minusválidos. En estos dos planos: o bien aceptar nuestra finitud e incompletud constitutivas, o bien proponernos desbordar los límites de lo humano»; [p. 48].
Texto 12
Las especulaciones sobre viajes interestelares y la existencia de otros planetas habitables no hacen de la Tierra un objeto desechable
«La dinámica del capitalismo de consumo masivo desemboca en la aberración de un planeta para usar y tirar. Frente a esto el ecologismo es insurgente: ¡la Tierra no es desechable! Acaso existan, a millones de años luz, otras biosferas donde hayan evolucionado formas de vida más o menos semejantes a las nuestras: pero esto es pura especulación. Hoy por hoy, nuestra biosfera es la única que conocemos, las fantasías sobre cómo crear biosferas artificiales en otros lugares del sistema solar resultan indeciblemente frágiles, y la prudencia aconseja que tratemos esta biosfera como un tesoro irremplazable»; [p. 48].
Texto 13
El pregonado éxito del capitalismo no es tal, sino una masiva exportación de daños insostenible por más tiempo
«“El modelo industrial hoy extendido, con mayor o menor intensidad, por todo el mundo, entra en crisis al finalizar el milenio fundamentalmente debido a su éxito en su vertiente productiva [...]", escribe Antonio Novas. […] Éxito, ¿medido en qué términos? No deja de tener mucho de ilusión colectiva, de autoengaño, puesto que se trata de un avance rápido durante un brevísimo periodo de tiempo (en términos históricos), que se basa en una masiva exportación de daños (“externalidades” no contabilizadas), y que no puede mantenerse en el tiempo (insostenibilidad)»; [pp. 48-49].
Texto 14
Gente que no quiere viajar a Marte
«Los ecologistas somos personas que no sentimos la imperiosa necesidad de construir hoteles turísticos en la Luna; gente que no queremos viajar a Marte. No porque no apreciemos los aspectos atractivos de la propuesta (confieso que fuí un ávido lector de ciencia-ficción durante la adolescencia), sino por ser bien conscientes de todo lo que necesariamente perderíamos en ese proceso de expansión cósmica (suponiendo que finalmente pudiese llevarse a cabo sin desembocar antes en un colapso civilizatorio)»; [p. 50].
Texto 15
¿Mineros en las lunas de Júpiter, o jardineros en la Tierra?
«¿El destino de los seres humanos es intentar ser mineros en las lunas de Júpiter ─y luego más allá, siempre─, o ser jardineros en la Tierra [...]? El planetólogo Francisco Anguita afirma que, en caso de destrucción de la Tierra, Marte podría convertirse en nuestro hogar: ¿por qué no evitar la destrucción del acogedor hogar del que ya disponemos, antes que intentar tornar habitable el planeta rojo, seductor sin duda, pero inhóspito y lejano? [...] El pensamiento ecologista responde a la pregunta que hacíamos antes, en efecto, señalando su preferencia por la segunda opción: jardineros en esta Tierra antes que mineros en la Luna o en Júpiter»; [pp. 50-51].
Texto 16
De Nietzsche, la hýbris y nuestros irreflexivos y crueles experimentos con los que damos la espalda a la salud del alma
«Nos aterra la hybris de ese [...] empuje de la tecnociencia, alimentadora de problemáticos sueños de autotrascendencia tecnológica. No veo manera de evitar el término griego hybris, que significó más o menos “orgullo sacrílego” en la Antigüedad. En La genealogía de la moral, Friedrich Nietzsche entonó las alabanzas de la hybris moderna: “Todo nuestro ser moderno, en cuanto no es debilidad, sino poder y consciencia de poder, se presenta como pura hybris e impiedad (...). Hybris es hoy toda nuestra actitud con respecto a la naturaleza, nuestra violentación de la misma con ayuda de las máquinas y de la tan irreflexiva inventiva de los técnicos e ingenieros; [...] hybris es nuestra actitud con respecto a nosotros ─pues con nosotros hacemos experimentos que no permitiríamos con ningún animal y, satisfechos y curiosos, nos sajamos el alma en carne viva: ¡qué nos importa ya a nosotros la 'salud' del alma! (...)─ Nosotros nos violentamos ahora a nosotros mismos, nosotros cascanueces del alma, nosotros problematizadores y problemáticos, como si la vida no fuera otra cosa que cascar nueces...”. La expresión “cascar nueces”, después de las terribles experiencias del siglo XX ─éticas, políticas, ecológicas, sociales─, probablemente tenga hoy para nosotros un sentido mucho menos inocente del que podían leer los contemporáneos de Nietzsche. ¿Seremos capaces de extraer de aquellas experiencias ─que podríamos resumir en los nombres de tres lugares: Auschwitz, Hiroshima, Chernobil─ alguna sabiduría sobre el cascar y el plantar nueces para el siglo XXI?»; [pp. 51-52].
Texto 17
¿Es la propuesta ecologista de una sociedad humana ilimitadamente sostenible tan desmedidamente ambiciosa como la propuesta productivista de un insostenible crecimiento ilimitado?
«Alguien podría replicar: ¿y no está la propuesta ecologista de sustentabilidad afectada por la misma hybris que pretende combatir? [...] ¿por qué van a pretender las sociedades humanas encontrar una forma ─un modelo económico-ecológico─ que les permita autorreproducirse sin límite? ¿No resulta más “natural” un trayecto evolutivo breve para la especie humana, habida cuenta del manifiesto desequilibrio de sus capacidades? Sería, en efecto, hybris pretender perdurar eternamente. Pero la propuesta de sustentabilidad ecológica [...] no tiene un horizonte de eternidad: se limita a mirar adelante en un lapso temporal que abarque varias generaciones humanas. Saber que el planeta Tierra, por causas naturales, sin duda no existirá dentro de cinco mil millones de años, no es motivo que justifique precipitar un final suicida de la especie humana en los próximos cien años»; [p. 53].
Texto 18
Aceptar nuestra finitud o sobre cómo solicitar el ingreso en la vetusta piara
«Si uno acepta de veras la propia falibilidad, no se extraviará en ensoñaciones de tecnología perfecta. Si uno acepta a fondo su propia mortalidad, no aspirará a dudosas trascendencias tecnológicas. El sueño de autotrascendencia tecnológica tiene que ver con las dificultades para aceptar los propios límites: la falibilidad, la finitud, la contingencia, la mortalidad de lo humano. Rechazando estos límites, nos privamos también de las posibilidades específicamente humanas de cumplimiento o florecimiento (“autorrealización”, según el anglicismo que hoy se impone), el esplendor del vivir propio de un ser finito y mortal. [...] Una antropología de la finitud, una ética de la autocontención, una estética del ahí: en los últimos años, estas han sido las líneas de pensamiento que he intentado desarrollar»; [pp. 55-56].

Jorge Riechmann, Un adiós para los astronautas. Sobre ecología, límites y la conquista del espacio exterior, Fundación César Manrique, Lanzarote, 2004.

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