martes, 27 de noviembre de 2012

El método cartesiano

EL MÉTODO CARTESIANO
por
Peredur

1. Hacia un nuevo método con el que poder alcanzar la certeza filosófica.

Tras finalizar sus estudios, Descartes se sentía incapaz de descubrir en la tradición y en la filosofía escolástica un camino seguro a través del cual se pudiera alcanzar la certeza filosófica.

«Desde mi niñez fui criado en el estudio de las letras, y como me aseguraban que por medio de ellas se podía adquirir un conocimiento claro y seguro de todo cuanto es útil para la vida, sentía yo un vivísimo deseo de aprenderlas. Pero tan pronto como hube terminado el curso de los estudiosos, cuyo remate suele dar ingreso en el número de los hombres doctos, cambié por completo de opinión. Pues me embargaban tantas dudas y errores que me parecía que, procurando instruirme, no había conseguido más provecho que el de descubrir cada vez más mi ignorancia»; Discurso del método, primera parte.

Según nos dice él mismo, los filósofos se habían dedicado a discutir cuanto podía ser discutido, y, aun así, todo seguía siendo dudoso.

«Nada diré de la filosofía sino que [...] ha sido cultivada por los más excelentes ingenios que han vivido desde hace siglos y, sin embargo, nada hay en ella que no sea objeto de disputa»; Discurso del método, primera parte.

En este respecto, la lógica y la silogística tradicional no podían ser las herramientas más adecuadas para alcanzar a distinguir lo verdadero de lo falso, sino que, a lo sumo, tan sólo servían para explicar y mostrar a los otros lo ya sabido.

«[...] en lo tocante a la lógica, sus silogismos y la mayor parte de las demás instrucciones que da, más sirven para explicar a otros las cosas ya sabidas, o incluso [...] para hablar sin juicio de las ignoradas, que para aprenderlas»; Discurso del método, segunda parte.

Por eso, según Descartes, la filosofía necesitaba un nuevo método a través del cual se pudiera siempre alcanzar la certeza a través de la razón, desterrando definitivamente el escepticismo; un nuevo método que incorporara la claridad y el rigor de los razonamientos matemáticos, aunque aplicado no ya a los números y las figuras geométricas, sino a todos los saberes existentes; en definitiva, su propósito era crear una especie de matemática universal ─mathesis universalis─.

«[...] entre todos los que hasta ahora han investigado la verdad en las ciencias, sólo los matemáticos han podido encontrar algunas demostraciones, esto es, algunas razones ciertas y evidentes»; Discurso del método, segunda parte.

«Esas largas series de trabadas razones muy plausibles y fáciles que los geómetras acostumbran emplear para llegar a sus más difíciles demostraciones habíanme dado ocasión de imaginar que todas las cosas de las que el hombre puede adquirir conocimiento se siguen unas a otras en igual manera, y que, con sólo abstenerse de admitir como verdadera una que no lo sea y guardar siempre el orden necesario para deducirlas unas de otras, no puede haber ninguna, por lejos que se halle situada o por oculta que esté, que no se llegue a alcanzar y descubrir»; Discurso del método, segunda parte.

La filosofía, escribe Descartes, es como un árbol, cuyas raíces son la metafísica, el tronco la física, y las ramas el resto de las ciencias, las cuales se reducen a tres principales: la medicina, la mecánica y la moral. De ahí la necesidad de aplicar en primer lugar el nuevo método a las raíces de este árbol, pues sólo así se podrían recoger después frutos maduros de sus ramas. Ahora bien, comenzar por las raíces presupone preguntarse por los límites de nuestro conocimiento, esto es, ¿qué podemos conocer con certeza? Y, ante todo, ¿de qué manera podemos conocer con certeza? Así, pues, tal como podemos observar aquí, la filosofía de Descartes es esencialmente gnoseología, esto es, doctrina del conocimiento.


2. El método cartesiano.

2.1. Las reglas del método.

En su obra de juventud Regulae ad directionem ingenii (Reglas para la dirección del espíritu), Descartes ofrece un conjunto de veintiuna reglas fáciles y ciertas a través de las cuales, usándolas correctamente, se habría de evitar, según él, tomar lo falso por verdadero, y se nos permitiría alcanzar gradualmente un conocimiento cierto y fuera de toda duda sobre aquello que nos propongamos conocer. Con objeto de reducir la complejidad que comportaba el empleo de veintiuna reglas, en el Discurso del método Descartes decidió reducirlas a cuatro. Veámoslas.

A) Primera regla. La evidencia como claridad y distinción: la intuición.

Únicamente debemos admitir como verdadero aquello que sepamos con evidencia que lo es. Para lo cual, sólo debemos incluir en nuestros juicios aquello que se nos presenta al entendimiento clara y distintamente.

Hablar de ideas claras y distintas no es para Descartes sino hablar de ideas evidentes, esto es, evidentemente verdaderas. En este proceso la intuición se revela como operación mental esencial, pues ella es la encargada de reconocer la claridad y la distinción de las ideas sometidas a juicio; es decir, es ella la que debe reconocer la evidencia que caracteriza lo verdadero. De ahí la necesidad de que las ideas sean claras y distintas, pues si fueran complejas y confusas la intuición no podría reconocer en ellas evidencia alguna de su verdad.

B) Segunda, tercera y cuarta reglas. La deducción.

Cuando las ideas sometidas a juicio son demasiado complejas y confusas como para que la intuición pueda reconocer en ellas la evidencia de lo verdadero, Descartes plantea la deducción como instrumento de análisis y de síntesis a través del cual lo complejo se podría dividir y ordenar haciendo de ello cadenas compuestas de elementos claros y distintos.

b.1) Segunda regla: el análisis.

Dividir todo problema que deba ser sometido a estudio en cuantas partes menores sea posible y necesario para resolverlo mejor.

b.2) Tercera regla: la síntesis.

Conducir con orden mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco y gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos, incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente.

b.3) Cuarta regla: recuentos y revisiones.

Efectuar en todas partes cuantas enumeraciones y revisiones sean necesarias para estar seguros de que no hemos omitido nada.

Texto: Las reglas del método.

«[...] en lugar del gran número de preceptos que encierra la lógica, creí que me bastarían los cuatro siguientes, supuesto que tomase una firme y constante resolución de no dejar de observarlos una vez siquiera. Fue el primero no admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mi espíritu que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo en duda. El segundo, dividir cada una de las dificultades que examinare en cuantas partes fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución. El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden mutuamente. Y el último, hacer en todos unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada»; Descartes, Discurso del método, segunda parte.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Descartes: vida y obra

DESCARTES: VIDA Y OBRA
por
Peredur

Al igual que sucede con Galileo en el campo de la nueva ciencia que inaugura el siglo XVII, Descartes es considerado con toda justicia como el fundador de la filosofía moderna. Cierto es, todavía acarrea éste el peso de su formación escolástica, pero igualmente, y más importante, Descartes intenta construir un edificio filosófico completamente nuevo, asentado sobre un nuevo método filosófico. Este hecho, que no había ocurrido desde Aristóteles, puede ser interpretado como el resultado de la nueva confianza en la razón que devino del progreso de la ciencia.

René Descartes nació en La Haye (Turena) en 1596. Provenía de una familia noble y muy pronto fue enviado al colegio jesuita de La Flèche, donde, bajo los principios de la escolástica, hubo de recibir formación humanística, matemática y teológica. Posteriormente continuó sus estudios en la Universidad de Poitiers, en la que obtuvo el bachillerato y la licenciatura en derecho. Pronto se percató de la insuficiencia metodológica de la corriente cultural en la que se había educado, pues, de hecho, tan sólo las matemáticas despertaron realmente su interés, y ello debido a la certeza y evidencia de sus razonamientos. Sumido al finalizar sus estudios en una profunda confusión espiritual y cultural, Descartes decide iniciarse en el gran libro de la vida, para lo cual se alista en el ejército. Es en este período, concretamente en el año 1619, cuando Descartes tuvo una revelación intelectual acerca de un sistema filosófico de nueva base metodológica. No mucho después, entre los años 1627 y 1628, Descartes redacta las Regulae ad directionem ingenii (Reglas para la dirección del espíritu), publicada póstumamente en 1701. Renunciando al ejército, se establece en Holanda, donde redacta El mundo o El tratado de la luz, obra que no llegó a publicar en vida debido a las noticias que hasta él llegaron sobre la condena de Galileo. Una vez superado este contratiempo, Descartes decidió abordar el problema de la objetividad del conocimiento racional. Los resultados de sus esfuerzos en este campo fueron publicados en 1637 bajo el título de Discurso del método. Poco después retoma un antiguo proyecto sobre metafísica, el cual se traduce finalmente en las Meditationes de prima philosophia (Meditaciones metafísicas). Por deseo de Descartes, el manuscrito fue enviado por su amigo Mersenne a los filósofos y sabios más importantes de la época, como Gassendi y Hobbes, a quienes se pidió que redactaran objeciones que, junto con el texto de Descartes y sus respuestas a las mismas, fueron publicadas en 1641. En 1644 publica los Principia philosophiae (Principios de filosofía), obra en la que expone de forma resumida y sistemática su filosofía y su física, destacando el vínculo entre ambas. Por último, en 1649 entrega a la imprenta su Tratado sobre las pasiones. Decepcionado por las críticas que le llegan desde Francia y Holanda, donde se le toma por enemigo de la religión, Descartes acepta la invitación de la reina Cristina de Suecia, quien deseaba tenerle como tutor particular. Las costumbres de estudio de la reina, quien, a pesar de las inclemencias del clima, deseaba recibir instrucción muy temprano, terminaron por socavar la frágil salud del filósofo, el cual, tras enfermar de pulmonía, moría el invierno de 1650.

René Descartes (1596-1650.)

domingo, 18 de noviembre de 2012

Platón: selección de vocabulario

APUNTES PARA EL BACHILLERATO
PLATÓN: SELECCIÓN DE VOCABULARIO
por
Raúl le Locataire

Aísthesis: En griego, ‘percepción sensible’; para Platón la aísthesis no es auténtico conocimiento, pues para éste sólo puede existir conocimiento fundado de aquello que es estable y permanente: las Ideas.
Alma racional: Parte inmortal del alma humana, inteligente y de naturaleza divina, que radica en la cabeza y cuya función es la de facultar al hombre para el conocimiento y la realización del bien y la justicia. En el Mito del carro alado incluido por Platón en su diálogo Fedro está representada por el auriga.
Alma irascible: Parte del alma humana poseedora de nobles sentimientos, como la voluntad y el valor, que radica en el pecho o tórax y sirve de auxiliar al principio racional. En el Mito del carro alado está representada por el corcel noble.
Alma concupiscible: Parte mortal del alma humana, localizada en el abdomen o vientre,  responsable de las bajas pasiones y amante de los placeres y deseos sensibles. En el Mito del carro alado está representada por el corcel rebelde.
Amor platónico: Método de conocimiento enfocado hacia el conocimiento estético y ético del mundo inteligible. Su objeto es la Belleza, no tanto física como moral.
Aristocracia: Forma ideal y perfecta de Estado en la que el gobierno pertenece a los mejor preparados.
Demiurgo: Literalmente, ‘hacedor’, ‘creador’. Divinidad personal que toma como modelo el mundo de las Ideas para dar forma a la materia preexistente y crear el mundo sensible.
Democracia: Régimen político en el que es el pueblo llano, el pueblo ignorante, el que gobierna y elimina a los ricos.
Dialéctica: Método de conocimiento en el que, dejando de lado las sensaciones, el intelecto (nóesis) capta las Ideas directamente, así como sus nexos, elevándose y ascendiendo de Idea en Idea hasta llegar a captar la más suprema de todas: la Idea de Bien. La dialéctica, por lo tanto, constituye la captación del mundo inteligible, de su estructura y del lugar que cada Idea ocupa en dicha estructura en relación con las demás.
Diálogo platónico: Nuevo género literario desarrollado por Platón, el primero específicamente filosófico, en el que se supone la existencia de varios interlocutores, históricos o ficticios, los cuales se reúnen, por azar o premeditadamente, para hablar en torno a una cuestión o problemática filosófica que interesa a todos ellos.
Diánoia: ‘Pensamiento’ o ‘conocimiento racional-discursivo’. Su objeto de conocimiento son las entidades matemáticas. A través de este grado de conocimiento, el alma, partiendo de hipótesis, se encamina, no hacia el principio, sino hacia la conclusión. Son conocimiento racional-discursivo las disciplinas del número: la geometría y la aritmética.
Dóxa: ‘Conocimiento sensible’ u ‘opinión’. Su objeto de conocimiento son las cosas del mundo sensible (o físico) y sus imágenes. Es, en consecuencia, el conocimiento propio del mundo de las cosas cambiantes, sometidas al devenir y a la generación y corrupción, motivo por el cual no es considerado auténtico conocimiento. Platón lo divide en dos órdenes distintos: eikasía (‘imaginación’) y pístis (‘creencia’).
Eîdos: En Platón, ‘Idea’, ‘Forma’, ‘esencia’, ‘universal’; esto es, entidades universales, inmutables, únicas y eternas, las cuales sólo pueden ser percibidas a través del intelecto.
Eikasía: ‘Imaginación’. Su objeto de conocimiento son las imágenes de los seres físicos, esto es, las imágenes de las cosas del mundo sensible, como, por ejemplo, las sombras o los reflejos que se forman en el agua, pero también las imágenes que recrea la pintura y la poesía. Es, pues, un conocimiento basado en suposiciones y conjeturas.
Epistéme: ‘Conocimiento intelectivo’, ‘conocimiento fundado’ o ‘ciencia’. Constituye el auténtico saber, pues su objeto de estudio son las Ideas o Formas, es decir, las esencias, los originales, los arquetipos. Y siendo éstas eternas e inmutables, el conocimiento que de ellas se tiene no puede ser sino universal y seguro, es decir, bien fundado, científico. Platón lo divide en dos órdenes distintos: diánoia (‘pensamiento’) y nóesis (‘inteligencia’).
 
Platón, Diálogos, 8 volúmenes, Editorial Gredos, Madrid.

Guardianes-auxiliares: Clase social del Estado ideal platónico dedicada exclusivamente a defender el Estado de cualquier amenaza, tanto exterior como interior. Su virtud consiste en la fortaleza. Los miembros de este grupo son escogidos entre aquellos ciudadanos que poseen actitudes especiales para desempeñar la función que les corresponde (fuerza, rapidez, valentía, amor a la verdad) y son educados y entrenados tanto en música como en gimnasia.
Guardianes-gobernantes: Clase social del Estado ideal platónico integrada por los auxiliares más cualificados para este cometido. La virtud característica de esta clase social no es otra que la prudencia o sabiduría práctica, pues basta con que los gobernantes sean prudentes y sabios para que todo el Estado lo sea. Éstos reciben una educación específica en la que las matemáticas y la dialéctica son disciplinas esenciales, lo que les convierte en gobernantes-filósofo.
Idéa: En Platón, ‘Idea’, ‘Forma’, ‘esencia’, ‘universal’; esto es, entidades universales, inmutables, únicas y eternas, las cuales sólo pueden ser percibidas a través del intelecto.
Idea de Bien: Entidad suprema situada en lo más alto de la jerarquía de las Ideas. Se trata del principio ontológico del cual depende el resto de la realidad, tanto inteligible como sensible. Es, pues, la causa de toda belleza y perfección, así como de la verdad y bondad de todo lo que existe. Asimismo, supone el grado de conocimiento más elevado al que puede acceder el alma humana.
Justicia: Ésta consiste en el cumplimiento por cada clase social de la virtud y función que le corresponde: la templanza, para los productores; la fortaleza, para los auxiliares; y la prudencia, para los gobernantes.
Morphé: [Ver Idéa y Eîdos].
Mundo inteligible: Plano de la realidad integrado por entidades universales, inmutables, únicas y eternas, las cuales sólo pueden ser percibidas a través del intelecto.
Mundo sensible: Plano de la realidad integrado por realidades particulares, cambiantes, múltiples, todas ellas sometidas a la generación y la corrupción, que, en tanto que sensibles, son percibidas por nosotros a través de los sentidos.
Nóesis: ‘Inteligencia’ o ‘conocimiento racional-intuitivo’. Su objeto de conocimiento son las Ideas en sí mismas, es decir, los primeros principios de la realidad, las Formas, los arquetipos, los originales. Se trata de la captación pura de las Ideas y, ante todo, del principio supremo del cual dependen todas, la Idea de Bien.
Oligarquía: Régimen político en el que el gobierno pertenece a los ambiciosos y los ricos, y en el que se produce el empobrecimiento de los restantes ciudadanos.
Pístis: ‘Creencia’. Su objeto de conocimiento son los seres físicos, esto es, las cosas del mundo sensible, como los animales o las plantas. Respecto de éstas sólo podemos tener creencia o fe, pero no auténtico conocimiento.
Productores: La más numerosa de las tres clases sociales del Estado ideal platónico. Dedicada a la satisfacción de las necesidades más elementales de la vida humana (alimento, vivienda, vestido), estaría integrada por labradores, constructores, tejedores, herreros, pastores, comerciantes, etc. La virtud propia de este grupo es la templanza.
Símil de la línea: Símil de naturaleza gnoseológica incluido al final del libro VI de la República en el que Platón se ocupa de los distintos grados y niveles de conocimiento.
Timocracia: Régimen político en el que el gobierno cae en manos del ansia de honores de los guerreros.
Tiranía: Según Platón, gobierno despótico de uno o varios de los ciudadanos más audaces y en el que se produce la ruina definitiva del Estado.

Antonio Tovar, Un libro sobre Platón, Círculo de Lectores, Barcelona, 1997.

OTRAS ENTRADAS DEL BLOG SOBRE PLATÓN

El método socrático para hacer alcanzar a los demás el conocimiento: ironía, refutación y mayéutica

EL MÉTODO SOCRÁTICO PARA HACER ALCANZAR A LOS DEMÁS EL CONOCIMIENTO: IRONÍA, REFUTACIÓN Y MAYÉUTICA
por
Peredur

Para liberar a sus conciudadanos de la ignorancia fundada en el exceso de autoestima intelectual, ignorancia ésta que les impedía conocer con propiedad, Sócrates solía seguir en sus conversaciones una serie de pasos en los que podemos descubrir un método filosófico estructurado en dos tiempos: refutación y mayéutica. Hemos de advertir, sin embargo, que no se trata éste de un método en el sentido estricto o moderno, es decir, a la manera, por ejemplo, del método filosófico de Descartes.

Ironía y refutación.

El primer paso del método socrático consistía en liberar a sus interlocutores del exceso de autoestima intelectual, el cual les impedía conocer nada con propiedad. Para ello, Sócrates empleaba dos instrumentos fundamentales: la ironía y la refutación. La ironía, pues Sócrates se servía de ésta para evitar contestar cualquier pregunta que se le planteara, obligando con ello a que fuera su propio interlocutor el que la respondiera. Y la refutación, pues una vez que su oponente se disponía a contestar a la pregunta que él mismo planteara, Sócrates ─a la manera del pez torpedo que paraliza a sus presas con descargas eléctricas─ le iba interrogando y acorralando progresivamente hasta hacerle ver las contradicciones a las que conducía su propio discurso. Desconcertado y avergonzado, su interlocutor debía entonces admitir su ignorancia públicamente, pues sólo así, liberado ya de todo error, estaría preparado para engendrar por sí mismo el verdadero conocimiento.

La mayéutica.

Una vez que su oponente e interlocutor admitía estar equivocado, Sócrates continuaba interrogándole hasta que éste, por sí mismo, descubría la verdad sobre aquello que antes creía saber y que realmente ignoraba. Según el propio Sócrates, este arte de “hacer parir” (mayéutica) a otros el conocimiento de lo verdadero lo había heredado de su madre, que había sido comadrona, aunque él no lo empleaba con los cuerpos, sino con las almas.

Textos
«Trasímaco: ─¿Qué clase de idiotez hace presa de vosotros desde hace rato, Sócrates? ¿Y qué juego de tontos hacéis uno con otro con eso de devolveros cumplidos entre vosotros mismos? Si realmente quieres saber lo que es justo, no preguntes solamente ni te envanezcas refutando cuando se te responde, sabedor de que es más fácil preguntar que responder, sino responde tú mismo y di qué es para ti lo justo. [...].
Sócrates: ─No seas duro con nosotros, Trasímaco, pues tanto Polemarco como yo, si erramos en el examen de estas cuestiones, has de saber que erramos sin quererlo. Pues si estuviéramos buscando oro, no creas que querríamos hacernos cumplidos el uno al otro en la búsqueda, echando a perder su hallazgo; menos aún, buscando la justicia, cosa de mucho mayor valor que el oro, nos haríamos concesiones el uno al otro, insensatamente, sin esforzarnos al máximo en hacerla aparecer. Así es mucho más probable que seamos compadecidos por vosotros, los hábiles, en lugar de ser maltratados. [...].
Trasímaco: ─¡Por Hércules! Esta no es sino la habitual ironía de Sócrates, y yo ya predije a los presentes que no estarías dispuesto a responder, y que, si alguien te preguntaba algo, harías como que no sabes, o cualquier otra cosa, antes que responder»; Platón, República, I, 336c-337a.
«Extranjero: ─Me parece ver una forma de ignorancia muy grande, difícil y temida [...].
Teeteto: ─¿Cual es? 
Extranjero: ─Creer saber, cuando no se sabe nada. Mucho me temo que ésta sea la causa de todos los errores que comete nuestro pensamiento. 
Teeteto: ─Es verdad. 
Extranjero: ─Y creo que sólo a esta forma de ignorancia le corresponde el nombre de ausencia de conocimiento. [...] hay quienes, después de reflexionar consigo mismos, llegaron a la conclusión de que toda falta de conocimiento es involuntaria y de que quienes creen ser sabios respecto de algo, no querrán aprender nada sobre ello. 
Teeteto: ─Y tienen razón. 
Extranjero: ─Así, para rechazar esta opinión, [...] interrogan primero sobre aquello que alguien cree que dice, cuando en realidad no dice nada. Luego cuestionan fácilmente las opiniones de los así desorientados, y después de sistematizar los argumentos, los confrontan unos con otros y muestran que, respecto de las mismas cosas, y al mismo tiempo, sostienen afirmaciones contrarias. Al ver esto, los cuestionados se encolerizan contra sí mismos y se calman frente a los otros. Gracias a este procedimiento, se liberan de todas las grandes y sólidas opiniones que tienen sobre sí mismos [...]. En efecto, estimado joven, quienes así purifican piensan, al igual que los médicos, que el cuerpo no podrá beneficiarse del alimento que recibe hasta que no haya expulsado de sí aquello que lo indispone; y lo mismo ocurre con respecto del alma: ella no podrá aprovechar los conocimientos recibidos hasta que el refutador consiga que quien ha sido refutado se avergüence, eliminando así las opiniones que impiden los conocimientos, y muestre que ella está purificada, consciente de que conoce sólo aquello que sabe, y nada más»; Platón, Sofista, 229c-230d. 
«Sócrates: ─[...] ¿es que no has oído que soy hijo de una excelente y vigorosa partera llamada Fenáreta?
Teeteto: ─Sí, eso ya lo he oído. 
Sócrates: ─¿Y no has oído también que practico el mismo arte? [...] Ten en cuenta lo que pasa con las parteras en general y entenderás fácilmente lo que quiero decir. Tú sabes que ninguna partera asiste a otras mujeres cuando ella misma está embarazada y puede dar a luz, sino cuando ya es incapaz de ello. [...] Mi arte de partear tiene las mismas características que el de ellas, pero se diferencia en el hecho de que asiste a los hombres y no a las mujeres, y examina las almas de los que dan a luz, pero no sus cuerpos. [...] Eso es así porque tengo, igualmente, en común con las parteras esta característica: que soy estéril en sabiduría. Muchos, en efecto, me reprochan que siempre pregunto a otros y yo mismo nunca doy ninguna respuesta acerca de nada por mi falta de sabiduría, y es, efectivamente, un justo reproche. La causa de ello es que el dios me obliga a asistir a otros pero a mí me impide engendrar. Así es que no soy sabio en absoluto, ni he logrado ningún descubrimiento que haya sido engendrado por mi propia alma. Sin embargo, los que tienen trato conmigo, aunque parecen algunos muy ignorantes al principio, en cuanto avanza nuestra relación, todos hacen admirables progresos [...]. Y es evidente que no aprenden nunca nada de mí, pues son ellos mismos y por sí mismos los que descubren y engendran muchos bellos pensamientos»; Platón, Teeteto, 149a-150d.
Sócrates prácticando la mayéutica con Súper López y un grupo de atenienses.