EL
MÉTODO CARTESIANO
por
Peredur
1. Hacia un nuevo método con el que poder alcanzar la certeza filosófica.
Tras finalizar sus estudios, Descartes se sentía incapaz de descubrir en la tradición y en la filosofía escolástica un camino seguro a través del cual se pudiera alcanzar la certeza filosófica.
«Desde mi niñez fui criado en el estudio de las letras, y como me aseguraban que por medio de ellas se podía adquirir un conocimiento claro y seguro de todo cuanto es útil para la vida, sentía yo un vivísimo deseo de aprenderlas. Pero tan pronto como hube terminado el curso de los estudiosos, cuyo remate suele dar ingreso en el número de los hombres doctos, cambié por completo de opinión. Pues me embargaban tantas dudas y errores que me parecía que, procurando instruirme, no había conseguido más provecho que el de descubrir cada vez más mi ignorancia»; Discurso del método, primera parte.
Según nos dice él mismo, los filósofos se habían dedicado a
discutir cuanto podía ser discutido, y, aun así, todo seguía siendo dudoso.
«Nada diré de la filosofía sino que [...] ha sido cultivada por
los más excelentes ingenios que han vivido desde hace siglos y, sin embargo,
nada hay en ella que no sea objeto de disputa»; Discurso del método, primera parte.
En este respecto, la lógica y la silogística tradicional no podían
ser las herramientas más adecuadas para alcanzar a distinguir lo verdadero de
lo falso, sino que, a lo sumo, tan sólo servían para explicar y mostrar a los
otros lo ya sabido.
«[...] en lo tocante a la lógica, sus silogismos y la mayor parte
de las demás instrucciones que da, más sirven para explicar a otros las cosas
ya sabidas, o incluso [...] para hablar sin juicio de las ignoradas, que para
aprenderlas»; Discurso del método,
segunda parte.
Por eso, según Descartes, la filosofía necesitaba un nuevo método
a través del cual se pudiera siempre alcanzar la certeza a través de la razón,
desterrando definitivamente el escepticismo; un nuevo método que incorporara la
claridad y el rigor de los razonamientos matemáticos, aunque aplicado no ya a
los números y las figuras geométricas, sino a todos los saberes existentes; en
definitiva, su propósito era crear una especie de matemática universal ─mathesis universalis─.
«[...] entre todos los que hasta ahora han investigado la verdad en las ciencias, sólo los matemáticos han podido encontrar algunas demostraciones, esto es, algunas razones ciertas y evidentes»; Discurso del método, segunda parte.
«Esas largas series de trabadas razones muy plausibles y fáciles
que los geómetras acostumbran emplear para llegar a sus más difíciles
demostraciones habíanme dado ocasión de imaginar que todas las cosas de las que
el hombre puede adquirir conocimiento se siguen unas a otras en igual manera, y
que, con sólo abstenerse de admitir como verdadera una que no lo sea y guardar
siempre el orden necesario para deducirlas unas de otras, no puede haber
ninguna, por lejos que se halle situada o por oculta que esté, que no se llegue
a alcanzar y descubrir»; Discurso del
método, segunda parte.
La filosofía, escribe Descartes, es como un árbol, cuyas raíces son la metafísica, el tronco la física, y las ramas el resto de las ciencias, las cuales se reducen a tres principales: la medicina, la mecánica y la moral. De ahí la necesidad de aplicar en primer lugar el nuevo método a las raíces de este árbol, pues sólo así se podrían recoger después frutos maduros de sus ramas. Ahora bien, comenzar por las raíces presupone preguntarse por los límites de nuestro conocimiento, esto es, ¿qué podemos conocer con certeza? Y, ante todo, ¿de qué manera podemos conocer con certeza? Así, pues, tal como podemos observar aquí, la filosofía de Descartes es esencialmente gnoseología, esto es, doctrina del conocimiento.
2. El método cartesiano.
2.1. Las reglas del método.
En su obra de juventud Regulae ad directionem ingenii (Reglas para la dirección del espíritu), Descartes ofrece un conjunto de veintiuna reglas fáciles y ciertas a través de las cuales, usándolas correctamente, se habría de evitar, según él, tomar lo falso por verdadero, y se nos permitiría alcanzar gradualmente un conocimiento cierto y fuera de toda duda sobre aquello que nos propongamos conocer. Con objeto de reducir la complejidad que comportaba el empleo de veintiuna reglas, en el Discurso del método Descartes decidió reducirlas a cuatro. Veámoslas.
A) Primera regla. La evidencia como claridad y distinción: la intuición.
Únicamente debemos admitir como verdadero aquello que sepamos con evidencia que lo es. Para lo cual, sólo debemos incluir en nuestros juicios aquello que se nos presenta al entendimiento clara y distintamente.
Hablar de ideas claras y distintas no es para Descartes sino hablar de ideas evidentes, esto es, evidentemente verdaderas. En este proceso la intuición se revela como operación mental esencial, pues ella es la encargada de reconocer la claridad y la distinción de las ideas sometidas a juicio; es decir, es ella la que debe reconocer la evidencia que caracteriza lo verdadero. De ahí la necesidad de que las ideas sean claras y distintas, pues si fueran complejas y confusas la intuición no podría reconocer en ellas evidencia alguna de su verdad.
B) Segunda, tercera y cuarta reglas. La deducción.
Cuando las ideas sometidas a juicio son demasiado complejas y confusas como para que la intuición pueda reconocer en ellas la evidencia de lo verdadero, Descartes plantea la deducción como instrumento de análisis y de síntesis a través del cual lo complejo se podría dividir y ordenar haciendo de ello cadenas compuestas de elementos claros y distintos.
b.1) Segunda regla: el análisis.
Dividir todo problema que deba ser sometido a estudio en cuantas partes menores sea posible y necesario para resolverlo mejor.
b.2) Tercera regla: la síntesis.
Conducir con orden mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco y gradualmente, hasta el conocimiento de los más complejos, incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente.
b.3) Cuarta regla: recuentos y revisiones.
Efectuar en todas partes cuantas enumeraciones y revisiones sean necesarias para estar seguros de que no hemos omitido nada.
Texto: Las reglas del
método.
«[...] en lugar del gran número de preceptos que encierra la
lógica, creí que me bastarían los cuatro siguientes, supuesto que tomase una
firme y constante resolución de no dejar de observarlos una vez siquiera. Fue
el primero no admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia
que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y
no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentase tan clara y
distintamente a mi espíritu que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo en duda.
El segundo, dividir cada una de las dificultades que examinare en cuantas
partes fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución. El tercero,
conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples
y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta
el conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los
que no se preceden mutuamente. Y el último, hacer en todos unos recuentos tan
integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no
omitir nada»; Descartes, Discurso del
método, segunda parte.
Muchas gracias por la entrada! Justamente este verano leí "El discurso del método" ^^
ResponderEliminarSaludos!
De nada Nienor. Cuánta razón tienes una vez más. Descartes es todo un clásico del pensamiento y el "Discurso del método" una de esas obras que puede ampliar y complementar el horizonte de cualquier estudiante universitario. Eso sí, como estudiante de Derecho que eres, quizá para ti serían más rentables lecturas como "El orador" de Cicerón, la "Retórica" de Aristóteles, y escenarios de reflexión como el propiciado por el debate ético-político entre Sócrates y los sofistas, y su continuación en figuras como Platón, los cínicos y/o el estoicismo. Pero, sea como fuere, y ante todo, espero que tu etapa universitaria haya empezado de manera redonda, que eso es lo más importante. Un saludo.
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