sábado, 10 de marzo de 2012

El estoicismo

EL ESTOICISMO
por
Peredur

Origen y desarrollo del estoicismo durante el Período Helenístico.

A) Zenón de Citio, el fundador.

Zenón, coetáneo de Epicuro, nació en Citio, en la isla de Chipre, en el año 332 a.C. A los veintidós años se trasladó a Atenas, donde completó su formación filosófica. Sabemos que frecuentó la compañía del cínico Crates y que escuchó las lecciones del platónico Jenócrates en la Academia. La orientación ética de la filosofía de Zenón se encuentra sin embargo más próxima a la imagen de Sócrates que transmiten Antístenes y los cínicos que a la ofrecida por Platón en sus diálogos. Pregonó sus enseñanzas en la galería del ágora conocida como Stoa Poikile (“Pórtico Pintado”), la cual terminó dando nombre a toda la escuela: la Estoa. Murió en Atenas en el año 262 a.C.

B) Desarrollo histórico del estoicismo: períodos y principales maestros.

El estoicismo, que contó con numerosos seguidores y simpatizantes ya desde sus orígenes, suele ser dividido en tres períodos o etapas históricas con sus propias características identitarias: 1) la Estoa Antigua (siglo III a.C.), etapa en la que la filosofía del Pórtico se ve paulatinamente desarrollada y sistematizada por sus tres grandes maestros: Zenón de Citio, Cleantes de Assos y Crisipo de Solos; 2) la Estoa Media (siglos II y I a.C.), encabezada por Panecio de Rodas y Posidonio de Apamea y en la que la doctrina originaria se ve influenciada por elementos eclécticos; y 3) la Estoa Nueva (siglos I y II d.C. principalmente), cuyos máximos representantes fueron Séneca, Epicteto y el emperador romano Marco Aurelio, y en la que la vertiente ética termina desplazando definitivamente al resto de los componentes del sistema: la lógica y la física.

El ideal estoico de sabio.

Ante los sentimientos de inseguridad, desesperanza y turbación que imperan entre los individuos durante el Helenismo, Zenón y sus seguidores proclaman la existencia de un sentido superior que engloba y justifica las apariencias adversas. Tarea del sabio será, pues, comprender el sentido profundo del cosmos y, adecuándose a él, someterse con ánimo imperturbable a los designios del destino.

La filosofía estoica: lógica, física y ética.

A) Lógica y Teoría del conocimiento.

La dimensión que los estoicos conceden a la lógica hace de ésta tanto una ciencia del discurso racional como una teoría del conocimiento.

En cuanto a la ciencia del discurso racional ─la lógica propiamente dicha─, los estoicos la entienden como una ciencia del lógos, esto es, como una ciencia del razonamiento. Ahora bien, al hacer corresponder el lenguaje con las cosas significadas, esta ciencia del razonamiento pasa a ser también una ciencia sobre la estructura de la realidad. Por lo demás, el amplio desarrollo de la lógica por parte de los estoicos se debió principalmente a Crisipo de Solos.

En cuanto al conocimiento, para los estoicos ─al igual que para los epicúreos─ éste tiene su origen en la sensación (aísthesis). Todo conocimiento, por lo tanto, procede de las impresiones recibidas por nuestros sentidos. Cuando estas impresiones llegan al entendimiento, éste se forma una representación mental o imagen (phantasía) del objeto exterior. Esta imagen, sin embargo, no será reconocida por el entendimiento como verdadera mientras no se manifieste de forma clara. Así, pues, el reconocimiento (katálepsis) de la claridad de la imagen por parte del entendimiento será para los estoicos el criterio básico para la afirmación o negación de la verdad. Por último, a partir del recuerdo de las impresiones el entendimiento es capaz de formar conceptos generales (prolépseis). Éstos, sin embargo, no son para los estoicos ni verdaderos ni falsos, pues el criterio de verdad, como ya hemos dicho, se fundamenta sobre la percepción sensible.

B) Física.

Al igual que el epicureísmo, la postura de la Estoa ante el estudio de la phýsis se caracteriza por la adopción del materialismo como reacción ante el idealismo de la filosofía platónica. Como consecuencia, los estoicos tan sólo admiten como real aquello que existe corpóreamente, incluyendo en este grupo las impresiones sensibles, el alma humana y la propia divinidad. Ahora bien, en manifiesta oposición a Epicuro y su escuela, los estoicos consideran la naturaleza como provista de lógos, esto es, como dotada de un sentido racional que dirige todo el proceso cósmico, no ya como una fuerza exterior ─a la manera de las Ideas de Platón o del Primer Motor aristotélico─, sino como algo inmanente a la propia naturaleza física del universo. En este respecto, su filosofía se muestra deudora del pensamiento de Heráclito. Fatalidad y Providencia, esto es, concatenación necesaria de los acontecimientos y finalidad teleológica, son el resultado de la presencia de este lógos en el universo. Por otro lado, puesto que el estoicismo niega la existencia de lo espiritual, el lógos es considerado por los miembros de esta escuela como una entidad corpórea y material, lo cual no les impide pensarlo asimismo como divino. Considerado como una especie de hálito cálido ─combinación de fuego y aire: los elementos materiales más ligeros y móviles─, este alma del mundo que es el lógos está presente en todo el universo, dirigiéndolo y orientándolo desde dentro. Nos encontramos, pues, ante un panteísmo vitalista. En esta línea, la razón humana ─el lógos y el soplo vital de cada hombre─ no deja de ser sino una parte del lógos universal que será reabsorbida por éste tras la muerte del individuo. Por último, el devenir del cosmos se encontraría sometido a un proceso cíclico conforme al cual periódicamente se vería destruido en una gran conflagración universal para, acto seguido, volver a comenzar de nuevo. Este proceso reproduciría el devenir de cada ciclo de manera siempre idéntica en eterno retorno.

C) Ética.

c.1.) Vivir en acuerdo razonable con la naturaleza.

El primero y más importante de los principios éticos del estoicismo, tal y como hubo de formularlo Crisipo, es el de “vivir en acuerdo razonable con la naturaleza (homologouménos zên têi phýsei)”. Como ya vimos, para esta escuela la naturaleza se encuentra ordenada y dirigida de forma inmanente por el lógos divino, de ahí que vivir de acuerdo con la naturaleza no signifique para ellos sino vivir en armonía con la razón universal que todo lo gobierna y que, de forma individual, también se encuentra encarnada en el alma y razón de cada ser humano.

c.2.) Autosuficiencia en el ejercicio de la virtud.

Vivir en armonía con la razón universal no significa para los estoicos sino vivir de acuerdo con la virtud. Ésta, a la manera de las virtudes dianoéticas de Aristóteles, es entendida por ellos como virtud intelectual, esto es, virtud racional, pues el objetivo del sabio estoico, como ya vimos, pasa por comprender el lógos universal y adecuarse a él. Sólo en el ejercicio de la virtud puede el sabio encontrar la autosuficiencia que conduce a la felicidad, pues más allá de ésta no existe para el estoicismo garantía alguna de una vida buena o feliz, pudiendo el destino perfectamente volverse contra cualquiera. Sin embargo, quien pone su afán en la búsqueda de la virtud no puede sino admitir que ella es el único bien que depende por entero de nosotros mismos y que, por lo tanto, sólo en ella es posible hallar la tan preciada autárkeia. Por lo demás, la más importante de todas las virtudes intelectuales, aquella que englobaría a todas las demás, es para esta escuela la prudencia (phrónesis), esto es, la sensatez, el sentido común.

c.3.) La apátheia o impasividad del sabio.

Si para los estoicos la consecución de la vida buena depende por entero de la autosuficiencia que el sabio encuentra en el ejercicio de la virtud, dejarse llevar por las pasiones implicaría para ellos renunciar a esta última y, en consecuencia, renunciar también a la propia felicidad. Las pasiones, en tanto que deseos e impulsos irracionales, ponen en peligro la autosuficiencia del sabio, pues para satisfacerlas, al no depender ello de uno mismo, el sabio quedaría expuesto a elementos externos que podrían poner en peligro la serenidad de su ánimo. Para el estoicismo, por lo tanto, es esencial controlar las pasiones, no dejándose arrastrar por ellas. Así, de forma análoga a como la prudencia se impone en el terreno de la virtud intelectual, la impasividad (apátheia) es para esta escuela la más importante de las virtudes éticas. Esta impasividad, sin embargo, no debe ser interpretada como carencia absoluta de sentimientos. El sabio estoico, de hecho, no es en este respecto distinto al resto de seres humanos, salvo, tan sólo, en su capacidad de aplacar sus emociones y pasiones, poniéndoles freno.

c.4.) Amor fati o aceptación del destino.

Otro de los componentes éticos del estoicismo es la aceptación del destino personal. Ésta máxima se desprende del postulado fundamental de esta escuela, a saber, la existencia de un lógos universal que gobierna y dirige el cosmos de forma inmanente. Por ello, si todo lo que acaece se encuentra sometido a la Providencia de este lógos o razón universal, lo propio del ser humano, si desea adecuarse a él, es su sometimiento a la Fatalidad del destino, el cual, se acepte o no, resulta insoslayable. Séneca expresó esta máxima con la expresión latina “amor fati”, esto es, “amor al destino”, la cual sería retomada mucho después por Friedrich Nietzsche. El sabio estoico, por lo tanto, es aquel que acepta lo que el destino quiera depararle, sabedor, sin duda, de que sólo uno mismo puede causarse el mal.

c.5.) Cosmopolitismo: la comunidad humana universal.

Por último, otro de los componentes esenciales del estoicismo es su visión cosmopolita de la comunidad humana. Ya Diógenes de Sinope se había manifestado en este respecto como ciudadano del mundo. El estoicismo, por lo tanto, no hace sino recoger la máxima expresada por este último e insertarla en su sistema, donde viene a encajar perfectamente. En efecto, al encontrarse el universo entero sometido a la ley universal del lógos ─ley a un mismo tiempo natural y divina─, en último término todos los seres humanos compartirían la misma patria y el mismo gobernante. Este cosmopolitismo, sin embargo, no se vio acompañado entre los seguidores de la escuela estoica por ninguna propuesta notable de transformación de las condiciones económicas y sociales de su tiempo. La creencia estoica en la Providencia y la Fatalidad, creencia que sólo reconoce la libertad en la capacidad humana de buscar la virtud y aceptar el destino, suele ser aducida como la responsable de esta actitud conservadora.

Carlos García Gual y María Jesús Ímaz, La filosofía helenística, Síntesis.

3 comentarios:

  1. Daría cualquier cosa por volver a ver un estoico sobre la faz de la tierra. Se tomaban la vida en serio (los auténticos, claro), Su fallo, tal vez, como remarcas, podría ser el amor fati tomado al pie de la letra, cosa que les podría llevar a aceptar el status quo reinante.
    Eutárquia personal, phrónesis intelectual, apátheia emocional... Que logros humanos!
    Y, ahora, qué? Que mal, no? Toda sabiduría humana cosechada a lo largo de la historia ha sido suplantada o sustituida por el consumismo tonto, los aparatitos electrónicos y la promiscuidad como sentido de la existencia de todos por igual.
    La sabiduría y el gobierno del propio espíritu han cedido el paso a la tecnología. Ya sólo se ingenian aparatos para procesar y componer montajes con el conocimiento y el arte del pasado.
    Supongo que un estoico, en la actualidad, sería considerado como un antisistema y, por lo tanto, bloqueado dentro de el. Esa es la importancia que da la modernidad a la saiduría existncial.
    Y pensar que todo lo que digo es verdad.

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  2. En efecto, ¿y ahora qué? ¡Qué lejos estamos de seguirles la pista a los filósofos helenísticos! ¡Y cuanta necesidad, tanta como entonces, se precisa de estas medicinas para el espíritu! Discrepo contigo, sin embargo, a la hora de situar las posturas antisistema actuales dentro de la órbita del estoicismo. Fíjate, yo a los antisistema les veo más próximos al cinismo, con su libertad de palabra y de acción y su esfuerzo por naturalizar la sociedad. El estoico, por lo contrario, sabría utilizar los resquicios del sistema para cobijarse cómodamente en él, adecuándose a lo establecido e intentando cambiarlo, si cabe, pero siempre desde dentro. ¡Ah, por cierto! Si buscas un estoico contemporáneo... quizá podrías reconocerlo en nuestro anterior ministro de educación, Ángel Gabilondo. Muchas gracias por tu aportación al blog.

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  3. Bueno, cuando he dicho que a un estoico lo tomarían hoy en día por un antisistema y que lo bloquearían, me refería a que sería detectado como un desestructurado psicológico respecto al psiquismo que caracteriza a los insiders del sistema. (Entiendo por sistema el status quo de ingeniería social reinante. Por otra parte aceptado unánimemente, incluso por los perroflautas, que aún no sé de uue sistema se quejan).
    Un verdadero estoico no podría aceptar ni la ingeniería social ni la eugenesia que los insiders del sistema usan contra los que no conniven con ellos, porque se cuidaría mucho de la autárkeia (auto-gobierno) y, sobretodo de la phrónesis (el discernimiento de lo que es justo).
    Cierto que debería aprovechar los resquicios del sistema para acomodarse lo mejor posible (que remedio siendo omnipresente), con todo lo detectarían por no entrar en connivencia, a no ser que los estoicos fuesen filósofos oportunistas. La apátheia le serviría para soportar una vida de simulacro propia y ajena. Él simulando que no resulta tan molesto vivir en el sistema y los demás simulando que que la suplantación de lo legal ejercida por el sistema es lo normal.
    No tengo el gusto de conocer a Angel Gabilondo. La verdad es que el período del gobierno anterior fue para mi una pesadilla non grata. No sé este. Tengo componentes estoicos y la apátheia sólo me ha servido para aceptar la exclusión filosóficamente. La autárkeia y la phrónesis me han impedido siempre abrazar la connivencia.
    Ha sido un placer charlar.

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